No toques al ungido de Dios


Una vez en mis primeros años en la institución llamada “la Iglesia”, me acerqué al ministro con
respecto a algo cuestionable que él había compartido previamente con la asamblea local. Me quedé en cierta forma sorprendido por su respuesta. El obviamente percibió que esto era un desafío a su autoridad, y sintiendo que estaba por encima de tal cuestionamiento, se apresuró para encabezar la conversación con estas palabras: “¿Estás por tocar al ungido de Dios?” Por haber cuestionado algo que él previamente había dicho, ¿yo estaba tocando al ungido de Dios? ¿Cómo es que por hacer una simple pregunta yo me estaba convirtiendo en el enemigo de Dios? ¿Cómo se veía este hermano a sí mismo? ¿Cómo llegó a dicha conclusión? ¿Cómo llegó a verse a sí mismo como el recipiente de una unción que lo ponía aparte del resto de los hijos de Dios? ¿Cómo es que estos ungidos vienen a ser distintos por tal unción especial; una unción que los hace incapaces de errar?

Esta mentalidad es claramente una influencia del papado. Pío IX (1846-1878) nos la dio. El papado estaba perdiendo poder, pero no caería sin pelear. Este fue el nacimiento del “ultra monasterismo”. Un movimiento para argumentar el derecho del papado para gobernar globalmente.

Está claro que Pío IX vio que la forma más rápida de ganar este argumento fue declarar un edicto estableciendo que, como la autoridad delegada de Dios, no podía equivocarse. Debido a que este sistema religioso no puede aguantar el ojo del escrutinio, también declaró que el origen y ceremonias de la iglesia papal tampoco podían cuestionarse. Caso cerrado. Tomando la unción de los reyes del Antiguo Testamento y mezclándola con su propia definición de sacerdocio – lo cual era una mezcla del viejo sacerdocio Le vítico, el sacerdocio pagano, y el autocrático gobierno del Estado de Roma – ellos establecieron el derecho divino de los reyes y clérigos de gobernar.

Considerando el deseo de conquista del hombre debido a la caída, ¿debemos sorprendernos que
luego de habérsele dado 1900 años para hacerlo, no concibiera una justificación elaborada y
sistemática y no olvidemos, “bíblica”, de su derecho y responsabilidad divina de gobernar? Los
consejos de obispos y reyes concluyeron que desafiarlos a ellos y a sus pronunciamientos era un
asalto al mismo cielo, debido a que ellos eran los “ungidos” de Dios”. La historia registra la larga y mezquina historia de la necedad de tales hombres. Reyes han subyugado y controlado naciones
enteras a través de marionetas entrenadas como cardenales y obispos. Y la mentira que asustaba a las masas a la obediencia es la mentira que Dios lo quería así, y el temor de no agradar a Dios al no agradar a “su ungido”. La mentira de que Dios mismo los había puesto en esos lugares como los redentores y benefactores: los amigos del pueblo.

Jesús fue claro en esto. De hecho, fue enfático: “Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas,
y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve” (Luc. 22:25-26).
Ahora, benefactor era un título de honor, conferido a aquellos que habían hecho un servicio a su
país. Significa un amigo del pueblo . La cruel broma es que ellos ejercían dominio y autoridad bajo la apariencia de ser los amigos del pueblo. Ellos “sufrían” todas esas tristezas de responsabilidades y beneficios reales, solo por el pueblo. Ellos se hicieron reyes solo para poder ayudar al pueblo.
Hace que usted quiera llorar, ¿verdad? ¡Que noble manera de entregar su vida! ¡Oh cuán
venerable sacrificio de los deseos e intereses personales! Estuviste perdiendo tu tiempo, hermana Teresa.

Pero la prueba real viene cuando el pueblo toca sus coronas, y entonces las cabezas de los que
ellos dicen servir, van a rodar. Entonces sale a la superficie la verdadera motivación real. Le digo
con total seguridad que yo he sido testigo de este mismo escenario en la institución llamada “la
iglesia” muchas veces. Estaban ahí solo para servir al pueblo. Oh, los amaban tanto. Si el humilde pueblo tocaba el trono, o si de alguna manera los trataba de una manera no propia de la realeza,
respondían con tal falsedad como no se había visto desde la dinastía de Herodes. Los ofensores
eran tratados de una manera equivalente a la ejecución. Eran verbalmente ejecutados o
desterrados fuera de sus tierras. Eran llamados herejes. Y en la orgullosa tradición de Diótrefes,
eran echados fuera de la iglesia. (3 Juan 9 -10)

Cuando se trata de gobernar sobre los hijos de Dios, debemos recordar que la idea de un rey
ungido fue una elección del hombre, no de Dios. La verdadera naturaleza de esa elección era
rechazar el gobierno de Dios, optando por la clase de gobierno ejercido sobre otras naciones.
“Constitúyenos ahora un rey que nos juzgue” (1 Sam. 8:5).

Dios advirtió al pueblo de Israel de las consecuencias de esta clase de liderazgo que ellos escogían. Y cuando reducimos a pocas palabras las palabras de advertencia de Dios a ellos: “El (Rey Saúl) tomará lo que es vuestro y será de él” (Ver 1 Sam. 8:4-22). Esta es la naturaleza de los reyes, tomar lo que le pertenece a Dios y a Su hijos y apoderarse de eso. Ellos hacen todo esto bajo la apariencia de ser amigos del pueblo, como si fuese su derecho divino. Hay muchos al ig ual que Saúl reinando sobre la iglesia tradicional de hoy en día. Ellos toman el ministerio del cuerpo de Cristo, y los sientan en lindas pequeñas filas para que miren la nuca del que está enfrente. Ellos resisten a la soberanía de Dios sobre los creyentes individualmente por hacer de intermediarios entre Dios y Sus hijos. Dicen oír la voz de Dios para toda la iglesia, y de esta manera quitan la guía del Espíritu Santo de los creyentes.

Reemplazan la guía del Espíritu Santo con su consejo, y todo esto sin ni siquiera una punzada a
sus conciencias. ¿Por qué? Es simple. Ellos creen que este es su derecho divino. Han sido ungidos
en la tradición de Saúl, con una autoridad como la de los reyes de las naciones. Y de acuerdo a
esto, ellos se ven a sí mismos como los ungidos de Dios, y en sus mentes se paran cabeza y
hombros por encima del resto.

¿QUIENES SON LOS VERDADEROS UNGIDOS?

Yo creo que Dios tiene ungidos, y que pocos en nuestros días tienen miedo de tocarlos.
Hechos 2:17 habla de la unción de estos siervos. Aquellos de los cuales Joel había profetizado que Dios los ungiría con su Espíritu, y ellos profetizarían, verían visiones y soñarías sueños. ¿Quiénes eran estos sacerdotes y profetas ungidos? Eran toda la Carne de Hechos 2:17. Eran hijos, hijas, los jóvenes y los ancianos. Eran la comunidad entera de Cristo. Dios había derramado su Espíritu sobre toda carne, no sobre una casta selecta de súper santos referidos como Ministros, Pastores, Ancianos, etc. “Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños”. La unción que una vez fue derramada sobre unos cuantos selectos, ahora se derramaba sobre toda carne. Este nuevo sacerdocio cosiste de todos los santos de Dios.

Estos son aquellos a los cuales Pedro se refirió diciendo: “Mas vosotros sois linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que
os llamó de las tinieblas a su luz admirable…” (1 Ped. 2:9). Hay un nuevo sacerdocio, el sacerdocio de todos los creyentes, y este sacerdocio representa un mejor Pacto. Bajo este Pacto, Dios pone sus leyes en nuestras mentes, y las escribe en nuestros corazones. Bajo este Pacto no hay necesidad de mediadores que digan “Conoce al Señor”. ¿Por qué? “Porque todos, desde el mayor hasta el menor, conocerán a Dios” (Vea Heb. 8:10-11). Todos entrarán más allá del velo rasgado a la presencia de Dios. Allí serán enseñados por Dios. En este Nuevo Pacto “ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano”, porque todos sabrán de primera mano a través de la unción del Espíritu que Dios ha derramado sobre ellos.

De acuerdo al autor de Hebreos, el primer y Viejo Pacto, “tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal” (Heb. 9:1). Sin embargo, este nuevo sacerdocio no está conectado con santuarios ni ceremonias terrenales. Ellos ministran más allá del velo en el tabernáculo celestial, el cual el Señor levantó y no el hombre (Heb. 8:2). Ellos operan en las realidades del cielo, no en las sombras de la esfera religiosa (vea Heb. 9:1-10). Este nuevo sacerdocio son tambien las piedras vivas que son edificadas como casa espiritual. Ellos son colectivamente tanto el sacerdocio santo como el templo del Señor. Este sacerdocio también “ofrece sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”. (1 Ped. 2:5)

Juan dijo respecto a la unción de Dios: “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas
las cosas. No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad… Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en
vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña
todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él” (1 Jn. 2:20-21,27)

La palabra unción aquí se refiere a la ceremonia inaugural para sacerdotes. Era la ceremonia donde los sacerdotes del Antiguo Testamento eran ungidos con aceite, lo que representa al Espíritu Santo. Habla de ser separado para el servicio divino. El don del Espíritu Santo es la unción de Sacerdotes, y la unción era derramada sobre todos en este nuevo sacerdocio real. En el Nuevo Testamento hubo un cambio del sacerdocio Levítico al sacerdocio real según el orden de
Melquisedec (Heb. 7:11).

Los así llamados ungidos que se colocan en una autoridad jerárquica real, no dudan en tocar a los
verdaderos ungidos de Dios: el sacerdocio real. Sus descaradas y entrometidas manos han
apedreado a los profetas, y han sometido al verdadero sacerdocio ungido a las peores torturas
imaginables: a aquel intolerable sentarse todas las semanas en aquello que ellos llaman el servicio.

David vio la nación entera de Israel como la ungida de Dios.
Y andaban [Israel] de nación en nación, De un reino a otro pueblo, No consintió [Dios] que
nadie los agraviase, Y por causa de ellos castigó a los reyes. No toquéis, dijo, a mis ungidos,
ni hagáis mal a mis profetas. (Sal. 105:13-15)

David, el ungido de Israel, vio en una mirada profética a todo Israel como el ungido de Dios. David tenía un corazón conforme a Dios, el cual expresaba en sí mismo su incesante deseo de hacer a Dios rey. Era la pasión de David restaurar el gobierno de Dios. Lo expresaba en su vida, palabras, y canciones. “Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra, Es el monte de Sion, a los lados del norte, La ciudad del gran Rey” (Sal. 48:2). El gran Rey al cual David se refiere no es David, sino Dios. Cuando él trajo el arca con cantos y bailes, David sabía que estaba traye ndo al verdadero Rey de Sion a través de esas puertas. Estaba conquistado por el gozo, no podía contenerse; él saltaba ante el arca con todas sus fuerzas. David sabía que un rey terrenal no era la intención original de Dios, así que gustosamente se sacó sus vestiduras reales y corona, y bailó solo con una túnica ante su Rey; el Gran Rey. David tenía un corazón conforme a Dios, no la corona de Dios.
¡Ojalá que los hijos de Dios fuesen tan celosos por el reino de Dios en estos días!

Con reparos Dios ungió un rey, pero con gozo ungió un reino de sacerdotes. De hecho Dios
primero expresó este deseo exactamente después de que Israel hubiera pasado a través del Mar Rojo, mucho antes de que entren en la tierra. “Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y
gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel” (Ex. 19:6). Esta es la escritura
exacta a la cual Pedro se refiere en 1 Ped. 2:9. Dios finalmente realizaría su plan para un
sacerdocio real, y una nación santa, en el sacerdocio de todos los creyentes.

Estos son los ungidos de Dios. Ellos no tienen necesidad de maestros intermediarios. Ahora debo
preguntar: ¿porqué nadie está aterrorizado de tocar al ungido de Dios? ¿Por qué no dudan en
echar una mirada asesina hacia la comunidad profética de Dios, esa nación santa? ¿Por qué ellos
los amordazan y los atan en los bancos? Digo a todos los que luchan por el supuesto derecho de reyes y clérigos de gobernar sobre la herencia de Dios: No toquen a los ungidos de Dios, y no hagan daño a sus profetas. Dios ha derramado su Espíritu en estos, y los ha ungido para servir como sacerdotes para que cada uno de ellos pueda continuar sirviendo a Dios, declarando su gloria. Viniendo a Su presencia, y firmes en SU gloria, sus propias caras van a irradia r a Dios. Esta es la herencia del siervo del Señor. Es su derecho y responsabilidad como sacerdotes. Todos pueden venir a Su presencia.

Todos son sus sacerdotes. Todos son sus ungidos, No toque a los ungidos de Dios. No los consigne a pasividad. No suplante sus papeles como sacerdotes. No los silencie por medio de liturgias y
sermones. No les falte al respeto por suponer que ellos están en necesidad de algún intermediario aparte de aquel verdadero mediador entre Dios y los hombres (1 Tim. 2:5).
Si bien puede no parecer, estas personas peculiares son sacerdotes. No deje que sus apariencias comunes lo engañen; ellos no son como el común de los sacerdotes que parece n variedades de jardín. Son sacerdotes reales. Son los sacerdotes e hijos del rey de Reyes. Son criaturas nobles llamadas a verdadera grandeza. Son investidos de lo alto. ¿Por qué necesitarían un maestro cuando ellos van directamente a la presencia de Dios? Ellos tienen una unción que los enseña. Dios mismo losenseña. Ahora Dios está llamando a los verdaderos ungidos a que se levanten de sus bancos al poder.

De pronto estoy vencido con un abrumador deseo de decir: “¡No toque al Ungido de Dios!”
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Por George Davis
http://awildernessvoice.com/SpanishArticles/No_Toques_al_Ungido_de_Dios.pdf


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