Divagando sobre consejos

He recibido muchos consejos en los últimos meses. Y en el proceso, he aprendido valiosas lecciones de cómo aconsejar a otros. En un análisis frío, he también concluido en que yo misma he sido pésima consejera durante mi vida, y que he cometido error tras error, que ahora, quizá por lo vivido, quisiera cambiar.

Aquí está mi lista:
1. Paso uno, paso dos…
¡Qué terrible es llegar con alguien en problemas y recitarle una serie de pasos a seguir! Parecemos de esos escritores de libros de auto ayuda que convierten la vida en recetas de cocina. «Si sigues esta fórmula, seguro que…» ¿Confieso algo? Los pasos no funcionan, solo una relación íntima con Dios. Como dije, yo misma he tratado de ayudar a otros con mis ideas de «pasos». Pero aquí no está la solución.
2. A mí me pasó…
¡Ah, cómo he sufrido con este tipo de consejos! Llega alguien a consolarte, y antes de escucharte, o a la primera frase, te interrumpe y te cuenta toda su vida. Yo misma lo he hecho. «Deja te platico cómo encontré yo al amor de mi vida». «A mí me pasó que…» No minimizo la experiencia ajena, pues a mí también me gusta compartir mis aventuras, pero en medio del dolor, la persona que sufre no percibe el testimonio del otro como ayuda, sino como presunción o incluso comparación. «Ah, sí, claro, a ti te fue mejor, o tú lo lograste, pero ¿yo?» En un pensamiento aún más gélido, diría que usar esta técnica le resta importancia al que sufre en el presente, y pone el reflector en el consejero. Muy distinto es cuando alguien te cuenta su vivencia para ayudarte a ver cómo la superó en humildad y amor. O cuando alguien te comparte sus luchas para mostrar la gloria de Dios en toda su esencia, como un tipo de paráfrasis vivencial del poder de Dios actuando en nuestra debilidad.
3. Versículo 1, versículo 2, versículo 3
Cierto: la Biblia ofrece el mejor consuelo y la salida a muchos problemas. Pero ¿una cadena de textos? Para eso están las concordancias. Más vale un pensamiento o una sola frase que sostenga, que un tratado de textos sobre «cómo vencer el miedo».
4. Solo hay una manera de hacer las cosas
Y esa es nuestra manera (la del consejero). Se hace así. Se dice así. Y cuando el consejero lo pronuncia, el otro se aturde. Pero debemos aceptar que existen muchas maneras de mostrar dolor, de recuperarse, de alimentarse, de criar a un hijo. ¿Por qué no dejamos lugar para que Dios mismo se manifieste en la vida del otro? ¿Por qué insistir que nuestro modo es el único?
Entonces, ¿cómo aconsejar? ¿Qué hacer cuando alguien se duele?
1. Estar allí.
2. Escuchar.
3. Abrazarte y llorar contigo.
4. Darte tiempo y espacio.
5. Amarte.
6. Orar por ti.
Me parece que la #6 es la más trascendental: interceder al trono de gracia para que el mejor Consejero del mundo, trabaje en el corazón de nuestro amado amigo. Y por eso, gracias a los que han estado allí, a los que han llorado conmigo, a los que me han leído y/o escuchado, a los que me han amado, a los que me han dado mi espacio, pero sobre todo, a los que han orado por mí y por mi familia durante este tiempo de prueba.
Solo divago…

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.