1 Corintios 7:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de 1 Corintios 7:1 | Comentario Bíblico Online

1. Al contestar a una pregunta de los corintios acerca del matrimonio, sienta Pablo un principio que, a primera vista, podría escandalizar a muchos evangélicos, mientras sirve de bandera a muchos católicos. La respuesta requiere toda la matización que luego veremos.

(A) «Bien le está al hombre no tocar mujer» (v. 1Co 7:1), dice Pablo. El griego dice kalón, bueno en el sentido de belleza y excelencia, más bien que en el sentido moral de honestidad, lo que sería poco. Que se trata del matrimonio, se ve por el contexto posterior.

(B) Pero, a fin de que nadie se forme de esto un concepto erróneo, de inmediato (v. 1Co 7:2) añade que «a causa de las fornicaciones», es decir, para poner remedio al ardor de la pasión sexual, la norma general es que «cada uno tenga su propia mujer y cada una tenga su propio marido».

2. A continuación, el apóstol (vv. 1Co 7:3-5) detalla unos conceptos sobre la unión sexual de los cónyuges en unas frases que son poco predicadas y mal practicadas incluso por parte de parejas que profesan la fe de Cristo.

(A) En forma positiva, amonesta al marido a que cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido (v. 1Co 7:3). El «deber conyugal» al que Pablo se refiere es, ni más ni menos, que el derecho recíproco de los cónyuges al acto de la unión sexual, con el deber consiguiente de cada uno de ellos de consentir de buena gana en la petición del otro, a no ser que razones de salud u otras bien conocidas sean suficientes para dar una negativa razonable. El apóstol da la razón de esto (v. 1Co 7:4): Al casarse, los cónyuges se entregaron el uno al otro de tal forma que la mujer no es dueña de su propio cuerpo, sino el marido; tampoco el marido es dueño de su propio cuerpo, sino la mujer». El olvido o la negligencia en el cumplimiento de este deber es cosa muy grave, pues conduce derechamente a caer en la tentación de adulterio.

(B) En forma negativa, dice luego (v. 1Co 7:5): «No os defraudéis el uno al otro en vuestro derecho, a no ser de mutuo consentimiento y sólo por algún tiempo, para dedicaros a la oración. Luego, volved a vuestra íntima relación conyugal, a fin de que no os tiente Satanás valiéndose de vuestra dificultad en mantener la continencia» (NVI). El apóstol no menciona razones de salud, etc, que son obvias, pero requiere tres condiciones para que la abstinencia de la unión sexual sea legítima:

(a) Ha de ser de mutuo consentimiento. Si el otro cónyuge siente la urgencia del instinto, tiene derecho a que se le cumpla su deseo.

(b) Ha de ser sólo por algún tiempo. La continencia continuada puede dar paso a una incontinencia desenfrenada.

(c) Ha de ser por un motivo espiritual superior. En la oración entra probablemente el ayuno, es decir, una abstención de todo lo que da placer a los sentidos, para gozar de una comunión más intensa con el Señor. Por supuesto, esto no se puede presentar como excusa para negar al otro cónyuge el derecho que le pertenece.

También aquí da el apóstol la razón por la que esta abstinencia no debe prolongarse (v. 1Co 7:5): Deben volver los cónyuges a lo mismo (lit.), esto es, a la íntima relación sexual, a fin de que no les tiente el diablo induciéndoles a la incontinencia anteriormente mencionada.

3. En los versículos 1Co 7:6-9, el apóstol puntualiza que él a nadie impone el casarse, lo dice por vía de concesión, por la razón que ha dado en el versículo 1Co 7:2. Por su parte, desearía que todos los hombres estuviesen como él (v. 1Co 7:7). La frase de Hch 26:10, en la que Pablo afirma haber votado en el Sanedrín, donde sólo los cabezas de familia tenían derecho al voto, ofrece fundamento para opinar que Pablo no era soltero, sino viudo. No obstante (todo el capítulo es nota del traductor), un rabino converso me aclaró que existía una especie de «matrimonio» con la Torah, en virtud del cual se admitía como «casados» a los que, de manera especial, se dedicaban al estudio y enseñanza de la Ley.

(A) Podemos, pues, suponer que Pablo fuese soltero, célibe. Esto le concedía, como a Bernabé (v. 1Co 9:5, 1Co 9:6), mayor libertad de movimientos y le hacía menos gravoso económicamente.

(B) Pero este consejo que da a los solteros y a las viudas (v. 1Co 7:8), está subordinado a una condición indispensable: SÓLO PUEDEN SEGUIRLO LOS QUE TIENEN DON DE CONTINENCIA. El apóstol habla de la continencia, del celibato, como de un don (gr. khárisma) de Dios (vv. 1Co 7:7, 1Co 7:9). Puedo asegurar que, hasta después del C. Vaticano II (1962 1965) y durante muchísimos siglos, un elevado porcentaje de clérigos aceptaban el celibato sin tener el don de la continencia, y aun muchos de ellos lo hacían más o menos forzados por sus padres (especialmente, por sus madres, que así veían desaparecer la rivalidad de una nuera).

(C) Con respecto a los que no tienen tal don de continencia (v. 1Co 7:9), el apóstol no da permiso, sino mandato: «Cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando». El deseo sexual insatisfecho, sin el don del celibato, es como un fuego que abrasa a la persona y la induce a dar rienda suelta al instinto. Estarse quemando no implica solamente insatisfacción, sino también incontinencia.

(D) Resta una observación muy importante: En todo el capítulo, pero especialmente en el versículo 1Co 7:26, late la idea de unas circunstancias especiales («la angustiosa situación presente», v. 1Co 7:26. NVI), que aconsejan no cambiar de estado (v. 1Co 7:20), por lo que las razones mismas que Pablo aporta en favor del celibato han de considerarse en este contexto. Comenta atinadamente Hodge: «Si estos versículos y otros de significado semejante han de entenderse como aplicados a los hombres en general, y no a los hombres en las circunstancias peculiares de los primitivos cristianos, entonces ha de admitirse que Pablo menosprecia el matrimonio y lo presenta como si tuviese apenas una finalidad superior a la de la relación sexual entre los animales. No puede ser éste el significado; no sólo porque es contrario a la Escritura, sino porque Pablo, en otro lugar (Efe 5:22-33), presenta al matrimonio como unión espiritual sumamente ennoblecedora … La verdad es que el apóstol escribe a los corintios como se dirigiría a un ejército a punto de entrar en desigual combate en país enemigo, y para un período prolongado. Les dice: «No es hora de que penséis en el matrimonio. Tenéis derecho a casaros. Y, en general, lo mejor es que todos se casen. Pero dadas vuestras circunstancias, tal cosa sólo os acarrearía nuevos inconvenientes y sufrimientos» … Es, pues, muy importante tener esto en cuenta para una recta interpretación de todo el capítulo».

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