lecturas 8 de abril de 2010

jueves 08 Abril 2010
Jueves de la Octava de Pascua

San Pompilio, San Dionisio, Nuestra Señora del Buen Aire, Beato Augusto Czartoryski , Santa Maria Rosa Julia Billiart

Leer el comentario del Evangelio por
San Antonio de Padua : «Palpadme y daos cuenta»

Lecturas

Hechos 3,11-26.
Como él no soltaba a Pedro y a Juan, todo el pueblo, lleno de asombro,
corrió hacia ellos, que estaban en el pórtico de Salomón.
Al ver esto, Pedro dijo al pueblo: «Israelitas, ¿de qué se asombran? ¿Por
qué nos miran así, como si fuera por nuestro poder o por nuestra santidad,
que hemos hecho caminar a este hombre?
El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres,
glorificó a su servidor Jesús, a quien ustedes entregaron, renegando de él
delante de Pilato, cuando este había resuelto ponerlo en libertad.
Ustedes renegaron del Santo y del Justo, y pidiendo como una gracia la
liberación de un homicida,
mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de
lo cual nosotros somos testigos.
Por haber creído en su Nombre, ese mismo Nombre ha devuelto la fuerza al
que ustedes ven y conocen. Esta fe que proviene de él, es la que lo ha
curado completamente, como ustedes pueden comprobar.
Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes obraron por ignorancia, lo mismo
que sus jefes.
Pero así, Dios cumplió lo que había anunciado por medio de todos los
profetas: que su Mesías debía padecer.
Por lo tanto, hagan penitencia y conviértanse, para que sus pecados sean
perdonados.
Así el Señor les concederá el tiempo del consuelo y enviará a Jesús, el
Mesías destinado para ustedes.
El debe permanecer en el cielo hasta el momento de la restauración
universal, que Dios anunció antiguamente por medio de sus santos profetas.
Moisés, en efecto, dijo: El Señor Dios suscitará para ustedes, de entre sus
hermanos, un profeta semejante a mí, y ustedes obedecerán a todo lo que él
les diga.
El que no escuche a ese profeta será excluido del pueblo.
Y todos los profetas que han hablado a partir de Samuel, anunciaron también
estos días.
Ustedes son los herederos de los profetas y de la Alianza que Dios hizo con
sus antepasados, cuando dijo a Abraham: En tu descendencia serán bendecidos
todos los pueblos de la tierra.
Ante todo para ustedes Dios resucitó a su Servidor, y lo envió para
bendecirlos y para que cada uno se aparte de sus iniquidades».

Salmo 8,2.5.6-7.8-9.
¡Señor, nuestro Dios, qué admirable es tu Nombre en toda la tierra! Quiero
adorar tu majestad sobre el cielo:
¿qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides?

Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y esplendor;

le diste dominio sobre la obra de tus manos, todo lo pusiste bajo sus pies:

todos los rebaños y ganados, y hasta los animales salvajes;
las aves del cielo, los peces del mar y cuanto surca los senderos de las
aguas.

Lucas 24,35-48.
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo
lo habían reconocido al partir el pan.
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de
ellos y les dijo: «La paz esté con ustedes».
Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu,
pero Jesús les preguntó: «¿Por qué están turbados y se les presentan esas
dudas?
Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no
tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo».
Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a
creer. Pero Jesús les preguntó: «¿Tienen aquí algo para comer?».
Ellos le presentaron un trozo de pescado asado;
él lo tomó y lo comió delante de todos.
Después les dijo: «Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es
necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés,
en los Profetas y en los Salmos».
Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las
Escrituras,
y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre
los muertos al tercer día,
y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las
naciones la conversión para el perdón de los pecados.
Ustedes son testigos de todo esto.

Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.

Leer el comentario del Evangelio por

San Antonio de Padua (hacia 1195-1231), franciscano, doctor de la Iglesia
Sermones para el domingo y fiestas de los santos

«Palpadme y daos cuenta»

«Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona». Creo yo que hay
cuatro razones por las que el Señor enseña a los apóstoles su costado, sus
manos y sus pies. Primeramente par dar pruebas de que, verdaderamente,
había resucitado y así quitar de nosotros toda duda. En segundo lugar para
que «la paloma», es decir, la Iglesia o el alma fiel, ponga su nido en sus
llagas, como «en las grietas de la roca» (Ct 2,14), y encuentre en ellas
protección contra el gavilán que la acecha. En tercer lugar para dejar
impresas en nuestros corazones, como unas insignias, las marcas de la
Pasión. En cuarto lugar para prevenirnos y pedirnos que tengamos compasión
de él y no le traspasemos de nuevo con los clavos de nuestros pecados. Nos enseña sus manos y sus pies: «Ved, dice, las manos que os
hicieron y formaron (cf Sl 118,73); mirad como las han traspasado los
clavos. Mirad mi corazón del que habéis nacido vosotros los fieles,
vosotros mi Iglesia, igual que Eva que nació del costado de Adán; mirad: la
lanza lo ha abierto para que se os abra la puerta del paraíso que el
querubín de fuego tenía cerrada. La sangre que ha brotado de mi costado ha
alejado a este ángel, ha desafilado su espada; el agua ha apagado el fuego
(cf Jn 19,34)… Escuchad con atención, recoged estas palabras, y la paz
estaré con vosotros.»


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