FELIX GONZALES…

En nuestras vidas hay personas invisibles. Invisibles porque hacen cosas importantes pero nadie las ve. Todos tenemos esa clase de personas a nuestro alrededor. David, cuenta la Biblia, tenía treinta valientes con él. Pero hubo tres invisibles que hicieron lo que otros nunca pudieron haber hecho… le llevaron el agua del pozo que estaba al otro lado de las líneas enemigas. Fue tal su arrojo y valor que David no la bebió sino se la consagró al Señor. Esos invisibles nunca fueron superados. Nadie les llegó a su altura. Son las gentes valientes que nos sorprenden con su servicio. Con su amor. Con su valentía y desprendimiento de su «yo» al ponerse a nuestro servicio sin que se lo pidamos… ellos saben lo que tienen que hacer y no esperan ni las gracias… Por eso mi artículo de hoy. Este domingo nueve de mayo, estuve de visita relámpago en una Iglesia en la ciudad de Dover, N.J. en donde son pastores mi cuñado Homero Maldonado y mi hermana. Es una congregación en pleno desarrollo y crecimiento. Pero lo que me llamó la atención fue encontrar a un hermano de su oficialidad, él solo, cuidando y preparando el templo para el servicio al Señor. Hacía un frío terrible que calaba los huesos y el hermano ya tenía preparado el café y otras cosas para esperar a los pastores. Según me contó mi hermana, siempre les prepara el café con algún bocadillo para que coman y les hace sentir importantes. En un momento de la charla con él, el pastor le dio las gracias por haber cortado la grama del patio trasero. Según me di cuenta, él se encarga de mantener el edificio en buenas condiciones sin que se lo pidan. Todo lo hace para el Señor, sin esperar aplausos ni placas de reconocimiento. ¿Su nombre? ¡exacto! ya lo conoce por el título que le puse a este escrito. Félix es un hombre digno de respeto. Digno de quitarse el sombrero por su abnegado servicio a Su Señor. Es el mil usos de la Iglesia. Y, cuando le pedí su correo fue para hacerle llegar mi reconocimiento por ese amor mostrado a sus pastores… Yo me siento privilegiado de tener gente como él en mi preciosa congregación. Yo también me enorgullezco de tener varones como él al servicio de mi Señor sin esperar que yo les mencione. Como nunca sabremos los nombres de los tres valientes de David ni de sus treinta, sin embargo sus nombres y actividades están reconocidas en los Libros Celestiales. Estoy seguro que allí está siendo anotado todo lo que Félix González hace en Dover, New Jersey.
Que estas líneas sirvan como un aplauso a nuestros hermanos alrededor del mundo, donde exista un Félix allí quiero enviar este mensaje de reconocimiento, este aplauso, esta honra y honor a quienes como nuestro Félix de Dover, hacen cosas que no se les pide pero que allí están, viendo la telaraña y buscando a la araña… Como firma nuestro hermano misionero en España, Tony Vásquez, «sosteniendo la soga a nuestro favor». A propósito… ¿nunca se ha preguntado quien reparó el techo de la casa donde aquellos cuatro bajaron a su amigo para que Jesús lo sanara? ¡Bendiciones a todos los que son como Félix y como el que reparó aquel techo!

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