GÉNESIS ESTUDIO 40. ABRAHAM 6

PACTO
GÉNESIS 15
Después de esto, el Señor le habló a Abram en una visión y le dijo:
—No tengas miedo, Abram, porque yo soy tu protector. Tu recompensa va a ser muy grande.
Pero Abram le contestó:
—Señor y Dios, ¿de qué me sirve que me des recompensa, si tú bien sabes que no tengo hijos? Como no me has dado ningún hijo, el heredero de todo lo que tengo va a ser Eliézer de Damasco, uno de mis criados.
El Señor le contestó:
—Tu heredero va a ser tu propio hijo, y no un extraño.
Entonces el Señor llevó a Abram afuera, y le dijo:
—Mira bien el cielo, y cuenta las estrellas, si es que puedes contarlas. Pues bien, así será el número de tus descendientes.
Abram creyó al Señor, y por eso el Señor lo aceptó como justo y le dijo:
—Yo soy el Señor; yo te saqué de Ur de los caldeos para darte esta tierra como herencia.
—Pero, Señor y Dios, ¿cómo podré estar seguro de que voy a heredar esta tierra? —contestó Abram.
Y Dios le dijo:
—Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, de tres años cada uno, y también una tórtola y un pichón de paloma.
10 Abram trajo todos estos animales a Dios, los partió por la mitad y puso una mitad frente a otra; pero no partió las aves. 11 Y los buitres bajaban sobre los cuerpos de los animales muertos, pero Abram los espantaba. 12 Cuando empezaba a anochecer, Abram se quedó profundamente dormido. De pronto lo rodeó una gran oscuridad y sintió mucho miedo. 13 Entonces el Señor le dijo:
—Debes saber que tus descendientes vivirán en un país extranjero, y que allí serán esclavos, y que serán maltratados durante cuatrocientos años. 14 Pero yo también castigaré a la nación que va a hacerlos esclavos, y después tus descendientes saldrán libres y dueños de grandes riquezas. 15 Por lo que a ti toca, morirás en paz cuando ya seas muy anciano, y así te reunirás con tus antepasados. 16 Después de cuatro generaciones, tus descendientes regresarán a este lugar, porque todavía no ha llegado al colmo la maldad de los amorreos.
17 Cuando ya era de noche y todo estaba oscuro, apareció un horno que echaba humo y una antorcha encendida que pasaba por en medio de los animales partidos. 18 Aquel mismo día el Señor hizo una alianza con Abram y le dijo:
—Esta tierra se la daré a tus descendientes, desde el río de Egipto hasta el río grande, el Éufrates. 19 Es decir, la tierra de los quenitas, los quenizitas, los cadmoneos, 20 los hititas, los ferezeos, los refaítas, 21 los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos.

En este pasaje el Señor habla con Abraham por tercera vez y vuelve a prometer que heredaría la tierra en la que se encontraba en aquellos momentos. También le menciona que sus descendientes serían tan numerosos como las estrellas del cielo, en caso que fuera posible contarlas. Sin embargo, Abraham plantea una objeción que tiene todo el sentido del mundo, no tiene ningún hijo, su mujer es estéril y ambos de edad ya muy avanzada. Tal y como estaban las cosas sería su mayordomo, el principal de su casa, un sirio, quien heredaría toda su fortuna y posesiones y su nombre, el del patriarca desaparecería así como su memoria.
Lo impactante de este pasaje es que afirma que Abraham creyó la promesa de Dios y, como consecuencia, el Señor lo justificó, lo declaro justo. Esta sencilla afirmación de las Escrituras, tan apenas un versículo, contiene una gran cantidad de material sobre el cual pensar. En primer lugar, y eso desafía me vida, la idea de creer en Dios, confiar en Él aún cuando nada a mi alrededor hace «razonable» su promesa y el confiar en Él o en las mismas. Me doy cuenta que, en buena medida, la vida cristiana consiste precisamente en eso, en confiar en la lógica o sabiduría de Dios que, como muy bien afirma la Biblia, está en muchas ocasiones en contradicción con la lógica del mundo y su sentido común.
La segunda cosa que tiene para mí sentido en este sencillo versículo tiene que ver con una de las esencias de la fe protestante, uno de nuestros distintivos, la justificación por medio de la fe. Abraham fue declarado justo al margen de las obras, únicamente porque depósito su fe, su confianza en el Señor. Esta sigue siendo una verdad fundamental en mi vida y en la de millones y millones de seguidores de Jesús que somos conscientes que lo único que nos hace justos ante Él es la confianza depositada en su sacrificio en la cruz por nosotros.
El resto del pasaje habla del pacto que el Señor estableció con Abraham y narra con mucho detalle los aspectos culturales del mismo. Los animales descuartizados significaban la suerte que se deseaba a cualquiera de las partes que rompiera el pacto establecido. En este caso, lo singular del mismo, es que es la divinidad quien lo establece con un ser humano. Tradicionalmente los pactos son entre personas y la divinidad es invocada como testigo del mismo. Otro aspectos a destacar de este pacto es que Dios se obliga a sí mismo sin que haya una contrapartida por parte de Abraham.
UN PRINCIPIO
LA FE ES CONFIAR EN LA PALABRA DE DIOS NO DEBIDO A LAS CIRCUNSTANCIAS SINO A PESAR DE ELLAS.

UNA PREGUNTA
¿QUÉ SITUACIONES EN TU VIDA REQUIEREN QUE APLIQUES LA FE?

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.