Pureza Sexual … DIOS TIENE HAMBRE, ¿QUÉ HARAS?

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

“Por la mañana, cuando regresaba a la ciudad, tuvo hambre.  Y al ver una higuera junto al camino, se acercó a ella, pero no halló nada en ella sino sólo hojas…”  Mateo 21: 18-19

Sí, Jesús tuvo hambre.  Y como aquella mañana, de regreso a la ciudad, El sigue teniendo hambre hoy.  Hambre de ti y de mí.  Hambre por nuestro amor, nuestra fidelidad, nuestro compromiso. El nos reconocerá con una mirada, se acercará a nosotros y se detendrá, a ver si tenemos algo que ofrecerle para su hambre.

Sí, su obstinado deseo de salvar nuestra vida seguirá buscando que nosotros le amemos, que vivamos una vida cerca de El.  Porque esta es la inmemorial historia que empieza en la primera página del Génesis y perdura hasta la última del Apocalipsis: Es la historia del Dios hambriento, anhelante por el amor del hombre.

Pero por mucho tiempo, sólo hemos sido higueras sin frutos; plantas estériles cubiertas con las hojas secas de nuestras infidelidades.  Esas hojas secas que reflejan las veces en que ignoramos a Dios para rendirle culto al pecado sexual.  Esas hojas secas que dan testimonio de nuestra vida estéril y apartada de El. Porque, apartados de Dios, permitimos que el enemigo se robara los buenos frutos que crecieron en nuestras ramas.

Por mucho tiempo caminamos pensando que nuestra vida estaba repleta de logros, metas alcanzadas y éxito.  Nos sentíamos contentos con una vida que nos resplandecía.  Pero la lujuria sexual se había infiltrado lentamente en nuestra vida y, al sí hacerlo, envenenó y mató los frutos que, por diseño de Dios, debían nacer de nosotros. Todos esos logros y éxitos que alcanzamos, no eran más que hojas secas a la hora de alimentar a nuestro Señor.

Así, nos acostumbramos a vivir con la sequedad entre las ramas y empezamos a olvidar aquellos tiempos de ramas preñadas de frutos, ramas anhelantes, ilusionadas con aquel momento, cuando la mano de Cristo se acercara a tomar de nosotros para calmar su hambre.

Hoy, el pasaje de la higuera nos invita a reflexionar sobre el tipo de vida que queremos vivir. Ahí podemos ver reflejados todos esos momentos cuando caminamos en contra del propósito de Dios; cuando Dios se nos acercó y tuvo que alejarse, hambriento, al encontrar sólo esterilidad en nuestra vida.

Recuerda: Fuimos creados para dar frutos abundantes y deleitosos, frutos que agraden el corazón de Dios. Y ante esta gran verdad, te pregunto: Si Jesús se detuviese hoy en su caminar y se acercara hambriento a tu vida, ¿encontraría una higuera llena de buenos frutos que pudieran calmar su hambre, o encontraría una higuera estéril, llena de hojas secas?

Y ahora te pregunto: ¿sabes cuándo Jesús se acerca a nuestra vida para buscar un fruto que calme su hambre?  Pues El lo hace todos los días, desde que abres tus ojos al amanecer, hasta que cae la noche y pones tu cabeza en la almohada.  Durante el correr del día, Cristo detiene su caminar y viene a tu vida, porque está hambriento de ti.

El viene de tantas maneras y por medio de tantas personas.  Recíbelo.  Recíbelo, con tus ramas repletas de frutos agradables y deliciosos.  Para eso fuiste creado, para alimentarlo. Porque El siempre tendrá hambre de ti, de tu amor.  Nunca permitas que Cristo llegue a ti y te encuentre en medio de una esterilidad sin frutos.  No permitas que se vaya hambriento, porque nada tuviste para darle.

Hoy estás a tiempo para escoger.  Puedes alimentar tus pasiones, tus egoísmos, una vida centrada en ti.  Para eso, sólo necesitas las hojas secas de tu planta estéril.  Pero si tu visión está en cosas más altas, en alimentar a Cristo cuando se detenga y se acerque a tu vida hambriento, entonces, atrévete a ser una higuera llena de frutos deliciosos.  Porque Jesús tiene hambre de ti y quiere nutrirse de tu amor.

Y si lo alimentas, El te alimentará a ti; te alimentará con su pasión por las almas, con su hambre por el caído, por aquellos, que como tú, han vivido una vida estéril, con hojas secas… Porque el hambre de Cristo es contagiosa. Sí, alimenta a ese Cristo hambriento de ti, y El te entregará su hambre por la humanidad. ¡Sí, aliméntalo con tu amor y nunca serás el mismo!

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!

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