El Evangelio del Día
De: EDD (noreply@evzo.org)
Enviado: viernes, 09 de abril de 2010 05:56:41 p.m.
Para: jairantoniocano@hotmail.com
sábado 10 Abril 2010
Sábado de la Octava de Pascua
Mártires Colombianos, San Miguel de los Santos , San Ezequiel (Profeta), Beato Antonio Neyrot de Rivoli, Beato Bonifacio Zukowski, Santa Magdalena de Cannosa
Leer el comentario del Evangelio por
San Juan de la Cruz : «Les echó en cara su incredulidad»
Lecturas
Hechos 4,13-21.
Los miembros del Sanedrín estaban asombrados de la seguridad con que Pedro
y Juan hablaban, a pesar de ser personas poco instruidas y sin cultura.
Reconocieron que eran los que habían acompañado a Jesús,
pero no podían replicarles nada, porque el hombre que había sido curado
estaba de pie, al lado de ellos.
Entonces les ordenaron salir del Sanedrín y comenzaron a deliberar,
diciendo: «¿Qué haremos con estos hombres? Porque no podemos negar que han
realizado un signo bien patente, que es notorio para todos los habitantes
de Jerusalén.
A fin de evitar que la cosa se divulgue más entre el pueblo, debemos
amenazarlos, para que de ahora en adelante no hablen de ese Nombre».
Los llamaron y les prohibieron terminantemente que dijeran una sola palabra
o enseñaran en el nombre de Jesús.
Pedro y Juan les respondieron: «Juzguen si está bien a los ojos del Señor
que les obedezcamos a ustedes antes que a Dios.
Nosotros no podemos callar lo que hemos visto y oído».
Después de amenazarlos nuevamente, los dejaron en libertad, ya que no
sabían cómo castigarlos, por temor al pueblo que alababa a Dios al ver lo
que había sucedido.
Salmo 118,1.14-15.16-18.19-21.
¡Aleluya! ¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor!
El Señor es mi fuerza y mi protección; él fue mi salvación.
Un grito de alegría y de victoria resuena en las carpas de los justos: «La
mano del Señor hace proezas,
la mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas».
No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor.
El Señor me castigó duramente, pero no me entregó a la muerte.
«Abran las puertas de la justicia y entraré para dar gracias al Señor».
«Esta es la puerta del Señor: sólo los justos entran por ella».
Yo te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.
Marcos 16,9-15.
Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se
apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete
demonios.
Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban
afligidos y lloraban.
Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le
creyeron.
Después, se mostró con otro aspecto a dos de ellos, que iban caminando
hacia un poblado.
Y ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero tampoco les creyeron.
En seguida, se apareció a los Once, mientras estaban comiendo, y les
reprochó su incredulidad y su obstinación porque no habían creído a quienes
lo habían visto resucitado.
Entonces les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a
toda la creación.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
San Juan de la Cruz (1542-1591), carmelita descalzo, doctor de la Iglesia
Subida del Monte Carmelo, 3, 31
«Les echó en cara su incredulidad»
Así, donde más señales y testimonios concurren, menos merecimiento hay
en creer… Y así, estas maravillas nunca Dios las obra, sino cuando
meramente son necesarias para creer; que, por eso, porque sus discípulos no
careciesen de mérito si tomaran experiencia de su resurrección, antes que
se les mostrase, hizo muchas cosas para que sin verle le creyesen.
Porque a María Magdalena (Mt. 28, 1-8) primero le mostró vacío
el sepulcro y después que se lo dijesen los ángeles -porque la fe es por el
oído, como dice san Pablo (Rm. 1O, 17)- y oyéndolo, lo creyese primero que
lo viese. Y aunque le vio fue como hombre común, para acabarla de instruir,
en la creencia que le faltaba con el calor de su presencia (Jn 20, 11-18).
Y a los discípulos primero se lo envió a decir con las
mujeres, después fueron a ver el sepulcro (Mt 28, 7-8; Jn 20, 1-1O). Y a
los que iban a Emaús primero les inflamó el corazón en fe que le viesen,
yendo él disimulado con ellos (Lc 24, 15); y, finalmente, después los
reprehendió a todos (Mc 16, 14) porque no habían creído a los que les
habían dicho su resurrección; y a Santo Tomás porque quiso tomar
experiencia en sus llagas, cuando le dijo que eran «bienaventurados los que
no viéndole le creían» (Jn 20, 29).
Deja una respuesta