¡Qué palabras tan terribles!

^{«Si tu propio hermano,  o tu hijo, o tu hija, o tu mujer o tu amigo íntimo, te habla en secreto y te propone ir y servir a dioses ajenos que ni tú ni tus padres conocieron, es decir, los dioses de los pueblos que te rodean, cercanos o lejanos, que hay de un extremo al otro de la tierra, no aceptes su propuesta ni le hagas caso. No la compadezcas, ni le tengas misericordia ni lo encubras. Al contrario, dale muerte. Y el primero en levantar la mano contra él serás tú, y después de ti levantará la mano todo el pueblo. Apedréalo hasta que muera, por haber intentado apartarte del Señor tu Dios, que te sacó de Egiupto, donde eras esclavo. Que todo Israel lo sepa, y sienta temor, y no vuelva a ocurrir en medio de ti nada semejante» Deuteronomio 13:6-11}


¡Qué palabras tan terribles! Jesucristo enseñó en su venida que debemos amar incluso a nuestros enemigos, así que de ninguna manera está justificado el asesinato en nuestros tiempos. Sin embargo, de este pasaje podemos llegar a algunas conclusiones:


1) Ni nuestros hermanos, ni nuestros hijos, ni nuestras parejas, ni nuestros amigos son más importantes que Dios: debemos ser cuidadosos en nuestras relaciones interpersonales, quizás esa persona que tanto queremos y con quien tanto pasamos el tiempo me está alejando de Dios y me está llevando a servir a otors dioses, quizás sin darse cuenta, quizás cómo un susurro, pero debemos tener cuidado.


2) NO debemos compadecerlos:  debemos evitar oírlos, debemos evitar que sus palabras que nos incitan a servir a otros dioses lleguen a nuestros corazones, debemos ignorarlos, sea quien sea, debemos serle fiel a Dios.


Aún cuando en esta época de la gracia el Señor NO nos demandará que matemos a alguna de estas personas (y mucho menos a pedradas), si debemos entender que las relaciones son importanes y debemos velar porque no nos lleven a servir a ídolos en vez de al único Dios verdadero.