Llevada a Dios por el Evangelio.

Buscad al Señor mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.Isaías 55:6.

Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.Romanos 5:1.

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«Busqué a Dios en mi religión y también en la naturaleza a la que tanto amaba, pero no lo encontré, y mi corazón siguió insatisfecho. Cierto día, mientras paseaba, entré en un lugar donde anunciaban el Evangelio. Me impresionó mucho la simplicidad de la predicación. Para mí fue una revelación. Algunos días después el Señor me habló y me dijo: «No dejes pasar la gracia que estás buscando desde hace tanto tiempo. ¡Tómala!». Tocada en lo más profundo de mi ser, lloré mucho… Comprendí que era pecadora. Hasta ese momento me dirigía a los ídolos de mi religión, sin darme cuenta de que sólo se puede ir al Padre por medio de Jesucristo, quien es “el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6).

Quedé totalmente convencida de esto. Fue una inmensa gracia, una iluminación; comencé a comprender algo de la grandeza de la cruz de Jesucristo, el Hombre de dolores del que habla el libro de Isaías (53:3). Él cargó con mis pecados, llevó mis dolores. Perdonó todos mis pecados y me dio su paz que sobrepasa todo entendimiento y domina todas las pruebas. Desde ese momento experimenté una profunda alegría al descubrir su amor, un amor que nunca nos defrauda».

La conversión no es un cambio de religión, sino aceptar el Evangelio de Jesucristo. Ésta consiste en confesar nuestros pecados ante Dios y aceptar por fe al Señor Jesús y su obra expiatoria en la cruz.


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