Un amor tan grande…

Me enternece pensar en mi amigo David Guadrón, su esposa Carolina  y Camilita, la hija de ambos, quien padece un extraño síndrome llamado  Kinsbourne; lo que les ha hecho viajar hasta Norteamérica buscando el tratamiento adecuado para tal síndrome. Ha sido desbordante el acompañamiento de la Gracia hacia ellos, en todo el proceso, como lo dice David: Dios ha estado allí todo el tiempo.

Todo esto me recuerda cuando yo mismo padecí una extraña situación de salud que hizo me hospitalizaran. Recuerdo ver a mis padres muy, muy preocupados y rebuscándose con dinero para los gastos. Si eres padre (o madre) sabrás de lo que te hablo. Y es que uno de padre dará su vida misma por amor a un hijo. Admiro a David por su empeño y la forma en que ha tomado toda esta situación (se dice que atrás de Kinsbourne suele haber un cáncer).

Esta línea de pensamiento me llevó a considerar al Padre, quién entregó a su unigénito Hijo para morir vergonzosamente en una cruz, cargando sobre Él todo el pecado que te puedas imaginar y mucho más (violadores de niños, de ancianas, asesinos en serie, todas las masacres de la humanidad, tus mentiras, fornicaciones, adulterios, envidia, malicia, etc.). Siendo tan inmenso el paquete de pecados, no había forma que la humanidad compensara su deuda con Dios; y él decide entonces reconciliarnos por medio de los que más ama: a su Hijo.

 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. Juan 3:16.

Me sacude, me enternece y me humillo delante de tal información. Ojalá y todos le tomáramos la palabra y creyéramos, lastimosamente no todos lo harán. Los Guadrón lo hicieron hace mucho tiempo y sus corazones están resguardados en Dios…

Y tú ¿le crees?, ¿estarías dispuesto a recibir el señorío de Jesús en tu vida y alcanzar vida eterna? Puedes orar:

“Dios eterno, confieso que soy un pecador y me arrepiento de todas mis faltas. Entra a mi corazón. Perdóname por mis pecados. Creo que Jesús murió por mí y que resucitó de entre los muertos con Poder; y ahora es Salvador y Señor. Límpiame en su sangre. Me rindo ante Ti y te entrego mi corazón. Dame fuerzas para sostenerme en el Espíritu Santo. En el nombre de Jesús mi Salvador y Señor desde ahora y  para siempre. Amén”.

Bendiciones,


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.