Pureza Sexual … EN LA CIUDAD DE LA EMBRIAGUEZ Y LA MENTIRA

Saludos nuevamente a todos ustedes que defienden día a día su pureza sexual

Llegó, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca de la parcela de tierra que Jacob dio a su hijo José; y allí estaba el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo. Era como la hora sexta. Una mujer de Samaria vino a sacar agua, y Jesús le dijo: Dame de beber.  Entonces la mujer samaritana le dijo: ¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (Porque los judíos no tienen tratos con los samaritanos.  Respondió Jesús y le dijo: Si tú conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú le habrías pedido a El, y El te hubiera dado agua viva.  Ella le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva?  Respondió Jesús y le dijo: Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna.  La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga hasta aquí a sacarla.  Entonces la mujer dejó su cántaro, fue a la ciudad y dijo a los hombres, venid, ved a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿No será éste el Cristo?  Juan 4:5-7; 9-11; 13-15; 28-29.

Cristo nos buscará y encontrará, no importa dónde estemos o cuán profundo hayamos caído.  Su amor obstinado no vira la mirada cuando ve nuestro quebranto.  Porque el Hijo de Dios no pasa de largo los lugares o personas cuando se trata de repartir Su amor y Su perdón.  Así ocurrió en aquel caluroso día de Samaria, cuando Jesús iluminó con su cansancio la oscura ciudad de Sicar.

Y de todas las ciudades, ésta necesitaba a gritos la visita del Mesías.  Porque Sicar significa en su lenguaje original, “ciudad de embriaguez y mentira.” Lo sorprendente de este nombre nos hace preguntarnos:  ¿Qué persona que ha sufrido el agarre asfixiante de la lujuria sexual no verá en Sicar su propio espejo?

Porque hundidos en el pozo lujurioso de nuestras pasiones carnales, nos convertimos en borrachos de sexo y en esclavos de la mentira.  Así, nuestra ciudad se fue derrumbando hasta que nos quedamos sin muros, sin protección ante el ladrón nocturno que acabó vandalizando toda la pureza que había en nosotros.  Nos convertimos en ciudades abandonadas, llenas de ruinas y basura con hedor insoportable: Esas son las ruinas desconcertantes y la basura innegable de nuestros pecados sexuales.

Tu ciudad y la mía tienen –o han tenido en algún momento– el nombre de Sicar.  Pero, aunque toda la humanidad nos diera de codo y nos descartara, Uno se detuvo para marcar con sus huellas, nuestra vida.  Y la hora de Su llegada según el Evangelio de Juan habla mil palabras, porque en Él no hay nada que sea casualidad.  Porque “cansado del camino” y en la “hora sexta”, el Cristo nos fue a visitar.

¿Sabes por qué nos visita cuando todas su fuerzas le han abandonado?  Porque Él quiere identificarse con nuestro cansancio.  Porque Él sabe cuántas veces, la lucha contra la lujuria sexual se ha tornado inmisericorde y la esperanza por una efímera pureza se nos ha esfumado como un perfume en el aire.

Él quiere que veamos su cansancio, para que no nos quede duda de que en nuestro cansancio, Él nos entiende.  Y como si esto fuera poco, la sexta hora tampoco fue accidental.  Porque el seis simboliza en la Palabra trabajo, lucha y humanidad.  ¿Lo puedes entender?

Con su llegada, Cristo nos dice que se funde con nosotros en nuestra lucha, en nuestro trabajo por alcanzar pureza; que comprende cuando nuestra humanidad se agota y se quiere romper en mil pedazos.  Sí, Él nos entiende, allí recostado al pie del pozo de Jacob, aquel pasado engañador que luchó con el Angel de Jehová buscando bendición y que también fue cubierto por el amor y el perdón de Dios.

Y entonces, en la ciudad de los borrachos y mentirosos, el Salvador del Mundo se encontraría con una mujer que lo necesitaba desesperadamente.  Porque aquella mujer era prisionera de las relaciones pecaminosas, del “cambia-cambia” de amantes sin compromiso que nunca pudieron llenar el vacío que le traspasaba el alma.  Aquella mujer moría lentamente, sedienta de un amor verdadero.  Seis fueron los hombres a quienes se entregó la mujer Samaritana antes de que llegase el Hombre incomparable, el verdadero Esposo que cambiaría su vida para siempre.

Porque no hay atadura suficientemente oculta dentro del corazón humano como para que el ojo del Salvador no la divise.  Y allí, un Cristo cansado y sediento en su humanidad, se encontraría con una mujer cansada y sedienta en su espíritu.  Ella le daría agua del pozo de Jacob para calmar –por algún tiempo– la sed que resecaba su garganta.  Él le daría agua vivificante, para calmar eternamente la sed que resecaba su corazón.  Agua vivificante que manaba del Hijo de Dios –como fuente ilimitada–  para aplacar la sed de una humanidad sedienta.

Como muchos de nosotros, la mujer Samaritana no pudo entender de inmediato las palabras de Jesús sobre el “agua de vida que mana de una fuente para la eternidad”.  Para ella –y para todos los que hemos luchado contra la lujuria sexual– intentamos obtener el agua común para saciar nuestra sed con nuestras propias fuerzas.  ¿Qué logramos?  Sólo pudimos tomar de las aguas turbias y contaminadas; aguas que acabaron enfermándonos y causándonos una mayor sed.  Ahí están las aguas de la pornografía, el sexo en la calle, las fantasías sexuales, la masturbación, el adulterio y mucho más.

Es por eso que aquella mujer no comprendía cómo Jesús podía ofrecerle agua sin tener un cántaro para el pozo que les sirvió de punto para su encuentro.  Pero, poco a poco, sorbo a sorbo, la Samaritana fue llenándose de las palabras de Jesús.  El agua que Cristo le ofrecía no estaba dentro de un pozo, ni requería un cántaro de piedra para ser recogida.  Cristo se ofreció aquel día –y lo sigue haciendo– como fuente de agua viva para saciar la sed en el corazón de aquella mujer y de todos nosotros.  Él es agua de vida para todos los sedientos de todos los tiempos.

Y sólo hace falta un primer sorbo para entender que con Él, nunca más tendremos sed.  Mira detenidamente lo que hizo aquella mujer luego de haber sido transformada por el agua viva que brota del corazón de Cristo:  Dejando atrás el pozo de Jacob, abandonó su cántaro de agua en aquel lugar.  No había otra alternativa.  Aquel viejo cántaro ya no le serviría para saciar su sed, porque el agua que sació su espíritu nació de aquel Hombre –que sólo por amor– se convirtió en fuente de redención para todos los sedientos del mundo.

Ahora ella necesitaría otro cántaro para recibir el agua vivificante de aquel maravilloso Hombre que la marcó para siempre.  Pero ¿dónde encontraría un nuevo cántaro para recoger aquel agua espiritual que Cristo le obsequió para calmar la sed de su alma?  Pues, al igual que el Mesías, la mujer de Samaria –y todos nosotros– tendríamos que convertirnos en cántaros vivientes.  Seríamos un nuevo cántaro para recibir el agua del nuevo pacto.  Porque Cristo lo prometió –y si lo prometió, entonces lo cumple– cuando dijo que nunca jamás tendríamos sed si tomábamos del agua de vida que mana de Él.

¿Te atreves a ser un nuevo cántaro transformado por el agua vivificante de Cristo?  Sólo así podrás hacer lo que aquella mujer de Samaria hizo: Dejar atrás el cántaro inservible de su pasado para convertirse en cántaro nuevo y repleto por el agua pura del Salvador.  Entonces y sólo entonces serás un cántaro viviente, un cántaro que, luego de ser llenado, se desborde en la multitud de almas sedientas y contaminadas por las aguas impuras de la lujuria sexual.

¡Acepta el reto!  Abandona el viejo cántaro.  Permite que el poder de Dios te transforme en cántaro que respira y alienta.  Hay una humanidad aprisionada por el pecado y sedienta de Dios que te espera en miles de ciudades como Sicar.  ¡Comienza hoy, transformando la impureza de tu vida pasada en una nueva pureza, vitalizada por el agua que Cristo te obsequia.  Nunca dejes de tomar Su agua de vida. ¡Sorbo a sorbo, ella te llevará a la eternidad!

Un abrazo,

Edwin Bello

Fundador

Pureza Sexual…  ¡Riega  la  Voz!

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