Cuando la fe desmaye

Santiago 1.5 nos dice que Dios da sabiduría a quien se la pide. Sin embargo, después dice que si dudamos, nuestras oraciones no serán contestadas.

Veamos algunas de las causas de nuestra incredulidad. Primero, la fe, por lo general, desafía el razonamiento humano. Por ejemplo, cuando tenemos problemas económicos, la lógica dice que hay que ahorrar cada centavo, mientras que Dios dice que él bendecirá al dador generoso. Segundo, los sentimientos de temor, incompetencia o culpa puede estorbar la confianza en la verdad bíblica. Tercero, muchas veces nos enfocamos en la circunstancia más que en nuestro Padre Celestial. él está en actividad, pero fallamos en ver su mano. Por último, la incertidumbre en cuanto a la voluntad de Dios podrá llevarnos a dudar de él.

Una fe fluctuante tiene consecuencias graves: pérdida de bendiciones, falta de paz y gozo, y el desánimo. ¿Cómo podemos, entonces, evitar vacilar en nuestra fe?

En Marcos 9, un hombre le rogó al Señor Jesús que reprendiera al espíritu que había poseído a su hijo. Cuando Cristo respondió que “al que cree todo le es posible”, el padre dijo: “Creo, ayuda mi incredulidad” (vv. 23, 24). Y el Señor le concedió su petición. Al igual que ese hombre, nosotros podemos pedirle al Señor que aumente nuestra fe. Pero debemos también dedicar tiempo para leer la Palabra de Dios y meditar en sus promesas.

Por la historia de Lucas sabemos que la duda es frecuente, y que Dios es paciente y comprensivo. La fe viene de él. Por eso, cuando usted se halle en una encrucijada, y la respuesta adecuada requiera fe, o cuando ore y tenga dudas, pídale a Dios que le ayude a creer.

 

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