LOS HERMANOS…

Usted no encontrará un lugar más difícil donde vivir que entre la familia. Ya sea la biológica o la espiritual. Por supuesto, estoy hablando de familias en donde hay más de un hermano o hermana. Claro, hay excepciones. Sin embargo, la mayoría de personas que viven en familias con más de un hermano siempre tendrán resabios del pasado qué sanar. Especialmente si usted creció en un ambiente de necesidades. Es decir, hubo lo necesario pero no lo que se deseaba… Por ejemplo: ¿Estrenaba usted su propia ropa o le daban la que el otro ya había usado? ¿Tuvo usted la misma oportunidad de estudiar que sus otros hermanos? ¿O para usted ya no alcanzó el presupuesto? Pregunto más directamente: si usted fue el segundo de tres hermanos, usted era el jamón del sándwich… El primero, por ser el mayor y el primogénito, le apuesto a que tuvo lo mejor… los mejores tenis. El mejor colegio. La mejor ropa. Es el mejor nieto. Las mejores notas. Los mejores regalos…la mejor cuna. Y… ¡Chanananannnnnn!  Llegó usted. Gloria al Señor no habían regalado la ropita que usó el primero… Así que allí lo tenemos… «estrenando» la ropa amarillita y el baberito que su hermano mayor ya usó…Y el platito donde su hermanito comía sus compotas ahora es suyo. Y la cuna un poco rayada y floja ahora también es suya. Y la bacinica que su hermano estrenó es la que guardaron para que usted aprendiera a hacer sus necesidades… Una lindura… ¿verdad? Así que empezaron los problemas internos. Usted se preguntó en más de una ocasión… ¿cuándo voy a estrenar algo? ¿Cuándo voy a romper el papel de regalo de alguna caja? Lamento decirle que muy pocas veces usted tuvo la dicha de estrenar zapatos… Tuvo que usar los que su hermano mayor ya no usó porque le creció el pie. ¿Qué culpa tuvo él de llegar primero? ¿Qué culpa tuvo usted de llegar segundo? ¡Ah! pero espere… sin aviso previo, cuando ya usted se estaba acostumbrando a ese futuro del segundo lugar… ¡Chanananannnnnn! Aparece su mami «esperando» otra vez… Han pasado varios años y llegó la cigüeña por tercera vez… y apareció su linda hermanita… Ahora sí, el grupo está completo. Porque, por ser ella la nena, la última, la más pequeña… hay que cuidarla esmeradamente… Así que usted pasa a ser lo que dije anteriormente… el jamón. El que todos usan. Al que todos le llevan ganas… al que todos presionan… Aprende de tu hermano mayor… no seas brusco con tu hermanita… No uses los libros de tu hermano mayor… te recomiendo a tu hermanita… Y allí estaba usted… sin saber qué hacer… Y todo eso se fue enconando en su corazoncito de niño, de jovencito, de hombre… Eso le pasó a José. El hijo pequeño de Jacob, ahora conocido por Israel. Sus hermanos lo odiaron porque soñaba. A ellos no les gustó que su hermano soñara con ser grande un día. Tampoco le gustó a su papá. Todos querían que se quedara mediocre. Que no pasara del rincón donde se ponen las macetas. Pero José siguió soñando. Siguió guardando su fe de que un día llegaría a la cúspide… Y sus hermanos tramaron lo indecible. ¿Ya lo vio? Fueron sus propios hermanos los que quisieron matarlo. Lo metieron en una cisterna para que se ahogara entre el lodo y las sabandijas… Pero después se arrepintieron y lo vendieron como un vil esclavo. Tuvo problemas con una mujer casada y resultó preso. Pero José no dejó de soñar. Soltó todo menos sus sueños… Bueno… pero este artículo no es sobre José sino sobre los hermanos… ¿No le han atacado a usted sus hermanos? ¿No le han criticado sus hermanos y hermanas? ¿No lo han sacado de alguna iglesia sus propios hermanos? ¿No lo han mandado al calabozo del olvido y del rencor sus hermanos? ¿No le han sido infieles sus hermanos? ¿Lo han traicionado sus hermanos? Y la lista es larga… Porque ese síndrome nos perseguirá a todos… A todos los que soñemos. A todos los que no abortemos los sueños. A aquellos que socialmente somos el jamón del sándwich… Así que no se extrañe si en donde usted se congrega hay hermanos mayores y hermanitas pequeñas… usted está en medio. No desmaye. No suelte sus sueños. No permita que le cierren la boca. No deje que lo intimiden los obstáculos. No deje que lo releguen de su lugar. No se amargue pues… no albergue rencores. No permita que el odio y el rechazo amarguen su vida… Sea como José que al final perdonó a sus hermanos y les dio pan… O mejor sea como Jesús… que entregó Su Cuerpo en un madero para que sus hermanos tuvieran vida… y vida en abundancia.

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