Pablo y Silas oraban y cantaban alabanzas a Dios.
Es cierto que la vida es un centro de adiestramiento, como comentaba en Facebook, a pesar de que la sociedad se empeña en vendernos la idea de que es como un parque de entretenimiento. Debido a ello, vivimos de frustración en frustración porque, la inmensa mayoría de las veces, las cosas no son ni como queremos, ni como pensamos, ni como esperamos.
Hay una gran cantidad de cosas en la vida que vienen y no podemos hacer nada por evitarlas, esquivarlas o incluso cambiarlas, no está en nuestra mano. Sin embargo, parece ser que la mayoría de las cosas de la vida si que está a nuestro alcance decidir cómo vamos a responder ante ellas y qué efecto tendrán sobre nosotros.
Si es cierto que la vida es un centro de adiestramiento, entonces, cualquier situación nos invita a plantearnos preguntas importantes ¿Qué puede enseñarme el Señor por medio de esta situación? ¿Qué debería aprender? ¿Qué aspectos de mi carácter está sacando a relucir todo esto y qué debería hacer al respecto?
Veo que, al menos para mí, esta es la gran lección de Pablo y Silas. No pudieron evitar lo que les sucedió, sin embargo, si decidieron responder de una manera determinada, en este caso, cantando y alabando al Señor. Para alguien que había sido apaleado y echado en el fondo de una prisión, no está nada mal.
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