VIVIMOS EN DIFERIDO

Efesios: 1:11 En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad.

Salmo 139: 16 Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas. Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas

Pues aun vuestros cabellos están todos contados.» — Mateo 10: 30.

Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Génesis 1:31

Y dijo Dios…Y así sucedió. Cuando entiendes el poder del “Y dijo Dios” es cuando tu descansas y te sientas a ver como Dios trabaja…”Y así sucede”

PREDESTINADOS. «Pues aun vuestros cabellos están todos contados.» La mayoría de los cristianos creemos en la providencia de Dios, pero no todos los cristianos estamos preparados para seguir la verdad que implica. Pareciera que hemos olvidado que siempre hubo esa providencia, y que la providencia debe ser, después de todo, un asunto de predestinación divina. Dios debe haber previsto, o de lo contrario no podría haber provisto, pues «providencia» es, después de todo, previsión; y la provisión que hace Dios no es sino el resultado de su visión anticipada de tal y tal cosa que es necesario para nosotros. Ver anticipadamente pertenece esencialmente a la providencia divina.

¿Cuán lejos llega la visión anticipada de Dios? Nosotros creemos que se extiende al hombre entero y a todo lo relacionado a él. Dios ordenó desde tiempos antiguos cuándo deberíamos nacer, y dónde, y quiénes iban a ser nuestros padres, y cuál sería nuestra suerte en la infancia, y cuál iba a ser nuestro camino en la juventud, y cuál sería nuestra posición al llegar a la edad adulta. Desde el principio hasta el fin todo ha ocurrido de acuerdo al propósito divino, conforme fue ordenado por la voluntad divina.

No solamente el hombre, sino todo lo concerniente al hombre, está predestinado por el Señor: «pues aun vuestros cabellos,» es decir, todo lo que tenga que ver con nosotros, que entre en cualquier tipo de contacto con nosotros, y que sea en algún sentido parte y porción de nosotros, está bajo la previsión divina y la predestinación. Todo está en el propósito divino, y ha sido ordenado por la sabiduría divina: todos los eventos de nuestras vidas, ciertamente los más grandes, pero con igual certeza también los más pequeños.

Es imposible dibujar una línea de separación en la providencia, y decir: esto está arreglado por la providencia, y esto no. La providencia debe abarcarlo todo, todo lo que ocurre; no solamente determina el movimiento de una estrella, sino que incluye al grano de polvo que es soplado por el viento del camino. Todo esto, por la propia naturaleza del tema, es claro. La providencia de Dios no sabe de cosas que son tan pequeñas como para estar más allá de su conocimiento, ni de cosas que son tan grandes como para estar más allá de su control. Nada es demasiado pequeño o demasiado grande para que Dios lo gobierne y lo domine.

Todo lo que un hombre experimenta es también ordenado desde el cielo; si los cabellos de tu cabeza se tornan blancos en una sola noche de aflicción, es porque ha habido un permiso divino. Si conservas la vida hasta que cada cabello constituya una parte de la corona de gloria de tu ancianidad, no llegarás a ser más viejo de lo que Dios quiera. No morirás antes de que te corresponda, ni vivirás más allá del límite establecido. Yo digo que todo lo que nos concierne, de principio a fin:

Cuando vemos que todas las cosas son arregladas por Aquél que ordenó todas las cosas de conformidad al consejo de Su propia voluntad, entonces inclinamos nuestras cabezas y solo adoramos.

El resultado práctico de todo esto para el cristiano debe ser simplemente este, «Si esto es así, que todas las cosas en mi vida son ordenadas por Dios, inclusive los cabellos de mi cabeza, entonces debo aprender sumisión; voy a inclinarme ante la Voluntad Suprema que debe cumplirse siempre. Aunque me cueste una lágrima, y muchos dolores, sin embargo nunca voy a estar contento hasta que pueda decir, ‘Padre, hágase tu voluntad. y que una vez que la acepte pueda yo sentir gozo’»

Siempre que hablo de esto hay alguien que me recuerda que podemos pedir y se nos dará, y es cierto pero como dice en Santiago, tenemos que saber pedir, y ese saber pedir no es torcer o cambiar la voluntad de Dios, una vez que aceptamos la voluntad de Dios, podemos claro que si, pedir, fuerzas por ejemplo si no es adversa, fortaleza, paciencia…pero, es solo cuando practiquemos la sumisión a su voluntad que experimentaremos ese gozo en hacerla, gozo divino, para nada humano.

La naturaleza humana nos impulsa a pedir que, si es posible, “pase de nosotros esta amarga copa”; pero la naturaleza divina, que Dios ha puesto en Sus verdaderos hijos, les ayuda a luchar todavía después de la plena sumisión, hasta que al fin se convierten en conquistadores de sí mismos, y Dios es glorificado en el templo de su ser.

Otro de los argumentos cuando hablo de aceptar la voluntad de Dios y no la nuestra es… ¿Entonces Dios es el responsable de las cosas malas que nos suceden? No, definitivamente no, La Biblia dice que la voluntad de Dios es «buena, agradable y perfecta.» (Romanos 12:2). El mal no existe, o al menos no existe por sí mismo. El mal es simplemente la ausencia de Dios, que es el Bien supremo; el mal es, un término que el hombre ha creado para describir esa ausencia de Dios. Dios no creó al mal.

El mal no es como la Fe o el Amor, que existen como existe el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. Es como el frío cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz.

Nuestra felicidad radica en gran medida en nuestra sumisión completa al Señor nuestro Dios. Dios quiere que seamos discípulos de Cristo. Esto significa que los Cristianos deben comprometerse a seguir la voluntad de Dios a diario, cualquiera que sea el costo.

«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome arriba su cruz cada día y sígame.» (Lucas 9:23)

El gozo está más en la mente que en el lugar o en la posesión. Quien está contento es verdaderamente un hombre rico. Es algo bendito que podamos pensar que todos los eventos de la providencia han sido ordenados por Dios: entonces podemos disolver nuestra propia voluntad en la dulzura de la voluntad de Dios, y nuestra tristeza, preocupación, angustia… llega a su fin.

Digo que vivimos en diferido porque todo está escrito, en nuestras vidas, por la Suprema Voluntad de Dios ya tenemos una misión predeterminada, nuestro papel es cumplir con lo que Dios ha dispuesto para nosotros que es el único camino que nos va a llevar a la vida Eterna. Es como cuando deseas ver un juego por TV y no puedes verlo en vivo y directo, pero lo dejas grabando, cuando lo miras en diferido, a los dos días, o tres días, no sabes aun el resultado pero ya no puedes cambiar las jugadas, no puedes pedir a Dios que haga que gane tu equipo…ya sucedió, lo que estás viendo ya pasó, solo puedes pedirle a Dios que te de conformidad para aceptar el resultado, en el caso de que tu equipo haya sido derrotado.

Él trazó el camino y a nosotros nos dejo recorrerlo, Dios nos ha dado el Espíritu Santo para que nos guíe.«Pero cuando venga el Espíritu de Verdad, él os guiará a toda la verdad.» (Juan 16:13a) pero lo hagamos como lo hagamos, lo recorramos como lo queramos recorrer, nos metamos por donde nos metamos; siempre nos llevará a su Voluntad, la sumisión es la mejor herramienta que podemos tener para cumplir con nuestra misión, el dejarnos guiar un día a la vez, sin meter nuestra cuchara en la preparación, el no desear nada humano, sino aceptar que todo obedece a un orden divino, es nuestra tarea, no es fácil, pero se logra cuando te desprendes de las cosas de este mundo. Cuando le entregas tu vida a Cristo, y sufres esa trasformación que te garantiza la conversión, “Tu voluntad” muere, como bien lo decía Pablo en su Carta a los Gálatas “He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mi. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el hijo de Dios, quien me amo y dio su vida por mí. Gálatas 2: 20. Cuando morimos nosotros, nuestra voluntad también muere, aceptando todo lo que el Señor tenga para nosotros con gozo. Ya nuestros requerimientos no son los de la carne, no son humanos, sencillamente solo tenemos sumisión y con gozo aceptamos la voluntad de nuestro Padre.

Dios promete darnos sabiduría si simplemente le pedimos oración, creyendo que Él lo hará.

A veces sólo necesitamos pedir a Dios que nos de sabiduría para discernir su voluntad.

«Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.» (Santiago 1:5).

Debemos confiar en Dios en fe que Él hará su voluntad en nuestras vidas.

«Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes sobre tu propia prudencia; reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.» (Proverbios 3:5-6)

«Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. » (Filipenses 1:6)

PAZ Y BIEN ¡¡¡


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