por Richard Burton


Muchos jóvenes cristianos tienen alguna idea respecto a la clase de persona con quien desearían casarse. Los pensamientos expresados en este artículo tienen el propósito de animar al creyente a tener ideales más elevados en cuanto al noviazgo y el matrimonio, y de guiarle a pensar más detenidamente sobre el tema de cómo escoger pareja. Este tema se tratará de forma general para que pueda aplicarse a personas de diferentes trasfondos.


Parece evidente por lo que leemos en la Santa Escritura que Dios espera que los jóvenes busquen pareja. El Libro de Proverbios contiene mucho consejo saludable para los jóvenes y describe de la siguiente manera la búsqueda de una esposa: “El que halla esposa halla el bien, y alcanza la benevolencia de Jehová” (18:22). El joven que desea casarse busca una experiencia honorable y puede contar con la bendición de Dios. La búsqueda de dirección de nuestro amante Padre celestial al relacionarnos con otras personas, y la anticipación de Su bendición al escoger una pareja, hace que las relaciones románticas sean profundamente espirituales y enriquecedoras en nuestra experiencia cristiana.


El amor hacia otra persona es una profunda emoción humana, una experiencia digna de ser apreciada y cultivada. El momento de fijar pautas de conducta y de determinar las características que exigir a un compañero/a de por vida debería ser antes de buscar pareja seriamente.


Debemos establecer de una vez por todas que un joven cristiano debería considerar el matrimonio solamente con alguien de la misma preciosa fe. Una lectura sencilla de 2 Corintios 6:14 convencerá al creyente de que no debe unirse a un inconverso. Ningún cristiano puede esperar disfrutar el verdadero gozo en Cristo en su matrimonio a menos que esté sujeto a la expresa voluntad de Dios en este asunto. Esta es la consideración más importante de todas. Hemos de recordar que el inconverso está en rebeldía contra Dios. A pesar de su belleza o cultura, el inconverso está perdido. El joven que hace del asunto del matrimonio un tema de oración constante y tenaz no es el joven que se casa con una inconversa. Desde alguna experiencia observando la conducta de varios jóvenes frente al matrimonio, mi opinión firme es que el joven que ha estado orando seriamente por una pareja no comete el trágico error respecto al matrimonio que tan frecuentemente cometen las personas que no tienen una vida de oración.


Actitud ante las cosas de Dios

Si su actitud ante las cosas de Dios resulta satisfactoria, hemos de valorar otras consideraciones; ¿cómo es la vida de esta persona en su hogar? ¿Sus padres discuten y riñen constantemente? Los hijos que son el producto de un hogar que parece un campo de batalla no suelen apreciar la paz y la seguridad que ofrecen el diálogo tranquilo y las decisiones tomadas por el marido. Si la mujer es la que toma las decisiones y el hombre no es el cabeza del hogar, puede afectar ese nuevo hogar que quieres establecer. La Escritura enseña de manera enfática que el esposo ha de ser cabeza de la esposa (Ef. 5:22). Cualquier otro acuerdo es una desobediencia a la voluntad manifiesta de Dios para Su pueblo, y sólo puede llevar a la desdicha en el hogar.


Actitud en las relaciones humanas

¿Cuál es la actitud de la persona en la que tienes interés hacia los otros miembros de su familia? ¿Muestra amor y respeto hacia sus padres y hermanos pequeños? ¿Cómo es la relación entre esa persona y sus padres? Puede constituirse como axioma que el joven que no es agradecido, respetuoso y amantemente obediente a sus padres no tiene la madurez necesaria para entrar al matrimonio. La persona que no siente una deuda de amor hacia los que han cuidado de ella como un bebé indefenso, y que han provisto comida, ropa, techo, educación y seguridad, seguramente no apreciará tus esfuerzos para crearle un hogar.


Actitud hacia los mayores

¿Cuál es la actitud de esta persona hacia tus propios padres? ¿Cómo reaccionan tus padres ante esta persona? Nadie que precie su propia felicidad futura consolidará una amistad a la que sus padres no dan su bendición. Si tu amigo/a no suscita la aprobación de tus padres, hay que buscar una conversación franca con ellos sobre el asunto. Es muy posible que tus padres, siendo mayores y más experimentados que tú, tengan objeciones razonables. Jamás ignores sus deseos en el asunto. Todas tus actividades deben gozar de la plena aprobación de tus padres. Asimismo, debes someterte al mismo examen respecto a los padres de tu compañero/a. Recuerda que de una forma muy real te casas con toda la familia. Si hay enemistad entre tú y algún miembro de la familia de tu compañero/a, puede llevar a conflictos y angustias en tu propio hogar. Se puede evitar el conflicto no contemplando el matrimonio con una persona a cuya familia no puedes respetar y amar.


Igualdad social

¿Cuál es la posición social e intelectual de la persona que te llama la atención? Algunos jóvenes creen equivocadamente que el matrimonio soluciona los defectos sociales y personales. ¡Nada más lejos de la verdad! De hecho, el matrimonio no elimina las diferencias, sino sólo consigue realzar e intensificarlas. Un hábito personal que se toleraba a duras penas durante el noviazgo se convierte en insoportable después de la boda por una convivencia constante e íntima. Guardarse la opinión antes del matrimonio con la idea de cambiar después a tu pareja es un error. Cualquier cambio de comportamiento o actitud que quieras ver en tu pareja debe de comunicarse con claridad antes del matrimonio. Esa relación íntima no cura ninguna diferencia de personalidad.


Aprobación de los padres

Debes buscar activamente la aprobación de tus padres. Debe existir un espíritu entusiasta de amor generoso entre las dos familias. Busca no sólo la aprobación de tus padres y la dirección del Señor, sino también la comunión con los cristianos con quienes te relacionas. Los verdaderos creyentes en Cristo siempre se alegran viendo a unos jóvenes que aman al Señor Jesús, que se aman el uno al otro y que se casan en el Señor.


Progreso espiritual

El trato con la persona con quien piensas casarte debería convertirte en mejor cristiano. Si es la clase de persona con quien Dios desea que te cases, cada momento de comunión entre los dos os acercará más a Cristo. Una persona que no ennoblece tus ideales y hace crecer tus deseos de vivir una vida más santa y más consagrada al Señor no es digna de tu tiempo ni de tu amor.


Evaluación de uno mismo

Ahora, piensa en ti mismo y valora si reúnes los requisitos para el matrimonio. ¿Eres lo suficientemente maduro para apreciar un hogar propio, y para asumir felizmente la labor de establecer y mantener a una familia propia? ¿Eres capaz de sacrificar algunos deseos personales menos importantes para alcanzar una meta más grande? ¿Estás preparado para asumir la responsabilidad de traer a otro ser humano al mundo? Los hijos siempre han de considerarse el resultado normal y deseado del matrimonio. El matrimonio es la unión espiritual de dos personas cuyas entidades se han fundido en una. ¿Eres lo suficientemente maduro para perder tu identidad y recuperarla con mayor significado en tu unión con otra persona, convirtiendo así dos vidas en una sola? Si puedes contestar afirmativamente con toda honestidad, probablemente estás preparado para el matrimonio.


Cuando encuentres a la persona de tu vida, recibirás la profunda seguridad de que es la persona adecuada. Cuánto más ores por el asunto, cuánto más medites sobre ello y le pidas a Dios que te encamine, más profunda será tu seguridad.

El joven creyente que espera en el Señor en la cuestión del amor puede unirse al salmista cuando dijo: “Nuestra alma espera a Jehová; nuestra ayuda y nuestro escudo es él. Por tanto, en él se alegrará nuestro corazón, porque en su santo nombre hemos confiado” (Sal. 33:20-21).

Fuente: http://www.plymouthbrethren.org/article/7240

Traducido por: Emily Knott


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