LA BONDAD TRIUNFA SOBRE EL ORGULLO

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«Y dijo a sus criados: Id delante de mí y yo os seguiré luego; y nada declaró a su marido Nabal» (1 Sam. 25:19).

El Señor determinó que una esposa le debe adecuado respeto a su esposo, pero siempre en el marco de la voluntad divina. En el carácter de Abigail, la esposa de Nabal, tenemos una ilustración de lo que debe ser la mujer según la orden de Cristo, mientras que su esposo ilustra lo que un hombre puede llegar a ser al entregarse al dominio de Satanás. Cuando David era un fugitivo de Saúl había acampado cerca de las tierras de Nabal y mientras estuvo en la zona del Carmelo había protegido de los depredadores a los rebaños y a los pastores. En un momento de necesidad, David envió a Nabal una delegación con un mensaje de cortesía. Le solicitaba alimento para él y para sus hombres. Nabal contestó en forma insolente, devolviendo mal por bien y negándose a compartir de su abundancia con sus vecinos…

Nabal acusó a David y a sus hombres falsamente con el fin de justificar su actitud egoísta y calificó a David y a sus partidarios como un grupo de esclavos fugitivos… Uno de los jóvenes siervos de Nabal, temeroso de las consecuencias negativas que podría tener la insolente respuesta de Nabal, vino hasta Abigail y le planteó el caso, juzgando que ella abrigaba un espíritu diferente del de su esposo y que era una mujer discreta. En su informe delineó el verdadero carácter de Nabal mientras le exponía las dificultades. «Ahora, pues, reflexiona y ve lo que has de hacer, porque el mal está ya resuelto contra nuestro amo y contra toda su casa; pues él es un hombre tan perverso, que no hay quien pueda hablarle».

Abigail comprendió que debía hacer algo para evitar las consecuencias que podría acarrear la falta de tino de Nabal y decidió actuar de inmediato, sin contar con el consejo de su esposo. Sabía bien que era inútil hablar con él, pues sólo recibiría de su parte una respuesta abusiva y despreciativa. Nabal le habría recordado que él era el amo de la casa y ella, como esposa, estaba supeditada a su arbitrio y debía hacer sólo lo que él dijera. Sabía que el mensaje nocivo que había enviado su esposo debía contrarrestarse de inmediato y, sin el consentimiento de su cónyuge, reunió todos los alimentos que pudo a fin de aplacar la ira de David, pues estaba convencida de que éste estaría decidido a vengarse por el insulto que había recibido…

Dios aprobó el procedimiento de Abigail en este asunto y las circunstancias revelaron su carácter y nobleza de espíritu… Abigail se dirigió a David con respeto, manifestándole honra y deferencia, y defendió su causa en forma elocuente y exitosa. Sin excusar la insolencia de su esposo, abogó por su vida. Y de este modo, reveló que no sólo era una dama discreta, sino una mujer piadosa, familiarizada con la obra y los caminos de Dios manifiestos en David


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