Todas estas cosas malas salen de adentro y hacen impuro al hombre.
En el capítulo siete de Marcos, Jesús tiene una interesante discusión con los dirigentes religiosos de su tiempo. El motivo, la no observancia por parte de Él de los preceptos y rituales religiosos que los otros tan celosamente observaban.
Según Jesús lo que hacía impuro, desde un punto de vista religioso, al ser humano no era nada que comiera o dejara de comer, en referencia a los rituales alimenticios, sino más bien lo que anida en el corazón de las personas.
Siempre según Jesús, el problema radica en el centro de control de nuestras vidas, es decir, nuestro corazón, allí es donde vive y radica lo que realmente somos. Para el Maestro lo que se ve en el exterior es simplemente una proyección natural de lo que hay en nuestro interior. Aún más, lo que hay en nuestro interior puede no manifestarse o disimularse por motivos de corrección política, interés, miedo, u otras muchas razones. Según Jesús y el resto de la Biblia hay que atacar el problema del ser humano donde se genera, es decir, en el corazón.
Esto me ha hecho pensar en mi propia vida y en la necesidad de cuidar mi corazón. Está bien que me preocupe por las expresiones externas de mi seguimiento de Jesús, es decir, mi conducta, no obstante he de entender con toda claridad que esta nace de lo que hay en mi corazón.
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