NÚMEROS PARTE I/ LA GENERACIÓN DEL DESIERTO/ CAPÍTULOS 1-3

Cuando la Morada [el Tabernáculo] haya de trasladarse, los levitas la desmontarán y cuando haya de detenerse, los levitas la montarán; cualquier intruso que se arrogue ese derecho será condenado a muerte.

Me encanta el planteamiento que Dios hace acerca del servicio de los levitas que, por otra parte, debía de ser duro pues tenían, como dice el pasaje, que montar y desmontar con exquisita  precisión todo lo relacionado con el culto al Señor.

Decía que me encanta porque el servicio es visto como un derecho, un privilegio y no como una obligación. Era un derecho y privilegio tan grande que cualquiera que quisiera tomar parte en el mismo y no perteneciera a la tribu de Leví, la escogida por Dios para esta responsabilidad, debía ni más ni menos, que ser condenado a muerte.

Comienza el año 2014 y este pasaje escrito en el desierto del Sinaí hace varios milenios nos plantea un serio reto y una necesidad de profunda reflexión, a saber, ¿Cómo percibimos el servicio al Señor viviendo como agentes de restauración y constructores del Reino?

Podemos percibirlo como una carga gravosa. Algo que si podemos evitar lo haremos siguiendo nuestra búsqueda compulsiva del placer o, por lo menos, la ausencia de dolor. Podemos visualizarlo como una necesidad para aliviar una conciencia culpable ante Dios porque no hacemos lo que tenemos que hacer. Podemos vivir el servicio con amargura, resentimiento y sin gozo, con legalismo.

Por el contrario, podemos vivirlo como un derecho inalienable, como un privilegio inmerecido, como una oportunidad que protegeremos celosamente, como un gozo inigualable por poder ser colaboradores con Jesús en el proceso de restauración.

Piensa por un momento ¿Qué te sugiere esta reflexión?



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