En Getsemaní. (2-2)

El Hijo de Dios… me amó y se entregó a sí mismo por mí.Gálatas 2:20.

Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros.Efesios 5:2.

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El evangelista Juan (18:1-11) nos muestra a Jesús en su gloria de Hijo de Dios. No nos habla de Jesús orando en Getsemaní, ni de su angustia, tal como Lucas nos lo cuenta. Juan solamente narra con qué dignidad Jesús salió del huerto de Getsemaní, y pasa por alto las circunstancias y la maldad de los hombres.

En la noche los soldados lo esperaban con linternas, antorchas y armas. Eran conducidos por Judas, el traidor, quien entregó a su Maestro dándole un beso. El Señor Jesús podría haber huido, o haberlos matado, pero no, pues había venido para ofrecerse en sacrificio e iba a acabar su obra. Se acercó a ellos y les preguntó: “¿A quién buscáis?” (v. 4). “A Jesús nazareno”, le contestaron. “Yo soy”, dijo él (v. 5). Los soldados retrocedieron y cayeron al suelo, tal como la profecía lo había anunciado (Salmo 27:2). ¿Por qué no discernieron la gloria de Aquel a quien iban a detener? Su poder, que los lanzaba al suelo, y su amor, que los protegía, ¿No debían redargüirlos? No; dominados por el odio, estaban cegados.

Jesús, decidido a andar por el camino de obediencia a Dios su Padre, y lleno de amor por sus discípulos, declaró: “Si me buscáis a mí, dejad ir a éstos” (Juan 18:8). Entonces, con la situación bajo control, avanzó con paso decidido. No fueron los hombres quienes lo apresaron; Él mismo se entregó y se dirigió a la cruz para ser nuestro Salvador.


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