Los ministerios epistolares de Pablo, Pedro y Juan (semana 17)

Los ministerios epistolares de Pablo, Pedro y Juan (semana 17)
Lunes
Lectura bíblica: Ap 11:15; 1 Co 10:11; 2 Co 1:21; 2 Ti 4:5
Leer con oración:
«Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí» (ls 6:8).
¿CON QUIÉN PUEDE CONTAR DIOS EN ESTA ERA?
Esta serie del Alimento Diario -«El ministerio del apóstol Juan en su madurez»- es una continuación de la serie anterior: «Entrar en el reino de los cielos para ganar el galardón». En los dos tomos anteriores, vimos al respecto de varios ministros, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, y las lecciones que podemos extraer de sus experiencias.
Después de ser salvos, Dios nos puso en la iglesia con el propósito de que neguemos nuestra vida del alma para crecer en vida. Además, con respecto a la obra, Dios desea que ejerzamos nuestro ministerio y tengamos experiencias en desempeñar la comisión que recibimos de Él.
Dios no desea que seamos sólo hermanos que disfrutan de la salvación; Su deseo es que tengamos un ministerio, una comisión para llevar adelante Su economía, Su plan eterno, pues los reinos de este mundo vendrán a ser de nuestro Señor y de Su Cristo, y Él necesitará de aquellos que crecieron en vida y fueron perfeccionados en la obra para gobernar a esos reinos juntamente con el Señor (Ap 5:9-10; 11:15).
Así como Aarón, el sumo sacerdote y los reyes, debieron ser ungidos al comenzar la incumbencia para la cual fueron llamados por el Señor, eso también debe suceder con nosotros. Frente a esto, vemos con temor que no estamos en la vida de la iglesia simplemente para obtener un disfrute personal, sino para cumplir la comisión que recibimos de Dios, y así ejecutar Su voluntad.
Las experiencias de los ministros del pasado sirven como espejo para nosotros tanto en sus aspectos positivos, en el desempeño de sus comisiones, como en los aspectos negativos, cuando debido a sus fallas, Dios les quitó la incumbencia dada: «Y estas cosas (…) están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos» (1 Co 10: 11) .
Somos bienaventurados por tener todas estas experiencias como un espejo delante de nosotros. El hecho de que hayan sido escritas muestra el gran amor de Dios para con nosotros y nos sirven para despertamos a fin de que seamos aquellos con los que el Señor puede contar en esta era. Que seamos fieles en cumplir cabalmente el ministerio que nos fue entregado (2 Ti 4:5).
Punto clave: ¿Podrá Dios contar con usted en esta era?
Pregunta: Para cumplir Su propósito, Dios contó con varios ministros del pasado ¿Podrá Él contar con usted en esta era?

Martes
¬Lectura bíblica: 1 Co 12:2-3,5; 16:15; Ef 4:7; 1 Ti 1:12
Leer con oración:
“A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo» (Ef 4:12).
LA PALABRA, EL SERVICIO Y LAS OFRENDAS
El ministerio, en su aspecto general, significa el servicio confiado a nosotros para la edificación de la iglesia (Ef 4: 12); en su aspecto personal, es la comisión que el Señor encarga a cada uno de nosotros, para realizar Su voluntad (1 Ti 1:12). Antiguamente, pensábamos que sólo determinados hermanos recibían un ministerio, pero de acuerdo con la palabra de Dios, vemos que el Señor concedió ministerios a cada uno de nosotros, los miembros de Su Cuerpo (1 Co 12:5).
En nuestra experiencia, hemos enfatizado tres aspectos del ministerio que tiene como meta la edificación de la iglesia. El primero es el ministerio de la Palabra. Cuando nos convertimos al Señor y llegamos a ser hijos de Dios, es decir, cuando fuimos salvos en nuestro espíritu, el Espíritu Santo nos dio el don de hablar por Dios.
Antes éramos mudos para las cosas espirituales, pero después que fuimos salvos e invocamos el nombre del Señor, comenzamos a orar, a hablar por Dios, a profetizar y a predicar el evangelio (vs. 2-3). Si ejercitamos este don, recibiremos más gracia de parte de Dios.
El segundo aspecto es el ministerio de las ofrendas de riquezas materiales. Después que nos convertimos al Señor, espontáneamente deseamos consagramos a Él, y en consecuencia, surge en nosotros el deseo de ofrendar nuestros bienes.
En el Antiguo Testamento, los fariseos ofrendaban el diezmo, pero en el Nuevo Testamento, nuestra justicia debe ser mayor a la de los escribas y fariseos (Mt 5:20; Le 18:11-12). En la práctica, esto significa que cuando nos damos cuenta de las necesidades de la iglesia o de la obra del Señor, o cuando vemos a algún hermano en dificultades económicas, surge en nuestro corazón el deseo de ofrendar una cantidad aparte del diezmo (2 Co 8:4). Cuando atendemos este deseo, la gracia de Dios nos alcanza. Por practicar así continuamente, nuestro don se convertirá en un ministerio de riquezas materiales. ¡Alabado sea el Señor!
El tercer aspecto es el ministerio de los servicios. Cuando servimos a los hermanos, estamos sirviendo al Señor, por eso recibimos más gracia (1 Co 16:15). Aquellos que sirven al Señor deben hacerla en el espíritu, porque así reciben más y más gracia, y poco a poco ese don se convierte en un ministerio de los servicios. Ya sea que sirvamos en la obra del Señor, en la propagación del evangelio, o en la iglesia en nuestra ciudad, con el paso del tiempo ese servicio se convertirá para nosotros en una comisión del Señor.
Punto clave: Practicar los tres aspectos del ministerio. Su punto clave:
Pregunta: ¿Cómo transformar un don en un ministerio?

Miercoles
Lectura bíblica: Hch 8:1; 9:15,21; Gá 1:17; 1 Co 1:2; 2 Ti 2:22
Leer con oración:
«Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan» (Ro 10:12).
LA IMPORTANCIA DE INVOCAR EL NOMBRE DEL SEÑOR
El Señor estableció a doce apóstoles y les confió un ministerio, una comisión especial: ser Sus testigos tanto en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra (Hch 1:8, 17, 25). Ellos presenciaron todos los acontecimientos ocurridos en Jerusalén y participaron de ellos, conforme a lo narrado en los capítulos 1 y 2 de Hechos, cuando por medio de invocar el nombre del Señor se convirtieron muchos (2:21,41).
Sin embargo, cuando llegamos al capítulo 8 de Hechos, vemos que con la muerte de Esteban «hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de J udea y de Samaria, salvo los apóstoles» (v. 1). Es muy difícil decir el porqué ellos permanecieron en Jerusalén. Pero es intrigante pensar que, para no ser arrestados por los judíos, posiblemente tuvieron que dejar de invocar el nombre del Señor públicamente.
Como ya vimos anteriormente, el Señor da mucha importancia a la práctica de invocar Su nombre. Por eso Él escogió a Saulo como un instrumento para llevar Su nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel (9: 15). Él era un opositor que había causado muchos males a los santos y era conocido como aquel que «asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre» (v. 21). No obstante, el Señor se le apareció a Saulo, llamándolo personalmente cuando iba camino a Damasco, con la finalidad de prender a todos los que invocaban Su nombre allí.
A partir de Damasco, la historia de Pablo cambió radicalmente: antes fue un perseguidor de aquellos que invocaban el nombre del Señor; después, se convirtió en un predicador que llevaba a otros a invocar el nombre del Señor (1 Co 1:2; 2 Ti 2:22). A diferencia de lo que ocurrió con otros líderes judíos convertidos, Pablo cooperó con el propósito de Dios, fue útil y permitió Su trabaja en él en favor de Sus intereses.
Después que Pablo fue bautizado por Ananías, permaneció en Damasco sirviendo en la iglesia. De acuerdo con lo que escribió en Gálatas 1: 17, él estuvo en el desierto de Arabia y después volvió a Damasco. Posiblemente fue en el periodo en que estuvo en Arabia que Pablo obtuvo las visiones y revelaciones mencionadas por él en 2 Corintios 12:1-4.
Así como el Señor le habló a Moisés, comisionándolo a sacar al pueblo de Israel de Egipto y practicar la economía del Antiguo Testamento, también llamó a Pablo y le reveló la economía del Nuevo Testamento, que fue escrita en forma de epístolas, que posteriormente fueron enviadas a las iglesias.
Las palabras que Pablo predicaba provenían de la revelación celestial que había recibido del Señor. En la Epístola a los Gálatas, nos muestra que él es un siervo y que su apostolado no provenía de los hombres, pues él no había sido enviado por hombres, sino por Dios. Su predicación del evangelio no era el resultado de un entrenamiento recibido en Jerusalén, sino de la comisión recibida de Dios, que reveló a Su Hijo en él.
Pablo fue fiel al llamamiento y a la visión que recibió del Señor. Puesto que experimentó cuán importante es invocar el nombre del Señor, escribió: «Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (Ro 10:12-13).
Punto clave: Invocar el nombre del Señor nos hace disfrutar de las riquezas de Dios.
Pregunta: ¿Ha practicado el invocar el nombre del Señor?

Jueves
Lectura bíblica: Hch 9:26-30; 11 :22-26; 13: 1-2; 15: 1-5, 19-22, 34
Leer con oración:
«¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?» (Gá 3:3)

EL PRIMER VIAJE DE PABLO Y LA DECISIÓN DE HECHOS 15
Después de Damasco, Saulo se fue a Jerusalén y allí predicaba con denuedo en el nombre del Señor (Hch 9:16, 26-29). Lamentablemente, él también discutía mucho con las personas, y por ello, procuraron matarle. Por causa de eso, los hermanos decidieron enviarlo a Tarso, donde permaneció hasta que Bernabé fue a buscarlo a Antioquía (vs. 29-30; 11:25-26).
La Biblia registra que, cuando Pablo estaba en Antioquía sirviendo al Señor con otros profetas y maestros, el Espíritu Santo lo apartó y lo envió, juntamente con Bernabé, para realizar la obra para la cual fueron llamados (13: 1- 2). En su primer viaje, recorrieron la región de Galácia, Iconio, Listra, Derbe, predicando el evangelio y levantando iglesias. Al volver, pasaron de nuevo por esas ciudades y constituyeron ancianos en cada ciudad donde las iglesias ya habían sido levantadas (14: 21- 23).
De regreso a Antioquía, Pablo y Bernabé fueron sorprendidos por hermanos provenientes de Judea que enseñaban que, para ser salvos debían ser circuncidados (15: 1). Esto causó problemas a los hermanos que se
habían convertido de entre los gentiles. Preocupados por tales acontecimientos, Pablo, Bernabé y otros hermanos fueron a Jerusalén para tratar este asunto con los apóstoles y ancianos (Hch 15:2).
Después de tener comunión con los que guardaban la ley al respecto de las cargas que estaban siendo impuestas sobre los gentiles que habían creído, Jacobo determinó finalmente, que los gentiles no se preocuparan por guardar toda la ley de Moisés, ya que la predicación del evangelio hecha por Pedro, en la casa de Cornelio, también les había abierto la puerta de la salvación. No obstante, para que los cristianos judíos recibieran en la iglesia a los cristianos gentiles, éstos debían apartarse de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre (vs. 20-21). En otras palabras, los gentiles sólo serían aceptados en la comunión si guardaban estos preceptos del Antiguo Testamento expuestos en la carta que les fue enviada por la iglesia en Jerusalén.
La lección que extraemos de este episodio es que el recibimiento a los hermanos en la iglesia no debe ser según nuestras preferencias u opiniones, mucho menos por prácticas según la ley, sino según la fe común que les fue dada a los que creyeron (J ud 3). Este principio de recibirnos los unos a los otros fúe presentado por Pablo, cuando dijo a los romanos que debían recibir en amor, a todos a quienes Cristo recibió (Ro 14:1-3; 15:7), salvo a aquellos que causan división (16: 17), de los cuales debemos apartarnos.
Volviendo a Hechos 15, la responsabilidad de comunicar a los gentiles que ellos debían guardar los preceptos de la ley, conforme a la decisión de los ancianos y los apóstoles, le correspondió a dos hermanos líderes de la iglesia en Jerusalén: Judas y Silas. Después de cumplir con su misión, ellos debían regresar a Jerusalén; sin embargo, sólo volvió Judas. Silas permaneció en Antioquía.
Posiblemente, Silas percibió que en la iglesia en Jerusalén las decisiones eran tomadas según la voluntad del hombre, y no según la dirección del Espíritu; además, que lo allí prevalecía eran las determinaciones de los de la secta de los fariseos, y no lo que los apóstoles decían (v. 5).
Silas ocupaba una posición destacada en Jerusalén, pues era un principal entre los hermanos allí (v. 22). Podemos inferir que su posición era superior a la de Bernabé, que también había servido a la iglesia en Jerusalén antes de ser enviado a Antioquía. A los ojos de los hermanos de Jerusalén, Pablo estaba en una posición aun más inferior a la de Bernabé, pues había sido él quien lo había introducido en la comunión con los hermanos (9:26-27). Así pues, pese a que Silas tenía una posición relativamente superior a la de Pablo y Bernabé, le pareció bien el quedarse en Antioquía (15 :34). Puesto que vio el testimonio de aquellos que eran guiados por el Espíritu, Silas tuvo el deseo de permanecer allí.
Punto clave: Recibir a los hermanos según Cristo y seguir al Espíritu.
Su punto clave:
Pregunta: ¿Qué diferencia había entre la iglesia en Jerusalén y Antioquía al conducir asuntos difíciles?

Viernes
Lectura bíblica: Hch 15:34, 40-41,16:1-10
Leer con oración:
«Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento» (2 Ca 2:14).
EL SEGUNDO VIAJE DE PABLO
En los preparativos del segundo viaje de Pablo, hubo un problema entre él y Bernabé. Pablo aún tenía una personalidad muy fuerte y se rehusó a dar una segunda oportunidad a Marcos, que los había dejado desde Panfilia, durante el primer viaje, y no los había acompañado a la obra (Hch 15:38). Sin embargo, Bernabé, era un hombre bueno (11: 24) y tal vez por eso no quería dejar de llevar al joven Marcos consigo. Por no estar de acuerdo con ese asunto, Pablo y Bernabé se separaron.
Entonces, Pablo escogió a Silas para que lo acompañara en el segundo viaje, y éste, poniéndose bajo el arreglo soberano de Dios, se sometió a Pablo. Silas era uno de los líderes de la iglesia en Jerusalén, una persona muy espiritual. A él no le importó la posición que tenía y decidió acompañar a Pablo, esto indica que para él lo más importante era seguir al Espíritu y colaborar con Su enviado.
Esta debe ser una importante lección para nosotros. No debemos ambicionar tener una posición destacada entre los hermanos, sino pagar el precio necesario para seguir al Espíritu, dando al Señor la libertad para guiamos, sometiéndonos a Su arreglo.
En su segundo viaje, Pablo ejerció su ministerio según el Espíritu, y Silas lo siguió. Ellos pasaron por Siria y Cilicia, confirmando a las iglesias. Luego fueron a Derbe, Listra e Iconio, y día tras día fortalecían a las iglesias en la fe.
Cuando terminaban de hacer la obra en un lugar, seguían la dirección del Espíritu. Cuando quisieron ir a la región de Asia, el Espíritu Santo no lo permitió, y ellos no insistieron en proseguir; sólo obedecieron a la orden del Espíritu Santo (16:6).
Después decidieron ir a Bitinia, que quedaba más al norte, pero la Biblia nos muestra que el Espíritu de Jesús no se lo permitió y Pablo se sometió (v. 7). Ellos fueron al oeste, a Troas, y allí recibieron el llamado en una visión de un varón macedonia que decía: «Pasa a Macedonia y ayúdanos» (v. 9). Ellos oyeron el llamamiento del Espíritu y entendiendo que Dios los había comisionado para anunciar el evangelio allí, intentaron partir inmediatamente.
El segundo viaje de Pablo fue lleno de gloria. En la región de Macedonia, la iglesia en Filipos y la iglesia en Tesalónica fueron engendradas. En esas iglesias los hermanos amaban al Señor a tal punto de que algunos incluso fueron martirizados. Puesto que fueron guiados por el Espíritu, ese viaje fue victorioso y glorioso.
Punto clave: Seguir el mover del Espíritu Santo.
Pregunta: ¿Ha sido guiado por el Espíritu Santo?

Sabado
Lectura bíblica: Hch 16: 13-29, 17: 1-9; 2 TI 4: 13-18; 1 Ca 15:53-54
Leer con oración:
«El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu» (Jn 3:8).
SENSIBLES A LA DIRECCIÓN DEL ESPÍRITU
Como vimos ayer, en su segundo viaje, Pablo y Silas no hicieron su voluntad personal, sino que siguieron la voluntad del Espíritu.
Al llegar a Filipos, una ciudad de Macedonia, después de algunos días, se dirigieron a la orilla del río, donde les pareció que había un lugar de oración; en aquel lugar había algunas mujeres reunidas, a las cuales Pablo y Silas anunciaron el evangelio (Hch 16: 12-15).
Más adelante, por causa de un incidente ocurrido con una joven poseída por un espíritu de adivinación, Pablo y Silas fueron presos. Sin embargo, a la medianoche, mientras cantaban himnos, oraban y alababan al Señor, repentinamente sobrevino un terremoto que sacudió los cimientos de la prisión yse soltaron todas las cadenas. Cuando el carcelero despertó del sueño, quiso acabar con su vida, pues vio que todas las puertas de la cárcel estaban abiertas; él se desesperó, pensando que los presos habían huido. Pablo lo tranquilizó diciendo que todos estaban allí.
Entonces el carcelero, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo y de Silas; y sacándolos, les dijo: «Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?» Ellos le dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa» (vs. 30-32). Todos fueron bautizados en aquella misma hora. Esa fue la obra gloriosa del Espíritu Santo en la ciudad de Filipos.
Después, Pablo y Silas se fueron a Tesalónica, donde la iglesia había surgido bajo una gran persecución. Algunos hermanos habían sido perseguidos y martirizados, yeso causó una gran tristeza a la iglesia. Pablo los consoló, como vemos en 1 Tesalonicenses 3: 1-4, diciéndoles que la vida que recibimos es eterna. Por eso, cuando somos salvos por el Señor, no morimos, sino que dormimos, pues esperamos la resurrección que ocurrirá en la segunda venida del Señor (4:13-18).
Posteriormente, Pablo se fue a la región de Acaya. Allí y en todo lugar por donde pasó, las iglesias que Pablo establecía, incluyendo a la iglesia en Corinto, estaban compuestas por los santificados en Cristo Jesús, por los que invocaban el nombre del Señor (1: 1- 2).
En esa región, con la llegada de Silas y Timoteo, Pablo pudo entregarse por completo a la predicación de la Palabra (Hch 18:5). Su experiencia en Corinto también fue gloriosa, culminó con la conversión de Crispo y toda su casa, también con la de muchos corintios que creyeron y fueron bautizados (v. 8).
Punto clave: Ser conducidos por el Espíritu Santo.
Pregunta: ¿Usted percibe que cuando es guiado por el Espíritu el resultado es vida?

Domingo
Lectura bíblica: Hch 18:18-19,22; Gá 1:1,15-17
Leer con oración:
«Mirad, pues, que hagáis como lehová vuestro Dios os ha mandado; no os apartéis a diestra ni a siniestra» (Dt 5:32).
EL FINAL DEL SEGUNDO VIAJE Y EL PASO POR JERUSALÉN
El segundo viaje de Pablo estuvo lleno de experiencias gloriosas, porque él seguía al Espíritu. En ese viaje, recibió el llamado de Macedonia, y también fue a Europa, a Acaya. El resultado de su labor en el Señor en aquella región fue que las iglesias establecidas llegaron a ser bastante normales.
Por ejemplo, en la iglesia en Corinto, él llevó a los hermanos al Espíritu. Cuando escribió a la iglesia en Corinto, quedó evidenciado que ellos invocaban el nombre del Señor (1 Co 1:2). Vemos a través de las epístolas escritas a esa iglesia que, aun siendo dañada por varias situaciones carnales, más tarde, después de ser corregidos por el apóstol, los hermanos volvieron al Espíritu y se arrepintieron.
Estando en Corinto, Pablo conoció al matrimonio de Aquila y Priscila, los cuales, posteriormente, se convirtieron en sus colaboradores (Hch 18: 1- 2). La experiencia de Pablo en esa ciudad no consistió en dar muchas enseñanzas, sino en predicar el evangelio a los judíos, alentándolos y reforzando la importancia de invocar el nombre del Señor para crecer en vida (1 Co 12:3; 13:11; 14:20).
Pablo y Silas tenían una comisión que provenía de Dios -un ministerio controlado por el Espíritu Santo¬y por obedecer al Espíritu, tuvieron la bendición. Lo mismo sucede con nosotros; si no obedecemos al Espíritu, no tendremos Su bendición.
Cuando Pablo finalizó su segundo viaje, extrañamente decidió subir a Jerusalén antes de volver a Antioquía (Hch 18:22).
Él escribió a los gálatas diciendo que era un «apóstol no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre que lo resucitó de los muertos» (Gá 1:1). Aunque sabía claramente esto, es probable que, por no haber sido constituido como apóstol en Jerusalén, no era aceptado por todos como apóstol. En aquella época, aparentemente ya existía la costumbre de que, si alguien quería involucrarse en la obra, debía ir a Jerusalén. No obstante Pablo dijo: «Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicase entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre, ni subí a Jerusalén a los que eran apóstoles antes que yo; sino que fui a Arabia, y volví de nuevo a Damasco» (vs. 15-17).
Esa era la visión original de Pablo, pero al final de su segundo viaje la Biblia registra, sin explicar el motivo, que él fue a Jerusalén y saludó a la iglesia allí. A diferencia de su primer viaje, cuando regresó, fue directo a Antioquía, pero en esta oportunidad se fue a Jerusalén.
Lucas no registró porqué, después de un viaje tan bendecido, donde fue guiado por el Espíritu Santo, Pablo quiso ir a Jerusalén. En sus escritos, Lucas normalmente describía con detalles, tanto en su evangelio como en el libro de los Hechos; por ejemplo, al relatar la ida de Pablo y Bernabé a Jerusalén, escribió de una manera minuciosa. Igualmente el voto que Pablo hizo en Jerusalén después de su tercer viaje, también fue registrado por Lucas con detalles. Pero en Hechos 18:22 no quiso detallar nada o el Espíritu no le permitió que escribiera sobre lo que había sucedido allí. Tampoco vemos registros específicos de que Silas lo haya acompañado en su paso por Jerusalén.
Así que, verificamos que algo sucedió, e incluso, algo influyó en la manera de actuar de Pablo en su tercer viaje.
Nuestra intención al mencionar este hecho es para que jamás nos desviemos de la comisión para la cual fuimos comisionados por el Señor, aun después de haber sido bendecidos por Él. Antes bien, dependamos del Señor para toda y cualquier obra que realicemos a fin de ser siervos buenos y fieles con quien el Señor puede contar siempre para realizar Su obra.
Punto clave: No perder el objetivo.
Pregunta: ¿Se ha desviado de la comisión que recibió del Señor después de ser bendecido por Él?
Lectura de apoyo:
«La visión celestial» – cap. 1 – Dong Yu Lan.
«Siervos de Dios – buenos, fieles y prudentes» – cap. 2 y 3 – Dong Yu Lan.


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