Discípulos que dan fruto

[Foto por Jaki Good http://www.flickr.com/photos/jakig/]Vamos a ver a fondo una de las parábolas de Jesús, la que conocemos como La Parábola del Sembrador. Recordemos que una parábola es la narración de un suceso cotidiano para conocer una verdad espiritual.

“Escuchen: El sembrador salió a sembrar; y al sembrar, una parte de la semilla cayó junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron. “Otra parte cayó en un pedregal donde no tenía mucha tierra; y enseguida brotó por no tener profundidad de tierra. “Pero cuando salió el sol, se quemó, y por no tener raíz, se secó. “Otra parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron, y no dio fruto. “Y otras semillas cayeron en buena tierra, y creciendo y desarrollándose, dieron fruto, y produjeron unas a treinta, otras a sesenta y otras a ciento por uno.” (Mar 4:3-8)

En esta parábola, Jesús habla de cuatro tipos de personas que escuchan el mensaje del Evangelio. Todos escucharon el mismo mensaje, pero sólo uno dio fruto. Esto muestra que dar fruto no depende del mensaje, sino del corazón. Se espera que luego de escuchar, las personas se arrepientan genuinamente, experimenten una verdadera conversión, nazcan de nuevo y den fruto. Jesús explica esta parábola a partir del versículo 14 del mismo capítulo; así que veremos la explicación junto con la parábola, empezando en el versículo 1 para ver el contexto.

Multitudes

Comenzó Jesús a enseñar de nuevo junto al mar; y se llegó a Él una multitud tan grande que tuvo que subirse a una barca que estaba en el mar, y se sentó; y toda la multitud estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas en parábolas, y les decía en Su enseñanza. (Mar 4:1-2)

Notemos cómo dice que se llegó a Él una multitud. Eran tantos, que Jesús se subió a una barca para predicarles desde allí, aprovechando la acústica que se produce cuando se habla sobre una superficie de agua. Aunque se trata de una multitud, la parábola nos indica que no todos reciben el Evangelio realmente, sino sólo un grupo de personas. La presencia de muchas personas oyendo un mensaje no significa que hay un “avivamiento.”
Las multitudes no garantizan nada acerca de la conversión. En el versículo 14, Jesús explica que “El sembrador siembra la palabra“, es decir, en ese caso el sembrador era Jesús. Hoy, el sembrador soy yo mientras escribo este mensaje. Mañana puede ser usted mientras predica el Evangelio.

Duros de Corazón

Corazón de Piedra [Foto por Laughtonb http://www.flickr.com/photos/laughtonb/]El primer grupo de personas que menciona Jesús está simbolizado por la semilla que “cayó junto al camino, y vinieron las aves y se la comieron.” En el versículo 15, Jesús explica que “son aquéllos que en cuanto la oyen, al instante viene Satanás y se lleva la palabra que se ha sembrado en ellos.” Es decir, las aves del cielo que se comen la semilla representan en este caso a Satanás que llega a robarse la Palabra para que no dé fruto.
Las veredas son los caminos que los sembradores caminaban para atender los campos; por las pisadas el terreno se volvía duro. Esto simboliza a las personas que han endurecido su corazón por causa de los sufrimientos de la vida. Es el caso, por ejemplo, de una mujer abandonada por su esposo que vive resentida, o un hombre amargado contra otro al interior de una iglesia Cristiana y dice “todos son iguales” o “son hipócritas“.
En el pasaje paralelo, en Mateo, dice que estas personas son las que oyeron “la palabra del reino y no la entiende(n).” ¿Por qué no la entienden? Las palabras de Jesús a veces ofenden el pensamiento natural y sólo los nacidos de nuevo las entienden. Estas personas oyeron la Palabra, pero decidieron no creerla con el corazón. De alguna manera dicen: Me quedo con Aristóteles.

Superficiales y Emocionales – De corta duración

El siguiente grupo de personas mencionado por Jesús es el de las personas cuyo corazón está más blandito que el de los primeros, pero que por debajo es duro. Un ejemplo de esto lo tuve en mi propia casa. Hace unos años compré tres palmeritas para sembrar frente a mi casa y las sembré según las instrucciones de quien me las vendió. Pasaron un par de años y se notaba que dos de las palmeras estaban creciendo bien, pero una de ellas no crecía mucho. Resulta que un día, un auto que pasaba frente a mi casa, chocó y derribó precisamente esa palmera. Al día siguiente vinieron los encargados del seguro para sembrarme una palmera que reemplazara a la anterior y, al cavar el hueco para sembrarla, encontraron una gran piedra debajo de la superficie. ¡Por supuesto que no crecía!
Según la explicación de Jesús en los versículos 16 y 17, estos son “los que al oír la palabra enseguida la reciben con gozo; pero no tienen raíz profunda en sí mismos, sino que sólo son temporales.” Son personas que al escuchar el Evangelio se emocionan y dicen “¡Qué bonito, esto es lo que yo necesitaba! Voy a seguir a Cristo.” Van a la iglesia, cantan, diezman y se involucran, pero son cristianos de corta duración. El versículo 17 dice que “cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, enseguida se apartan de ella.” La palabra griega que se usa allí como ‘aflicción’ habla de ‘estrechez’. Cuando viene, por ejemplo, la estrechez económica, dejan de ir a la iglesia. Cuando reciben burlas o presiones de los que no son creyentes, también. Cuando hay persecución, dejan la fe. ¿Cómo se da esa persecución hoy en día? Por ejemplo, en que tu compadre se burla de ti y te dice que te has convertido en el ‘monje loco.’
Para empeorar la situación, en muchas iglesias de hoy no se está predicando completa la Palabra de Dios, sino que se está predicando un Evangelio de Prosperidad. Así, cuando viene una situación de estrechez en la vida de quien aprendió sólo que “Dios te hace Rico”, perderá el ánimo y abandonará su decisión de seguir a Cristo. Cuando viene la persecución, se preguntan por qué ocurre si, supuestamente, Cristo vino a darnos paz. Ciertamente vino a darnos paz, pero paz en el corazón.

Otro tipo de persecución puede ocurrir en casa: ¡Te voy a desheredar porque te cambiaste de religión!
Recuerdo un hombre que vino un día a despedirse, se iba de la congregación. Yo le pregunté ¿y a qué iglesia te vas? -A ninguna- respondió. Su esposa le había advertido que, de seguir acudiendo a la iglesia, ella lo dejaría. Me explicó que él la quería mucho y no quería perderla.


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