“Detrás de cada gran hombre hay una gran mujer”, o “la mano que mece la cuna mueve al mundo”. Si bien es cierto que estas expresiones han sido despreciadas en algunos casos, por decir que fueron hechas por hombres para poner a la mujer en su lugar—en la cuna y detrás del hombre—, no es menos cierto que cualquiera que sea la motivación detrás de estas frases, no cambia el sentido real de la verdad de estas afirmaciones.
Permítaseme citar aquí dos ejemplos con el fin de mostrar la verdad de estas afirmaciones. El primero lo tomaremos directamente de la Biblia. El capítulo 31 del libro de Proverbios, pasaje por excelencia relacionado con las virtudes de la mujer, comienza en su versículo primero, diciendo: “Palabras del Rey Lemuel, la profecía con que le enseñó su madre.” Siendo el Antiguo Testamento el bastión de la superioridad masculina, nos encontramos con todo un capítulo dedicado a elogiar a la mujer. La clave aquí está en la madre del rey Lemuel.
Ella le enseñó a su hijo, y su mensaje halló cabida en el corazón de él. Nunca debe