PABLO A LOS ROMANOS ESTUDIO 23: SIMPLEMENTE GRACIA

Y si es por gracia, no lo es en virtud de méritos humanos, ya que si fuera así, la gracia dejaría de ser gracia.

Pablo con el capítulo 11 de su carta cierra un paréntesis (capítulos 9, 10 y 11) que ha dedicado para desarrollar el tema de cómo queda el pueblo de Israel en relación con el plan salvador de Dios. Como ya comenté este paréntesis era necesario debido a que una parte de sus lectores tenían ese origen racial y, era natural, que sintieran preocupación acerca del destino del pueblo escogido por Dios en el Antiguo Testamento. La idea central de este capítulo es que el Señor no se ha olvidado de Israel como no lo ha hecho de ningún pueblo, cultura o raza y que, en su momento, las cosas se harán.

Para mí lo sorprendente de este capítulo, más allá de todo lo relacionado con el pueblo judío que no lo percibo como algo relevante para mi realidad, es la gran afirmación de Pablo con respecto a la gracia de Dios hacia el ser humano. La total ausencia de méritos por parte de la humanidad para merecer la obra salvífica de Jesús ya que si hubiera el menos indicio de los mismos automáticamente la gracia dejaría de ser precisamente eso, gracia, es decir algo inmerecido, algo concedido a pesar de, nunca debido a.

Aunque esto es fácil de entender y aceptar por los seguidores de Jesús con relación a nuestra salvación nos cuesta mucho más aplicarlo a nuestra vida cotidiana. Podemos ser salvados por gracia y, a pesar de todo, vivir por obras, vivir dependiendo de ganarnos día a día el amor, la aceptación y la aprobación del Señor que nos puede ser retirada en cualquier momento si no estamos a la altura y no vivimos cómo espera de nosotros. Tiene toda la lógica del mundo, sin embargo, si así fuera, es decir, si el Señor nos retirara el amor, la aprobación, la aceptación en función de nuestra manera de vivir sería como dice el apóstol, la gracia dejaría de ser gracia, estaríamos de nuevo bajo la Ley.

Sé que esto crea una tensión intelectual y que algunos piensan que sería una especie de «patente de corso» (si no entiendes la expresión búscala en wikipedia) para hacer lo que quisiéramos ya que nuestra posición ante el Señor es invulnerable debido a la gracia y, realmente, así es. Porque lo que nos motiva a amar a Dios, servirle, adecuar nuestro estilo de vida a sus expectativas, deseos y demandas. Lo que nos hace querer imitar a Jesús y vivir como agentes de restauración en este mundo roto no es el miedo a perder lo que no se puede perder, la gracia, sino la gratitud de poder experimentar lo que no se puede perder, la gracia. Es la comprensión de la inmensidad de la gracia lo que me lleva a actuar, pensar y vivir de forma diferente, no el miedo a perderla.

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