EL OBRERO ES DIGNO DE SU SALARIO

EL OBRERO ES DIGNO DE SU SALARIO


Por Jack Fleming

Mat 10:9-10 «No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento».

Este es el principio establecido por el Señor para el sustento de los obreros de la mies. Luego el mismo apóstol Pablo confirma, bajo la dirección del Espíritu Santo, esta verdad bíblica:

1Ti 5:17 «Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doble honor, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar.
1Ti 5:18 Pues la Escritura dice: No pondrás bozal al buey que trilla; y: Digno es el obrero de su salario».

¿Existe alguna contradicción cuando el Señor Jesucristo dice: «alimento» y Pablo cita: «salario»? Evidentemente que no, porque ambos expresan la misma idea, que el que trabaja es digno de su salario, es decir, de su comida.

Esto se aprecia claramente cuando el Señor envía a los setenta a predicar y les reitera, Lc.10:2, 7-8 «Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa. En cualquier ciudad donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan delante».

Entonces ¿Por qué hoy solamente citan que «el obrero es digno de su salario» y omiten intencionalmente las palabras textuales del Señor? ¿»Su alimento»? La razón es muy simple, porque tuercen lo que ha dicho el Señor, que el siervo es digno de su comida, su alimento, y solamente quieren referirse «al salario», para poder incluir todas las demás añadiduras que hoy han introducido como legítimas de los «siervos del Señor», que en la mayoría de los casos son una burla de lo que realmente ha dicho el Señor, la comida, las necesidades básicas.

Lo que estamos siendo testigos en nuestros días, que hacen aquellos que se autodenominan «siervos del Señor», es un insulto a nuestra inteligencia y una burla a la Palabra del Señor, quien dijo categóricamente:»No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento».

Porque todos sabemos perfectamente que los pastores son los que económicamente mejor viven que toda de su congregación, y esto haciendo precisamente lo contrario a lo que el Señor ha ordenado. Desobedeciendo a la Palabra de Dios han acumulado dinero y bienes personales, con el agravante de no haber trabajado para ello como Dios ordenó desde el principio de la creación para todos los hombres: Gen 3:19 «Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás». Lo mismo que ratificó en el Nuevo Testamento para la iglesia el gran Apóstol Pablo guiado por el Espíritu Santo cuando ordenó:2Ts. 3:10 «Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma».

La inmensa mayoría de estos «siervos» han elevado notablemente su estilo de vida cuando se dedicaron «a la obra del Señor». Han logrado (contradiciendo lo ordenado por el Señor precisamente para ellos), han acumulado bienes y dinero que antes no poseían, tal es así, que esta actitud inconsecuente con la Palabra de Dios, ha despertado la codicia de muchos otros imitadores que han visto en esta forma de vida una importante fuente de ingresos, mayormente por el poder y la facilidad con que se obtiene. Hoy no se trata de tomar la cruz de Cristo cada día y seguir al Señor (Lc.9:23), sufrir penalidades, privaciones, persecuciones y cárceles; sino de cada día centralizar mayor poder y más bienes de este mundo.

Al decir que sean tenidos por dignos de doble honor, obviamente que se está refiriendo a los líderes de la iglesia, que además de su labor de ancianos o pastores, también se dedican a la predicación y enseñanza de la Palabra de Dios.

Pero no hemos de perder de vista en el contexto que está dicho, porque Pablo solamente cita una parte de lo expresado por el Señor Jesucristo, quién ha dicho:

Mat 10:9-10 «No os proveáis de oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni de alforja para el camino, ni de dos túnicas, ni de calzado, ni de bordón; porque el obrero es digno de su alimento».

El concepto indicado por el Señor Jesucristo, en lo referente al sustento de los siervos que se dedican a la obra de Dios, es que no se provean de oro, plata, ni de dos túnicas, ni de ningún bien material. Porque aquello indispensable para su sustento, como es el alimento, debe ser provisto por la iglesia si es necesario; pero de ninguna manera autoriza los excesos que nos tienen acostumbrados los pastores que actúan sin temor de Dios en nuestros días.

No está diciendo lo que hoy se enseña y exige en muchos lugares, que la iglesia debe proveer al pastor lo mejor, una casa ideal, un automóvil moderno, viajes de «turismo cristiano» para visitar otros lugares y hasta en el extranjero, donde se hospedan en lujosos hoteles y viajan en primera clase. Cada día son más los que se han transformado en empresarios, inversionistas de inmobiliarias y accionistas de la bolsa mercantil, todo esto con los recursos obtenidos en su «pastoreado».

Jamás el Señor ha dicho lo que hoy piden los comerciantes de la fe, que ellos deben ser sustentados por la iglesia para vivir como reyes, porque dicen, para eso son hijos de reyes y no deben mostrar pobreza; el Señor solamente dijo: «el obrero es digno de su alimento» . Esta conducta se contradice abiertamente con el ejemplo que nos dejó el Señor Jesucristo, quien siendo efectivamente el Rey de reyes, escogió el hogar de un modesto carpintero para venir a este mundo y no el palacio de un rey.

Bajo una distorsión bíblica sin precedentes, los pastores son los que mejor estándar de vida han logrado en sus iglesias, y todo esto sin haber trabajado jamás por su propio sustento como Dios lo ordena para todo cristiano decente.

Quizás lo más denigrante es que todo lo que han obtenido, es gracias al sacrificio y esfuerzo desmedido de hermanos modestos que con muchas privaciones para sus propias familias, lo han entregado todo con mucha fe, pero con ingenuidad, para cumplir con las exigencias insaciables de estos personajes.

Esta escandalosa situación que hoy vemos en la mayoría de las iglesias, es condenada enfáticamente en la Palabra de Dios: 2Ts 3:10 «Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma».

Si los pastores se sometieran a esta ordenanza de Dios, muchos de ellos no tendrían que gastar de los dineros santos que fueron donados para la obra de Dios, para hacer dietas especiales en su lucha contra la obesidad, que en la mayoría se hace evidente.

«Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma». Palabras muy solemnes, especialmente cuando provienen de un Dios Santo al cual decimos servir.

Jud 1:4,12 «Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo. Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo desvergonzadamente con vosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados».

Al decir: «se apacientan a sí mismos», está indicando que son pastores. La versión Internacional traduce así: «Estos individuos son un peligro oculto: sin ningún respeto convierten en parrandas las fiestas de amor fraternal que ustedes celebran».

Sin duda alguna que a éstos se refiere también la advertencia que nos hace la Palabra del Señor en Hch. 20:29 «Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño. Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos». 2Pe 2:3 «y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas».

Por este motivo Dios les otorga el calificativo de «Traficantes de almas» Ap. 18:11 «Y los mercaderes de la tierra lloran y hacen lamentación sobre ella, porque ninguno compra más sus mercaderías; mercadería de oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas,…almas de hombres».

La Palabra de Dios condena contundentemente a estos que andan desordenadamente:

2Ts 3:10 «Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma
2Ts 3:11 Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente

1Ts 4:11 y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado».

Con cuanta autoridad podía decir el gran apóstol Pablo esta exhortación bajo la dirección del Espíritu Santo, porque él conquistó con la poderosa Palabra de Dios, el Medio Oriente, Europa, Asia y el Norte de África, y todo esto sin disponer de los medios modernos y costosos que hoy usan y abusan aquellos que hoy dicen ser «siervos de Dios».

Pablo hizo todo ese tremendo trabajo, dependiendo únicamente del poder de Dios y no del bolsillo de los hnos. Podía decir y exhortar con mucha dignidad:

Hch 20:33 «Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado.
Hch 20:34 Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido».

Hch 18:3 «y como era del mismo oficio, se quedó con ellos, y trabajaban juntos, pues el oficio de ellos era hacer tiendas».

El apóstol Pablo, que provenía de una familia acomodada, que había sido fariseo de fariseos como él mismo se definió, sirvió como militar bajo el poderoso ejército romano, pero cuando aceptó al Señor Jesucristo como su Salvador y Señor, no consideró una humillación trabajar con sus manos para su sustento, sino que con mucho orgullo dice que «estas manos me han servido» y trabajó en su oficio haciendo tiendas.

Los judíos hasta el día de hoy mantienen como norma de vida para ellos, que aunque sean profesionales muy exitosos, deben necesariamente tener además una profesión manual. Personalmente conozco un judío que es médico jefe de un hospital, y además es un excelente carpintero.

Sin embargo muchos de los que en la iglesia dicen servir al Señor, jamás han tenido la responsabilidad de trabajar por su propio sustento y el de sus familias. ¿Cómo van a poder entender y aconsejar a un hno. cuando atraviesa por un problema laboral, considerando que ellos mismos nunca han experimentado esa responsabilidad impuesta por Dios desde el principio de la creación?

Gen 3:19 «Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás».

Me parece algo tan banal, como cuando un sacerdote católico pretende dar consejos sobre la vida matrimonial. Recuerdo haber escuchado en América latina a un misionero, exhortar a los jóvenes a no ir a estudiar a las universidades, debido al pecado generalizado en ese ambiente, decía que para servir a Dios no necesitaban más que una enseñanza secundaria.

Lo que ese señor desconocía, que especialmente en esos países del tercer mundo, la única forma de salir de la pobreza que ellos tienen, es a través del esfuerzo de obtener un título aniversario. ¿Qué podría saber él lo difícil que es obtener un trabajo medianamente remunerado, cuando jamás había tenido que enfrentar la necesidad de trabajar por su sustento?

Otra cosa que nunca he podido comprender, es el «turismo cristiano» que se practica indiscriminadamente ¿Cuál es el objetivo de enviar misioneros al extranjero, cuando extranjeros tienen que venir a nuestro país a predicar? ¿No existen hnos. capacitados por el Espíritu Santo para predicar en cada iglesia que Dios ha formado? ¿Se olvidó Dios de conceder ese don en algunas iglesias?

El apóstol Pablo aceptó ofrendas solamente de los hnos. cuya espiritualidad él conocía perfectamente. De la iglesia de los filipenses, como lo agradece cuando les escribe desde su prisión.

Filp. 4:16 «pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades».

Pero jamás aceptó ofrendas ni ayudas de iglesias cuya espiritualidad no eran compatibles con las disposiciones divinas, y menos aún de algún inconverso, porque tenía muy claro que Dios no es ningún limosnero y tampoco sus siervos. Esto se ve claramente cuando se encontró entre los corintios:

2Co 11:9 «Y cuando estaba entre vosotros y tuve necesidad, a ninguno fui carga, pues lo que me faltaba, lo suplieron los hermanos que vinieron de Macedonia, y en todo me guardé y me guardaré de seros gravoso».

2Co 12:14 «He aquí, por tercera vez estoy preparado para ir a vosotros; y no os seré gravoso, porque no busco lo vuestro, sino a vosotros».

La misma conducta y decisión mostró cuando estuvo entre los tesalonicenses, a los cuales ordenó, primero con su conducta y luego con su firme exhortación, a que si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma.

¿Por qué el apóstol Pablo, que predicó en varios continentes, pudo trabajar por su sustento, y los pastores modernos no lo hacen?

La gran excusa que presentan es que no podrían dedicarse a la obra del Señor, si además tuvieran que trabajar por su propio sustento. Pero la pregunta se mantiene ¿Por qué no? ¿Acaso Pablo, con menos recursos no pudo hacerlo exitosamente en una extensión geográfica mucho más grande? ¿O alguien se atreve a poner en duda el éxito de la obra que realizó Pablo? Personalmente sé que se puede, aunque la vida no es tan fácil como ellos están acostumbrados.

Un abismo insondable separa la moral y honorabilidad incorruptible del apóstol, con la de los mercaderes de la fe de nuestros días; quienes sin ningún temor de Dios, se atreven a pedir dinero públicamente por las radioemisoras, canales de TV y hasta por medio de Internet a todo el mundo, transformando al Señor de la gloria en un miserable limosnero.

Y este proceder impropio de un verdadero hijo de Dios, se ve agravado por el delito de que en muchos casos, todo el dinero recaudado está en cuentas bancarias a sus nombres personales, y no bajo el nombre de la iglesia. Hnos. muy acongojados me han contado experiencias increíbles, como que sus pastores fueron sorprendidos en hechos inmorales y expulsados de sus iglesias, pero se llevaron con ellos todo el dinero que pertenecía a la congregación, para luego instalarse con el mismo «negocio» (iglesia) en otro sitio.

Los que se han dedicado al negocio del pastoreado, insisten que no tendrían tiempo para visitar a los hnos. ni para preparar sus mensajes. Cuando la realidad es conocida por todos, que visitan únicamente a sus amigos y a los buenos «diezmadores»; y en cuanto al tiempo necesario para la predicación, existen algunos de ellos que practican hasta la inmoralidad de copiarlos textualmente desde Internet, a pesar de que no trabajan.

Indudablemente, gracias a Dios que existen algunas excepciones, pero no son más que eso, excepciones. El Señor aún se ha guardado siervos fieles que no han doblado sus rodillas ante Baal, ni siguen el camino que por lucro escogió Balaam (Judas 1:11-12).

La raíz de todos los males, es como dijo el Señor, el amor al dinero. Pero todo esto ha sido consecuencia del desvío que la mayoría de las iglesias han realizado, alejándose cada día más de las ordenanzas establecidas por Dios en Su Palabra.

Muchos de estos males aceptados por las iglesias modernas, son el resultado de no haber obedecido a otros principios básicos que el Señor ordenó. Un mal arrastra otro mal, es como una bola de nieve que se precipita por la montaña de la desobediencia.

Si hubieran obedecido el método establecido por Dios en cuanto a participar de una sola copa y de un solo pan para la Cena del Señor como ordena la Biblia, el tamaño de las iglesias locales sería regulado automáticamente de acuerdo al corazón de Dios, y no al de los hombres como ocurre hoy en día.

Serían realmente una manada pequeña, pero donde el Señor estaría en medio de ellos (Mat 18:20 «Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos), y cada uno podría ejercitar sus dones espirituales. Pero han preferido escoger el camino de los romanistas y establecer grandes «catedrales» donde la mayoría ni se conocen entre ellos.

Una iglesia local, de acuerdo al tamaño regulado por Dios a través de la obediencia con los símbolos de la Cena, sería una iglesia pequeña, pero donde seguramente el pastor podría trabajar por su propio sustento como lo hizo el apóstol Pablo, y podría atender ese rebaño sin grandes dificultades.

Cuando nació la iglesia el día de Pentecostés, se convirtieron como 3mil personas, pero obviamente no se congregaron todos en un solo lugar, sino que serían muchas iglesias locales que existieron en la misma ciudad y que luego se extendieron por Europa, Asia y África.

La práctica de congregarse en un solo gran local, no aparece hasta el siglo IV cuando nace la iglesia católica con Constantino, quién le regaló varios templos de diferentes divinidades paganas que adoraban en el imperio, para instituir esa nueva religión del Estado, donde él era la cabeza y divinidad máxima.

Cuanta necesidad tenemos de volver a la sencillez del cristianismo bíblico, sacudirnos del polvo de iniquidad y corrupción que está sofocando a muchas iglesias; salir del sistema humano que está globalizando todo, incluyendo el pecado y fermentando las prácticas del mundo dentro de lo que debería ser la casa de Dios.

Los cristianos, especialmente los que trabajamos en Su servicio, no vamos a ser recompensados por el Señor debido a la fastuosidad y grandeza de la iglesia local donde servimos, sino por nuestra fidelidad y consagración, por nuestra honradez y consecuencia con el ejemplo establecido en Su Palabra.

Por el relato bíblico se aprecia que los más sorprendidos cuando venga el Señor por Su iglesia, serán los pastores que decían hacer todo para el Señor. Sin embargo Él les advierte cuando aún tienen tiempo para arrepentirse:

Mat 7:22 «Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?
Mat 7:23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad».

Que el Señor nos haga más conscientes que estamos para servir en los negocios que pertenecen al Dios Santo de la gloria, y que no son nuestros. Basta de seguir transformando la casa de Dios en cueva de ladrones, porque cuando el Señor regrese, hará lo mismo que hizo cuando estuvo acá la primera vez, castigará duramente a quienes hicieron lucro con las cosas santas. Amén

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