Josías: Lo que le agradaba al Señor

La gente puede encontrar una disculpa casi para todo, sin embargo Dios mira detrás de la excusa en busca de los motivos del corazón. A menudo tenemos que tomar decisiones en esferas de la vida donde las buenas acciones resultan difíciles de discernir. Nos ayudaría tomar tales decisiones tratando de identificar los motivos en primer lugar y luego preguntarnos:

«¿Le complacerían a Dios mis verdaderas razones para hacer esto?»

El no se complace cuando hacemos cosas buenas solo para recibir algo a cambio.

Dice las escrituras:……. De ocho años era Josías cuando comenzó a reinar, y treinta y un años reinó en Jerusalén. Este hizo lo recto ante los ojos de Jehová, y anduvo en los caminos de David su padre, sin apartarse a la derecha ni a la izquierda (2Cro 34:1-2).

Es inherente a la naturaleza humana el tomar el pecado a la ligera: dar excusas, culpar a alguien más, o minimizar el daño hecho. No fue así con Josías. Estaba tan consternado por el rechazo del pueblo hacia la Ley que desgarró su ropa para expresar su dolor. La verdadera comprensión de nuestro pecado nos debe llevar a un arrepentimiento sincero, y ayudarnos a producir «arrepentimiento para salvación»

La gracia no corre en la sangre de los hombres, ni las damas heredan la virtud. Aunque Amón, el padre de este rey, era hombre impío y dado al culto de las imágenes, Josías temía a Dios y hacía su voluntad. Era niño de ocho años cuando fue coronado rey, y a los dieciocho años de edad comenzó a buscar a Dios, o, en otras palabras, se convirtió al Señor.

Enseguida empezó a destruir toda clase de imagen que había en su país, llevando la reforma hasta los confines de su reino. El vicio y la criminalidad, que tanto habían crecido cuando el pueblo adoraba a los dioses con ojos que no veían y orejas que no oían, ya tuvieron que desaparecer, como hoy día desaparece el concubinato donde se predica el Evangelio de Cristo.

Estando ocupados cierto día sus siervos en reparar el templo, encontraron un libro que resultó ser la Palabra de Dios, la Santa Biblia como existía en aquel entonces. ¡Imagínese un pueblo que pretende servir a Dios sin primero saber más de su santa voluntad que lo que traía la tradición!

Escribió el profeta Jeremías, quien vivía en esos tiempos: “Halláronse tus palabras, y yo las comí”. Más, al oír el rey el contenido del libro, se llenó de temor, porque comprendía que Dios no podría menos que mandar sobre Israel el castigo que merecía por su idolatría. El verdadero Dios es invisible, y en los diez mandamientos dados por medio de Moisés Él ha prohibido la hechura de toda clase de imagen, o cosa visible, sea cuadro o escultura, para venerarla.

¿Qué debía hacer el rey? ¿Debía esconder la verdad de sus súbditos, o participárselo todo, por hacerles leer el libro? Les hizo leer a todos su contenido, creyéndoles capaces de hacerlo. Y, si la gente común podía comprender la Palabra de Dios en aquellos días, ¿Seremos más torpes de aquel pueblo? Los que desean encarrillar la gente por el buen camino nunca temen la verdad; lo hacen los que favorecen la idolatría y especulan con los ignorantes.

Ya pronto las cosas iban bien en el reino de Josías. La Palabra de Dios fue enseñada públicamente y el culto ordenado según la ordenanza divina, sostenida por ofrendas voluntarias de los israelitas. No había necesidad de cobrarles una tarifa ni obligarles de ninguna manera a sostener el culto. Esos medios se emplean cuando el pueblo no tiene amor a la adoración y servicio.

Hemos notado la conversión del rey. Ninguna persona puede ser hijo de Dios sin ser convertida. No se trata de un cambio de religión, sino de corazón. No son exentos ni aun los reyes, ni los religiosos. Jesús le dijo a un maestro de religión en su día: “Es necesario nacer otra vez”.

El rey fue compungido de corazón por su pecado al hacer caso a la Palabra de Dios, lo que sucede en esta época bajo la proclamación del texto de la Biblia. El perdón es para los que reconocen su culpa, y si usted se reconoce destituido de la gloria de Dios, también podrá ser perdonado y justificado por virtud de la sangre de Cristo.

Pero, no contento con ser perdonado él no más, el rey hizo saber a los demás la gran verdad de su condición delante de Dios, para que ellos a su vez se arrepintieran.

Debemos reconocer la maldad, necedad e injusticia en la vida, y aun así mantener una actitud positiva y una fe sólida en Dios.

Resulta muy extraño que la gente se pase la vida entera luchando por alcanzar el verdadero gozo que Dios nos da como regalo.

Todas las personas tendrán que comparecer delante de Dios y ser juzgadas por lo que hicieron en esta vida. No podremos utilizar las incongruencias de la vida como excusas de no haber vivido adecuadamente.

Bendiciones…..


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.