Una creación formidable y maravillosa

Cuando Dios vio al mundo que había hecho, lo llamó bueno. Hacer al ser humano —al hombre y a la mujer— a su imagen fue la culminación de su obra creadora (Gn 1.27). Salmo 139 nos recuerda que somos una creación formidable y maravillosa.

El Señor ha dado a cada uno de sus hijos un gran potencial para el servicio en su reino. Sin embargo, algunos tenemos serias dudas de que esto sea verdad. Cuando nos comparamos con otras personas, damos a conocer las cosas que no tenemos. A veces, nos criticamos a nosotros mismos por los errores que hemos cometido. ¿Cómo podemos tener un potencial maravilloso cuando vemos tantas de nuestras deficiencias?

Cuando Moisés se criaba en la casa de Faraón, parecía tener muchas ventajas. Luego mató a un egipcio y huyó del país. Ya no parecía ser un buen candidato para sacar a los israelitas de Egipto. Pero Dios miró más allá de lo que Moisés había hecho, y vio lo que él podía llegar a ser.

Antes de ser salvo, el apóstol Pablo se opuso con vehemencia a los creyentes en Jesús. Pero, por la misericordia de Dios, se convirtió en un gran evangelista y autor de varios libros del Nuevo Testamento. Pedro era un simple pescador que negó, no uno sino tres veces, conocer a Jesús. Sin embargo, el Señor lo eligió para ser el líder de la iglesia de Jerusalén.

Dios ve más allá de nuestras imperfecciones el potencial que tenemos en Cristo. Porque fuimos hechos a su imagen y su Espíritu habita en nosotros, tenemos una capacidad para la transformación espiritual y el servicio, más grande de lo que podemos imaginar.

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