1 Corintios 6:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Para comprender bien todo este pasaje, es menester tener en cuenta, como certeramente advierte J. Leal, la existencia de un grupo gnóstico en Corinto. Al dejar para el comentario a 1 Juan otros detalles de la doctrina gnóstica, nos limitaremos aquí al que se refiere al concepto que tenían los gnósticos de la materia y, por tanto, del cuerpo humano: La materia, según ellos, no fue creada por Dios, sino por una deidad inferior, y carece de cualidad ética; así que los excesos del cuerpo no afectan al espíritu, «único heredero del cielo» (Leal), ya que sólo el alma ha de ir al cielo, pues el cuerpo no ha de resucitar. Pablo combate en estos versículos 1Co 6:12. del presente capítulo y en el cap. 1Co 8:1-13 el libertinismo gnóstico de la carne, y en el capítulo 1Co 15:1-58 la doctrina gnóstica contra la resurrección del cuerpo. Así que «esta perícopa tiene especial importancia, porque nos descubre el pensamiento del apóstol sobre la dignidad del cuerpo cristiano en cuanto tal» (Leal).

1. La primera parte de esta sección (vv. 1Co 6:12-14) resume la enseñanza paulina, cristiana, contra la enseñanza gnóstica que hemos expuesto en la introducción precedente. El apóstol propone, como en otros lugares, el principio de la libertad cristiana, pero de inmediato sale al paso del abuso que los gnósticos hacían de tal principio.

(A) Como ya lo hizo en Rom 14:1-23, especialmente en los versículos Rom 14:14., y lo volverá a hacer en los capítulos 1Co 8:1-13 y 1Co 10:1-33 de la presente epístola, Pablo advierte una y otra vez que la libertad del cristiano no tiene otra restricción que la que le impone el mandamiento del amor (comp. con Gál 5:13): «Todo me es lícito» (v. 1Co 6:12), gritaban los gnósticos. «Sí, contesta Pablo, pero no todo es provechoso; más aún, puede ser dañoso; por tanto, yo no me dejaré dominar por nada». En efecto, el que se deja dominar por algo ha dejado su condición de señor para pasar a la condición de esclavo.

(B) También es cierto, como los gnósticos decían, que «los alimentos son para el vientre, y el vientre para los alimentos; llegará un día en que Dios dejará inoperantes (gr. katarguései, el mismo verbo de Rom 6:6, entre otros lugares) tanto al uno como a los otros» (v. 1Co 6:13), pero el cuerpo en sí es obra de Dios y pertenece al Señor y, aun cuando haya de perecer en su estado actual, está destinado a la resurrección (vv. 1Co 6:13, 1Co 6:14). Por tanto, su uso entra dentro de la ética cristiana y, por eso, no es para la fornicación; más aún, es, en el creyente, un santuario de Dios y miembro de Cristo (vv. 1Co 6:15, 1Co 6:19, 1Co 6:20).

(C) La frase «y el Señor (es) para el cuerpo» (v. 1Co 6:13, al final) sólo puede entenderse de una manera dentro de este contexto, en conexión con el versículo siguiente: La resurrección de Cristo, como afirma J. Leal, «no sólo es ideal de la nuestra, sino principio también. Nosotros hemos de resucitar en virtud de nuestra unión con Cristo resucitado, con el Señor . Esta explicación es la que señala el versículo 1Co 6:14. Dios Padre, que ha resucitado al Señor, nos resucitará a nosotros precisamente por nuestra incorporación a Cristo resucitado». ¡Qué honor tan grande para nuestro cuerpo! ¡No abusemos, pues, de estos cuerpos por el pecado, ya que, si los conservamos puros, serán hechos semejantes al cuerpo glorioso de Cristo (v. Flp 3:21)!

2. De ahí pasa el apóstol a referirse más en detalle al pecado de fornicación. Para no entender mal el versículo 1Co 6:18, ha de tenerse en cuenta que Pablo no dice que la fornicación sea un pecado más grave que los demás. ¡No hay tal cosa! El orgullo, el odio, la envidia, la difamación son pecados más graves, por cuanto son más «espirituales», sin la urgencia que presenta el instinto y sin la tentación provocada por los sentidos. Lo que sí dice es que el pecado de fornicación se distingue de otros pecados en que «el que fornica, peca contra su propio cuerpo». Otros pecados, como el robo, el homicidio, etc. tienen su término fuera del propio cuerpo. Otros más, como la ebriedad o la gula, son también contra el propio cuerpo, pero no tienen por resultado la formación de una sola carne con otra persona como sucede con la fornicación. Aquí es donde se apoya toda la argumentación del apóstol.

(A) En efecto, el cuerpo del creyente es miembro de Cristo (v. 1Co 6:15). Cuando nuestro espíritu se une, por fe, a Cristo, nuestra persona entera pasa a ser miembro de Cristo. Y son, pues, nuestros miembros, miembros de Cristo, «¿Quitaré (el mismo verbo de Jua 1:29), retiraré, dice Pablo, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? ¡De ningún modo! (la misma expresión de Rom 3:4 y muchos otros lugares de la misma epístola)».

(B) El contraste es más fuerte cuando se considera el efecto de la unión que se lleva a cabo en la fornicación, como también en el acto sexual lícito con la propia mujer (de ahí la cita de Gén 2:24 al final del v. 1Co 6:16):«Los dos vendrán a ser una sola carne»; como si fuesen una sola persona, pues ése es el sentido de la frase en Gén 2:24. En cambio, «el que se une (lit. el que se apega; el mismo verbo del v. 1Co 6:16, así como de Gén 2:24 «se unirá a su mujer» y de Luc 15:15 «y se apegó a uno de los ciudadanos») al Señor (Jesucristo), es un solo espíritu (con Él)».

¿Cómo puede ser el cristiano un solo espíritu con Cristo? Si tiene el mismo principio de vida espiritual que tiene Cristo: El Espíritu Santo, que a Él le fue concedido sin medida (Jua 3:34), y de cuya plenitud todos hemos recibido (Jua 1:16). La unión espiritual es todavía más profunda que la unión carnal, pues se lleva a cabo en el centro mismo de la persona; por lo que la unión marital misma pierde muchos grados cuando degenera en mera unión carnal. Si esto es así en el legítimo matrimonio, ¡cómo podrá un creyente llegar a tal grado de degeneración, al quebrantar la unión espiritual con el Señor para unirse carnalmente, pecaminosamente, con una ramera!

(C) Al ser miembros de Cristo y tener el Espíritu de Cristo morando en nosotros, nuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo (v. 1Co 6:19), un motivo más, explícito ahora, para que conservemos puro el cuerpo que hemos recibido de Dios, lo mismo que el espíritu. No somos nuestros, sino del Señor (v. 1Co 6:19, comp. con 1Co 3:23). Somos de Dios, no sólo por haber recibido de Él cuerpo y espíritu, sino también por haber sido redimidos, vueltos a comprar por precio por Él (v. 1Co 6:20). ¡Y qué precio! ¡La sangre de su propio Hijo Unigénito! (Hch 20:28; 1Pe 1:18, 1Pe 1:19).

(D) Por consiguiente, al ser santuario de Dios y miembros de Cristo, hemos de glorificar a Dios en cuerpo y en espíritu, los cuales son de Dios (v. 1Co 6:20). Un santuario es un lugar donde Dios mora de un modo especial; un lugar consagrado, por eso mismo, a su servicio; un lugar donde se le rinde culto de adoración y de sacrificio (v. Rom 12:1). ¿Y habrá algún creyente que se atreva a desecrar tal santuario, ofreciéndolo para el uso y el servicio de una prostituta? ¡De ningún modo! (v. 1Co 6:15).

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