Les dijo: «Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso, pidan ustedes al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla.
La teología puede deformar nuestra interpretación de las palabras e intenciones de Jesús y creo que este es uno de esos pasajes en los que se puede ver con claridad.
Desde que era niño aprendí a orar para que el Señor de la mies levantara obreros ante la inmensidad de la tarea por delante. También se me enseñó que esta oración era para que personas a tiempo completo -misioneros- se dedicaran a la obra del Señor. De hecho, en el contexto de mi denominación, obrero era el nombre usado para designar a aquel que emprendía dicha tarea.
Esta interpretación implica que unos pocos son los responsables de la mies -los obreros- y unos muchos somos espectadores de lo que estos hacen y hemos cumplido nuestro trabajo orando al Padre para que envíe a esos y, si somos más maduros que la media, orando por su trabajo y apoyándolo económicamente.
Me hace pensar en un partido de fútbol donde hay decenas de miles de espectadores desesperadamente necesitados de ejercicio jaleando a dos decenas de personas desesperadamente necesitados de descanso.
Esta pasaje debería leerse en clave misional. La mies -un mundo roto- es mucha, y los obreros -los agentes de restauración- son pocos, Jesús ruega y apremia para que más obreros se unan a esa ingente tarea y nos pone a nosotros, personas normales y corrientes, obreros, administrativos, artistas, profesionales, educadores, militares, policías, amas de casa, estudiantes, ante la necesidad de responder, entender y aceptar que somos nosotros, precisamente nosotros, los que, como en el caso de Isaías, hemos de responder a ese llamado de Jesús.
De hecho, en este pasaje, llamado la misión de los setenta y dos, justo después de hablar de la necesidad de obreros añade id vosotros.
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