El arrepentimiento real

En una sociedad como la nuestra, en la que nadie pide perdón por nada, ni se hace responsable por nada, la imágen del rey D. Juan Carlos I pidiendo perdón hace que los más encendidos enemigos de la corona cierren la boca, so pena de quedar como unos rencorosos.

Pero, ¿de qué pide perdón nuestro Rey?, ¿de haber sido un mal ejemplo?, seguramente esa sea la intención. No me corresponde a mí juzgar las intenciones.

Quiero dejar en primer lugar mi respeto por algo que, siendo tan poco frecuente entre los dirigentes honra a D. Juan Carlos. No hemos visto a un solo político pedir perdón porque la tasa de paro subió, o porque endeudó al país. No lo veremos. Su gesto deja en pésimo lugar a estos gobernantes que nunca se equivocan. Y aunque no es muy espiritual mi motivación, me alegro por eso.

Con todo, hay un tipo de petición de perdón «elegante», busca ganarse la simpatía del que perdona, quedar bien. Uno puede tener sus dudas acerca de la sinceridad, pero tampoco quiere cuestionarlo.

Ante Dios, que es Quien recibe cada ofensa sólo cabe un tipo de arrepentimiento, sincero, sin excusas, sin compartir la culpa con nadie, claro, confesando el error al desnudo. Abrir nuestro corazón ante Dios, en la fragilidad y miseria de nuestro pecado, y mirar a Cristo crucificado como El que ganó el perdón, es la única manera de encontrar vida de parte de Dios, y la completa absolución del Rey de reyes.


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