El Día de Jehová…

El “día de Jehová” no sólo tendrá una naturaleza global, sino que será un tiempo de caos sin paralelo en la historia. El propio Señor Jesucristo lo describió como único y horroroso: “Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mt. 24:21, 22).

En estos versículos, el Señor estaba refiriéndose a la tribulación, la cual es otra forma de hablar de los juicios del “día de Jehová”. Tomando sus palabras literalmente, esto implica que la tribulación será el peor cataclismo que haya afectado jamás al planeta. Desde nuestra perspectiva humana, con dos mil años de calma relativa en la geósfera, en la parte sólida de la tierra, es muy difícil imaginar la intensidad de ese tiempo. Tratar de concebir los horrores de la tribulación es algo que va casi más allá de nuestra imaginación. Sin embargo, la historia del presente sistema mundial, remontándonos hasta Adán, incluye muchas catástrofes a gran escala, entre ellas el diluvio de Noé, el cual fue más que una simple inundación.

Quienes consideran la Biblia como divinamente inspirada, creen que la Tierra en esos días soportó tanto un diluvio global como un gran cataclismo. Como dice la Escritura: “Y sucedió que al séptimo día las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra. El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo, a los diecisiete días del mes, aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas, y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches” (Gn. 7:10-12).

Otra de las grandes catástrofes del planeta tuvo lugar en los días de Peleg, sobre la cual dice la Escritura: “Y a Heber nacieron dos hijos: el nombre del uno fue Peleg, porque en sus días fue repartida la tierra…” (Gn. 10:25). Esta catástrofe ocasionó la división de la masa terráquea y la formación de los continentes, ya que en el principio los continentes formaban una gran pangea.

Siendo esto verdad, entonces la declaración del Señor Jesucristo indica que el desastre venidero será realmente algo sin precedentes, más violento que lo ocurrido en el tiempo de Noé, y lo del tiempo de Peleg.

Algunos han sugerido que estas “fuentes del grande abismo” que se rompieron cuando ocurrió el diluvio, bien pudieron haber sido volcanes que arrojaron al aire grandes nubes de varios gases, incluyendo agua hirviendo y vapor. Por largo tiempo, el sol incluso no era visible. Lentamente la atmósfera se fue aclarando, y las aguas del diluvio se fueron retirando dejando al descubierto un nuevo mundo azotado por el viento, mal tiempo, tormentas, tornados, huracanes, y demás.

Antes de este diluvio, la meteorología de la Tierra era tan estable que incluso ni llovía. Con todo lo difícil que esto pueda parecer, la Biblia es inequívoca acerca del asunto. En los siguientes versículos, debemos tomar nota de dos cosas: Primero no llovía, segundo Dios es revelado como la causa de la lluvia: “Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados, el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos, y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que naciese; porque Jehová Dios aún no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre para que labrase la tierra, sino que subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra” (Gn. 2:4-6).

Aquí, tal como otros han registrado en gran detalle, la radiación solar, la geología de la Tierra y el clima, eran bien diferentes a las condiciones actuales. Dios diseñó por entero y a la medida, el medio ambiente para esta creación.

En otras palabras, Dios controla el mal tiempo, el clima y la interacción entre la Tierra y el Sol. Es tanto Creador como Controlador, Ése quien en un momento de la historia del planeta, no permitía que lloviera. Esto dista mucho de la opinión moderna, la cual sostiene que el hombre es la principal influencia en los sistemas que controlan el clima.

En este día en que todo se monitorea por sistema de radares y satélites, algunas veces hasta se le da crédito al meteorólogo por el control del clima. Cuando anuncia buen clima, hasta recibe congratulaciones, y cuando el clima es malo algunos lo culpan, como si de hecho fuera el causante. Algunos incluso hasta teorizan, diciendo que nos encontramos ya en el punto, que casi somos capaces de controlar el clima del planeta. Pero si esto lo evaluamos de acuerdo con lo que enseña la Biblia, tal suposición luce ridícula.

De hecho, todos sabemos muy bien que los meteorólogos son incluso incapaces de anticipar los patrones del clima más allá de unos pocos días. La histeria acerca del calentamiento global es una demostración de la incapacidad del hombre para controlar el medio que lo rodea. Sus proponentes de continuo aseguran que la humanidad está prácticamente al borde de un desastre incontrolable. Muchos de ellos proclaman que nos encontramos sólo a unos pocos años de que tenga lugar un cambio irreversible en el clima.

La tribulación involucrará cataclismos similares a los que ocurrieron en el tiempo del diluvio, pero también varias catástrofes adicionales, algunas de las cuales se extenderán más allá de la atmósfera que nos rodea, hasta el propio sol.

El futuro del Sol

Como es bien sabido por la ciencia, la energía del sol es esencialmente toda la energía de nuestro sistema planetario local. Si se extingue, se extinguirá también la vida en esta parte del cosmos. Por consiguiente, es especialmente interesante examinar el futuro, pero desde la perspectiva de Dios en los cielos.

Él creó el sol, y puede usarlo para hacer cualquier cosa que tenga en mente. Durante el período de la tribulación, sus ángeles irán de aquí para allá y desestabilizarán el entero sistema global, incluso hasta el punto que la humanidad llegará al borde de la extinción. Jesús dijo en el contexto de la tribulación, que las condiciones serían tan fieras que hasta la propia supervivencia de la humanidad estaría en juego: “Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá. Y si aquellos días no fuesen acortados, nadie sería salvo; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados” (Mt. 24:21, 22).

Pero, ¿cómo puede ser posible tal cosa? ¿Qué será lo que ocurrirá que afectará hasta la supervivencia de la humanidad? La respuesta es bien simple, particularmente cuando consideramos la fobia actual de que mucha exposición al sol produce cáncer. Hoy en día se nos aconseja que usemos lentes que absorban los rayos ultravioleta y lentes de contactos para proteger los ojos del sol. Comerciales de televisión por millares nos urgen a que evitemos la exposición prolongada a los rayos solares y que nos apliquemos cremas especiales para protegernos la piel.

Todo esto, debido a la variedad de cánceres y otras enfermedades que pueden manifestársele a esos que se exponen demasiado a los rayos solares. La habilidad de nuestra atmósfera para absorber esos rayos se ha debilitado por los cambios masivos en el clima. Tal vez el colosal intercambio nuclear que tendrá lugar en el futuro tendrá este efecto, que la naturaleza de la radiación del sol se verá sometida a alteraciones mortales. Ahora considere cuidadosamente estas palabras del libro sagrado: “Y sobre todo monte alto, y sobre todo collado elevado, habrá ríos y corrientes de aguas el día de la gran matanza, cuando caerán las torres. Y la luz de la luna será como la luz del sol, y la luz del sol siete veces mayor, como la luz de siete días, el día que vendare Jehová la herida de su pueblo, y curare la llaga que él causó. He aquí que el nombre de Jehová viene de lejos; su rostro encendido, y con llamas de fuego devorador; sus labios llenos de ira, y su lengua como fuego que consume” (Is. 30:25-27).

Sólo imagine un verano bien caliente y luego multiplíquelo por siete, para que se haga una idea de lo que declara la Biblia al decir, “y la luz del sol siete veces mayor, como la luz de siete días”. Aquí la profecía de Isaías ciertamente se refiere a los días de la tribulación… probablemente muy cerca del tiempo de la batalla de Armagedón.

La profecía de Isaías parece aludir al mismo evento descrito en Apocalipsis 16:8, cuando “el cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual fue dado quemar a los hombres con fuego”. Esto enfatiza el resultado, pero no la causa. ¡Y el resultado es espectacular! Bajo estas condiciones, los seres humanos no podrán salir fuera de sus hogares sin todo el cuerpo cubierto y sin lentes especiales para protegerse los ojos. Imagine la sequía que habrá entonces, los fuegos de maleza, la combustión espontánea y la intensidad del calor dentro de las casas y vehículos. Desde que Adán fuera creado, el mundo nunca ha experimentado tales condiciones.

Este juicio será contra el reino del anticristo. Imagine cuál no será la consternación de sus seguidores, cuando el reino se convierta en un infierno sobre la tierra. Seguramente, entonces se volverán contra él en algún momento. En el mismo contexto, note el juicio del siguiente ángel: “El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia; y su reino se cubrió de tinieblas, y mordían de dolor sus lenguas, y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras” (Ap. 16:10, 11).

Tal parece, que exactamente en medio del ardiente calor solar, un ángel oscurecerá la Tierra. El resultado será inimaginable: calor en medio de la oscuridad. Esto nos recuerda las plagas de Egipto en los días de Moisés, cuando por tres días los egipcios no se atrevían ni a moverse. El temor y angustia de esos que tendrán que afrontar tales condiciones, los llevará al borde de la locura. Pero en su estado reprobado, se rehusarán a arrepentirse, y en lugar de implorar el perdón de Dios, blasfemarán y lo culparán por lo que estará ocurriendo.

Los ángeles de Dios están investidos con el poder para cambiar la potencia de la energía del sol, asimismo disminuirla. Tal vez ellos hasta harán que aumenten el número de tormentas solares. Posiblemente la energía del espectro solar se verá alterada de alguna manera. No hay forma que podamos saberlo, pero el resultado es obvio. La humanidad se verá sometida a una dosis masiva de radiación dañina. En ese día de grandes catástrofes climáticas, nadie culpará a los hombres por el consumo excesivo de hidrocarbonos.

Pero… ¿Cuál será el resultado de toda esta furia solar? ¿Quemaduras en la piel? ¿Cáncer? ¿Ceguera? Parece obvio que los hombres se verán obligados a cubrirse completamente el cuerpo si tienen que salir afuera en el día. Durante los últimos años, las tormentas solares masivas han resultado en megatones de partículas cargadas que han salido disparadas de la superficie del sol. Afortunadamente, hasta este momento, no han impactado nuestro planeta. Pero estas llamadas expulsiones de masa coronal, o agujeros en la corona del sol, son llamaradas solares que tienen el potencial para quemar a nuestro mundo con calor y radiación.

Según los observadores el hecho de que nuestro planeta no haya sido impactado se debe a “buena suerte”. Nosotros por el contrario le llamamos una bendición de Dios. Sea como fuere que se le llame, todo lo que ocurrirá demostrará la veracidad de las profecías de la Biblia. Ciertamente habrá un tiempo cuando la furia del sol se reflejará con un calor increíble.

Luz y oscuridad

Los juicios de la tribulación están arreglados específicamente como una demostración del poder de Dios. Los hombres que creen comprender los “procesos naturales” quedarán impactados al comprobar que esos procesos están bajo el control de un intelecto poderoso. Esta idea es completamente clara en la profecía de Isaías: “Aullad, porque cerca está el día de Jehová; vendrá como asolamiento del Todopoderoso. Por tanto, toda mano se debilitará, y desfallecerá todo corazón de hombre, y se llenarán de terror; angustias y dolores se apoderarán de ellos; tendrán dolores como mujer de parto; se asombrará cada cual al mirar a su compañero; sus rostros, rostros de llamas. He aquí el día de Jehová viene, terrible, y de indignación y ardor de ira, para convertir la tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores. Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor. Y castigaré al mundo por su maldad, y a los impíos por su iniquidad; y haré que cese la arrogancia de los soberbios, y abatiré la altivez de los fuertes. Haré más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre. Porque haré estremecer los cielos, y la tierra se moverá de su lugar, en la indignación de Jehová de los ejércitos, y en el día del ardor de su ira” (Is. 13:6-13).

Sería muy fácil decir que las condiciones descritas aquí son simplemente el resultado de fuegos locales, o la consecuencia de una guerra nuclear que ha colmado el aire con fuego y polvo. Pero que se «estremezcan los cielos», ciertamente no será una catástrofe local. No podemos decir con exactitud qué es lo que significan estas palabras, excepto que tal parece, que de alguna forma, hasta la rotación de la órbita de la Tierra se alterará. En el fin, incluso hasta la duración del año solar y del día serán cambiados.

Una calamidad futura

El capítulo 24 de Isaías, ha sido llamado a menudo el “Pequeño Apocalipsis”. Comienza con un cuadro de devastación que es prácticamente increíble, ya que dice: “He aquí que Jehová vacía la tierra y la desnuda, y trastorna su faz, y hace esparcir a sus moradores” (Is. 24:1).

Difícilmente podríamos tener un cuadro más perturbador de una destrucción más terrible que esta. Imagine las consecuencias de una guerra nuclear, combinada con perturbaciones a una escala astronómica y llameante radiación. El resultado será una tierra asolada por el fuego, virtualmente desprovista de vegetación. Los hombres tropezarán unos contra otros en aturdimiento, vagando y preguntándose dónde podrán encontrar el próximo bocado de comida.

La descripción de Isaías de la maldición que le sobrevendrá a la Tierra, llega a ser incluso más profunda: “Terror, foso y red sobre ti, oh morador de la tierra. Y acontecerá que el que huyere de la voz del terror caerá en el foso; y el que saliere de en medio del foso será preso en la red; porque de lo alto se abrirán ventanas, y temblarán los cimientos de la tierra. Será quebrantada del todo la tierra, enteramente desmenuzada será la tierra, en gran manera será la tierra conmovida. Temblará la tierra como un ebrio, y será removida como una choza; y se agravará sobre ella su pecado, y caerá, y nunca más se levantará. Acontecerá en aquel día, que Jehová castigará al ejército de los cielos en lo alto, y a los reyes de la tierra sobre la tierra” (Is. 24:17-21).

Pero… ¿Cómo ocurrirá tal cosa? De alguna forma, la rotación segura y constante de la Tierra se interrumpirá. ¿Será quizá por un terremoto de proporciones gigantescas que desplazará las placas tectónicas? Si los continentes de alguna forma se desplazaran hacia nuevas posiciones, ¿acaso no se desestabilizaría el alineamiento de nuestro planeta? Sea cual fuere el método que usará Dios, es claro que el resultado de todo serán cambios masivos. El sistema mundial actual sucumbirá para nunca volver a ser.

Cuando llegue la tribulación, los líderes de las Naciones Unidas tratarán de salvar el medio de la Tierra. En la actualidad y a pesar de las quejas continuas, vivimos en un estado de bendición, donde el alimento abunda, y las necesidades de la vida se ven solucionadas. Incluso tenemos disponibles lujos de toda clase como nunca habíamos visto en la historia de este planeta. No obstante, incluso bajo estas circunstancias, esos que propagan el pánico claman que la humanidad se encuentra al borde de la destrucción.

Pero… ¿Qué dirán ellos en ese día de grandes terremotos, cuando todo el planeta se estremecerá? Piense en estas palabras: “Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla se removió de su lugar” (Ap. 6:14).

¿Cómo reaccionará la humanidad inconversa cuando el terror del cielo se haga una realidad? Será, exactamente como lo declaran los siguientes versículos: “El segundo ángel tocó la trompeta, y como una gran montaña ardiendo en fuego fue precipitada en el mar; y la tercera parte del mar se convirtió en sangre. Y murió la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar, y la tercera parte de las naves fue destruida. El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas” (Ap. 8:8-10).

La religión secular que ha depositado su fe en la estabilidad global quedará hecha añicos, todos los que han depositado su fe en “Gea, la Madre Tierra”. Quienes miran a la Tierra para su salvación serán severamente probados. Por otra parte, esos cuya fe descansa en la obra consumada del Señor Jesucristo serán librados de la ira venidera.

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