1 Corintios 15:35 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Es probable que, entre los que negaban la resurrección (como entre los que la niegan hoy), fuesen corrientes las dos objeciones que Pablo formula en el versículo 1Co 15:35: «Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos?, es decir, ¿con qué poder, por qué medios, de qué modo, puede volver a la vida un cuerpo cuyo organismo se ha desintegrado tras la muerte? Y, ¿con qué clase de cuerpo vendrán?, esto es, ¿qué forma tendrá?, ¿de qué estará compuesto?, ¿cómo podrá ser el mismo cuerpo que se desintegró? La objeción sube de punto si tenemos en cuenta que muchos hombres han sido devorados por animales, y estos animales han sido devorados por otros y, quizá, estos últimos han parado en la mesa de otros hombres, etc.

1. A la primera objeción, responde Pablo (vv. 1Co 15:36-38) y apela al poder de Dios conforme se manifiesta en la naturaleza, en algo que todos pueden contemplar, año tras año, en la siembra y recolección del cereal. El trigo, por ejemplo, no sólo brota después de haber sido enterrado, sino que precisamente necesita ser enterrado para que pueda brotar. Pablo llama «insensato» (gr. áfron, sin seso) al que propone esta objeción, pues desconoce el poder de Dios (v. 1Co 15:38, comp. con Mat 22:29) para hacer surgir del grano desnudo (v. 1Co 15:37), «sin el vestido de verdura que caracteriza a la planta» (Morris), una espiga que contiene granos de la misma especie que el que se sembró: «a cada semilla su propio cuerpo» (v. 1Co 15:38).

2. A la segunda objeción responde con mayor detalle, como lo merece el tema.

(A) Por lo que acaba de decir en los versículos 1Co 15:36-38, ya se ve que, aunque la simiente que brota es de la misma especie que la que se sembró, el cambio que en el grano sembrado se ha efectuado es grande: Ha muerto antes (v. 1Co 15:36), se ha desintegrado antes de volver a brotar. Como hace notar J. Leal, «La concepción que presupone sobre el mundo vegetal es que la planta no está preformada en la semilla».

(B) Existe gran variedad en los demás cuerpos: (a) En los cuerpos de carne (v. 1Co 15:39). (b) En los cuerpos celestiales (con toda probabilidad, los astros, como se ve por el v. 1Co 15:41) y cuerpos terrenales, en lo que parecen incluirse todas las clases de minerales; una es la gloria (lit.), es decir, el resplandor, de los cuerpos celestiales, y otra diferente (gr. hétera) la de los terrenales (v. 1Co 15:40); en efecto, el brillo de una estrella es diferente del de un diamante. (c) En los mismos cuerpos celestiales se registran diferencias en cuanto al resplandor (v. 1Co 15:41): el del sol es diferente del de la luna, y ambos diferentes del de las estrellas; y aun las mismas estrellas se diferencian entre sí por el resplandor. Por eso, hablamos de estrellas de primera magnitud, de segunda, de tercera, etc.

(C) «Así también es la resurrección de los muertos» (v. 1Co 15:42). Con esta frase da Pablo a entender, no precisamente que los resucitados se distingan unos de otros por el resplandor (aunque esto sea verdad), sino que así también el cuerpo resucitado será diferente del que se desintegró, aunque la persona sea siempre la misma. A continuación, pasa a detallar las cuatro propiedades por las que el cuerpo resucitado se distingue del que fue enterrado:

(a) «Se siembra (vuelve la metáfora de la «semilla») en corrupción, resucitará en incorrupción» (v. 1Co 15:42). El cuerpo actual está sujeto a toda clase de enfermedades y miserias, se deteriora más o menos deprisa y, finalmente, se corrompe del todo en el sepulcro; en cambio, el cuerpo de la resurrección estará inmunizado, por su propia naturaleza, contra la corrupción; permanecerá joven y sin desgaste por toda la eternidad.

(b) «Se siembra en deshonor, resucitará en gloria» (v. 1Co 15:43). Un cadáver, aun el de la mujer más hermosa, muerta en plena juventud, pronto se convierte en algo feo y repugnante. No valen los «arreglos». Como dice Trenchard: «El cadáver no vuelve a la vida por eso y, pintado o no, ha dejado toda su honra en la Tierra para volver al polvo del que fue sacado». En cambio, el cuerpo de la resurrección será hecho semejante al glorioso cuerpo del Señor resucitado (v. Flp 3:21) y brillará con un resplandor parecido al suyo.

(c) «Se siembra en debilidad, resucitará en poder» (v. 1Co 15:43). Nada tan débil como un cadáver: sin vida, sin movimiento, totalmente inerte. En cambio, el cuerpo resucitado gozará de todo el poder y de todo el vigor que la vida eterna es capaz de comunicarle.

(d) «Se siembra cuerpo animal (lit. comp. con 1Co 2:12, donde sale el mismo vocablo), resucitará cuerpo espiritual» (v. 1Co 15:44). El cuerpo actual, aun el del creyente más espiritual, es un cuerpo adaptado a las condiciones de la vida presente; responde a los instintos, reflejos, etc., de la psique; por eso, emplea el apóstol aquí el adjetivo psykhikón. En cambio, el cuerpo espiritual estará adaptado a las condiciones de la vida eterna. «Espiritual» no significa que esté compuesto de «espíritu», sino que, como dice L. Morris, «expresará el espíritu» y «responderá a las necesidades del espíritu»; será el instrumento perfecto de la vida celestial, como el cuerpo «animal» es el órgano de la vida terrenal.

(D) Lo ilustra con la comparación entre el Primer Adán y el Postrero (vv. 1Co 15:45-48). No dice «el Segundo», lo que podría dar lugar a un «tercero», etc., sino «el Postrero»; no hay ninguno después de Él.

(a) El contraste es, pues, únicamente entre dos: el Primero y el Postrero, las dos únicas cabezas de la humanidad. Apela Pablo a las Escrituras; en especial, a Gén 2:7, donde leemos que, al ser creado por Dios, Adán vino a ser alma viviente, es decir, una persona viva, que habría podido continuar viviendo indefinidamente si no hubiese transgredido el precepto divino de no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Pero Cristo, el Postrer Adán, es espíritu vivificante (comp. con Jua 5:21; Jua 6:57; Jua 11:25, Jua 11:26). El vocablo «espíritu» no designa aquí la sustancia o el estado del Cristo resucitado, sino su dinamismo vivificante que actúa en los que, por la regeneración espiritual, fueron injertados en Él para vivir, en Él y por Él, una vida, no futura, sino eterna, esto es, desde ya ahora hasta el futuro y por toda la eternidad.

(b) El versículo 1Co 15:46 comienza con la adversativa fuerte «pero» (gr. allá), lo cual se debe, según opina L. Morris, a que Pablo desea poner en claro que, aunque Cristo ya existía antes del tiempo y antes que existiese hombre alguno, «en el orden de la creación, entramos primero en la vida natural; solamente después de eso es cuando entramos en la espiritual».

(c) Correspondiendo a este orden de la creación, el apóstol declara (vv. 1Co 15:47-49) que hemos de tener primero cuerpo terrestre, a imagen del Primer Adán, quien fue formado del polvo de la tierra (v. 1Co 15:47. Lit.), antes de tener el celestial, a imagen de Cristo, el Postrer Adán, quien es del cielo.

(E) En el versículo 1Co 15:50, Pablo expone la razón por la que dicho cambio (del cuerpo terrenal al celestial) es necesario: «La corrupción no puede heredar la incorrupción». Este cuerpo que ahora llevamos, de carne y sangre, no es adecuado para el mundo celestial, donde hemos de tener, después de la resurrección, nuestra herencia eterna.

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