Siempre me ha entristecido la canción de Mecano que dice: «Parece mentira que después de tanto tiempo, rotos nuestros lazos, sigamos manteniendo la ilusión en nuestro aniversario». ¿Has ido a un restaurante donde almuercen parejas? Puedes detectar de inmediato a los que están en proceso de un noviazgo o que no pueden ocultar su enamoramiento.
Pero con la misma facilidad identificas a las parejas de años que ya no tienen nada qué decirse o a los que quieren romper sus lazos. Obviamente no deseo que esta sea mi situación con mi esposo, pero debo confesar que he vivido esta disyuntiva en mi vida. Quiero explicarlo mejor…
Después de un tiempo de ausencia por causas de fuerza mayor -cuarentena por dar a luz- volví a mi lugar de reunión (iglesia) con ansias renovadas. No podía esperar el momento de sentarme y cantar, escuchar y leer. Pero entonces, al ir pasando los minutos, comencé a observar a los que me rodeaban, ¿y qué vi? Apatía, desinterés, distracción.
Quiero aclarar que no estoy juzgando a los que me rodeaban; más bien, recapacité en mí. Las semanas antes que mi hija naciera, así estaba yo: presente en cuerpo, pero ausente en pensamiento; cansada de tantas reuniones, actividades, trabajo. Me había vuelto como la de la canción: alguien que hacía las cosas por rutina (la misma mesita, el rincón de siempre).
Entonces pedí perdón a Dios porque «las flores de mayo poco a poco cederán a las patas de gallo», y no quiero que al ir envejeciendo, que al ir pasando el tiempo, mi gozo por estar con Dios se desvanezca. No deseo estar allí presente y ausente. Anhelo que si alguien entra y me observa diga: «Está feliz por adorar a su Dios», no que me confunda con alguien que asiste a un funeral o a un aburrido discurso político.
Dice la pareja en la canción de Mecano: «nos buscaremos con los ojos por si queda algo». Sé que esto solo sucederá de mi parte, pues por la parte de Jesús, a quien adoro, siempre habrá compromiso, amor, entrega. ¿Pero yo? ¿Habrá llamas que ni con el mar…?
Deja una respuesta