Pureza Sexual … CALLES DE LUJURIA Y OSCURIDAD

Saludos a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

“Porque a muchos [la ramera] ha hecho caer heridos, Y aun los más fuertes han sido muertos por ella. Camino al Seol es su casa, que conduce a las cámaras de la muerte.” Proverbios 7: 26 – 27

Recuerdo claramente la oscuridad de aquella calle.  Era una oscuridad apabullante; una oscuridad que se te metía por los huesos y te llegaba hasta el alma.  Los pordioseros y drogadictos del pueblo habían convertido sus aceras y rincones en guaridas improvisadas de basura y cartón para pasar la nota de la droga o la borrachera de esa noche. Pero la oscuridad de aquella calle no acababa ahí.  Sus aceras también eran escenario para el ir y venir de prostitutas y “travestis” que vendían sus cuerpos al mejor postor.

A pesar de ser un joven estudiante de leyes, con buenas notas, serio, tímido y con pocos amigos, llevaba en secreto una lepra putrefacta sobre mi carne que no entendía ni conocía por nombre. Mucho después supe que la llamaban lujuria sexual.

Así conocí aquella oscura calle una noche cuando, casi por accidente, el carro me llevó hasta allí en “piloto automático”.  Era común y frecuente que la lujuria sexual moviera sus hilos para convertirme en un monigote sin voluntad y que los vaivenes de mi esclavitud me llevaran de San Juan a Caguas hasta altas horas de la noche.

Y en aquella oscura calle, pude ver una tragedia humana que fusionaba a dos tipos de esclavos: La prostituta esclavizada por la droga, que se vende al hombre esclavizado por el sexo.  El hombre esclavizado por el sexo que consume, como un trozo de carne, a la prostituta esclavizada por la droga…

Y mientras las mujeres se enseñaban como maniquíes en la vitrina de una tienda, en aquella calle de nombre Padial del pueblo de Caguas, una interminable caravana de carros, muchos de ellos lujosos, circulaba y circulaba, repitiendo el ciclo esclavizante de entrar y salir de la oscura calle para negociar servicios sexuales.

A mis 23 años, la lujuria sexual había erosionado tanto mi consciencia, que me atrevía visitar esta calle, al igual que tantas otras en el Área Metropolitana de San Juan.  Y para el que vive aprisionado a la lujuria de la carne, la voz de su interior, no importa cuán anestesiada esté, siempre te dirá que la muerte ronda por esos lugares buscando una víctima más para devorar.

Una y mil y veces escuché aquella voz, que trató de frenarme y desviarme, pero siempre la enmudecí con la mordaza de una lujuria que pudo más.  Así, permití que la oscuridad de aquella calle se siguiera metiendo dentro de mi vida, dentro de mi mente, perdiendo la capacidad para medir consecuencias.

No fueron pocas las ocasiones en que la muerte me pasó de cerca en estas calles, mientras me preguntaba a mí mismo:  “¿Qué rayos haces en este lugar? ¿Qué dirá la gente si algo te pasa en esta calle?  Se conocerán tus secretos cuando ya no estés ni en este mundo.”   

En otras ocasiones fue la policía que me detuvo al ver mi manejar errático por estas calles, ya que mis ojos estaban más enfocados en las prostitutas de la acera que en la ruta para el carro.  Sin embargo, las intervenciones policiacas nunca fueron más que un gran susto.  Nunca me detuve a pensar que esos percances con la policía pudieron haber acabado de otra manera: causado la publicación de mi foto en la primera plana del periódico “El Vocero,” arrestado por la policía de Puerto Rico al solicitar servicios sexuales por dinero.

¿Qué me hacía caer tan profundo en una oscuridad tan densa y dolorosa?  Me tomó más de veinte años poderlo entender, pero finalmente Dios me lo reveló un día, cuando las cadenas se cayeron.  En la Calle Padial busqué llenar con sexo el vacío que sólo Dios podía llenar en mí.  En esa búsqueda, lo que me diferenciaba de la prostituta era que ella estaba en la acera, mientras yo estaba en el carro.

Ambos estábamos vacíos y sedientos de Dios, moribundos y si esperanza, agarrados a una droga –llámese crack o sexo– que sólo podía darnos un paz pasajera.  Así, muchas veces abrí la puerta de mi carro a aquellas jóvenes llenas de dolor y soledad.

Pero en muchas ocasiones, en lugar de buscar un encuentro sexual, comenzábamos a hablar de su historia, de sus sueños rotos y anhelos caídos al suelo, del abandono, la violencia y abuso de su hogar; de la madre que le modeló lo que es convertir a su cuerpo en un negocio de sexo; del padre que la violó cuando apenas era una niña y que luego la endrogaba para venderla como un pedazo de carne entre los vecinos del barrio.

En muchas ocasiones, al terminar de compartir sus historias, terminábamos hablando de Dios. Sí… era imposible no hablar de ese Dios que anhelábamos sin conocerlo y que podía llenar todos los vacíos de nuestra alma rasgada.

En muchas ocasiones, la entrega de dinero vino acompañada de un “Dios te bendiga” y de un “gracias por escucharme.”  Y así, sin entender lo que me había pasado, regresaba a la casa sin poder contener el llanto por la vida de aquellas mujeres destruidas y por la caravana interminable de hombres en sus carros lujosos.  Todos estábamos vacíos por dentro, con el alma rasgada y sin conocer al Único que podía sanarnos.

Hoy puedo decirte que en la calles Padial de todo el mundo la oscuridad se hace más densa y más mortal.  Por favor, escucha este consejo: Hazle caso a tu voz interior cuando te habla que tales calles son veredas de muerte y perdición.  No pienses que porque no ta ha pasado nada por años, no te pasará mañana.

El enemigo lo que necesita es una sola oportunidad para robarte la vida y tronchar tu camino por esta tierra.  Sus estrategias siempre van dirigidas a trivializar las consecuencias de esta atadura y suzurrarte al oído que “una vez más no le va a hacer daño a nadie.”

No cedas, no negocies, no trivialices lo que la lujuria sexual te puede hacer cuando salgas esta noche a endrogarte con sus venenos.  Aunque tantos hombres miren a la Calle Padial como una oportunidad para satisfacer sus impulsos sexuales, el enemigo de las almas te espera allí para atacarte a traición por la espalda.

Porque la lujuria sexual tiene muchas maneras para cumplir con su agenda de muerte…  Las más obvias son una asalto, un tiroteo que nada tenía que ver contigo, un accidente automovilístico y otros actos violentos.  Pero también pude ocurrir más lentamente, mediante un arresto que destruirá tu reputación, o un SIDA que te comerá silenciosamente por dentro, para luego infectar a tu esposa u otras víctimas inocentes.

Ahora, permíteme desviarme un segundo para hablarte del caso de un joven puertorriqueño asaltado, secuestrado y asesinado de la forma más vil, mientras presuntamente buscaba sexo en la Calle Padial… Este crimen ha sacudido las fibras más profundas del País por su crudeza, crueldad y sinrazón.

Hemos caído tan bajo, que la vida humana sólo vale 400 dólares en este mundo.  Si eventualmente una investigación formal confirma que este joven recientemente asesinado en Puerto Rico estaba en esta Calle Padial buscando sexo, la mayoría seguirá su camino, como si nada hubiese pasado.

Pero hoy, tú y yo podemos detenernos para reflexionar sobre muertes como esta, que comenzaron con una semilla de perdición que la lujuria sexual plantó en la mente de una persona esclavizada. La realidad es que muchos son los que mueren diariamente en las calles Padial del mundo mientras compran y venden sexo.  Muchas son las víctimas anónimas que fueron atrapadas en las redes de una lujuria sexual que les sedujo con placeres embriagantes, para luego pasarles una factura de muerte.

Esa es la cara fea de la lujuria sexual, apartada de los negocios elegantes y exóticos de bailarinas famosas en los centros turísticos donde los clientes toman champán y gastan cientos de dólares en una noche.  Allí, en la Calle Padial no hay “glamour” ni belleza, ni popularidad.  Allí, sólo hay dolor, esclavitud y desolación.

Pero, ¿cómo mezcla ese tipo de ambiente con la imagen seria y honesta de un buen hombre, profesional casado y hasta atleta olímpico que perdió allí su vida?  Muchos se apresurarán a decir, “imposible… eso tiene que ser una mentira…”  Aunque la verdad todavía se desconoce y existen versiones conflictivas, lo que deseo compartirte es que en el campo de la lujuria sexual, nada debe sorprenderte.

Muchos son los hombres “honestos” casados y profesionales exitosos, políticos prominentes y figuras públicas que son “buenos modelos” en algunas facetas de su vida, pero que en su vida escondida están esclavizados al sexo y a una doble vida sin que nadie en sus familias o círculo allegado de amigos lo sepa.  Así son los secretos y máscaras de la lujuria sexual.  Nadie está exento de caer en este tipo de ambiente si le abrimos la puerta al enemigo.

Por eso, te pido que no subestimes a esta asesina de purezas.  No pienses que nunca caerás.  No pienses que la lujuria sexual nunca te atrapará.  Y si eres prisionero del sexo compulsivo, hoy es el día para dejar atrás estas calles de lujuria y perdición.

Hazlo por ti y por tu familia.  Aléjate de la Calle Padial.  Sólo así podrás dejarle un legado de integridad a tus hijos cuando Dios te llame a su presencia.  Sólo así podrás romper el ciclo de perdición y oscuridad de la Calle Padial, para que tus hijos no repitan lo que tú hiciste…

Vive hoy este día buscando una pureza radical; vívelo como si fuera el último día de tu vida.  Porque podría serlo…  Y si lo fuera, que ante el trono de la gracia, cuando se pase tu película, ¡tu Padre celestial se sienta orgulloso de lo que viviste!

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!

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