1 Crónicas 29:10 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. David se dirige ahora solemnemente a Dios (v. 1Cr 29:10): Bendijo a Jehová delante de toda la congregación. Los salmos de David, hacia el final del libro de los Salmos, son en su mayor parte salmos de alabanza. Cuanto más cerca estamos del mundo de las eternas alabanzas, tanto mejor habríamos de hablar el lenguaje de ese mundo y hacer la obra de ese mundo. En esta oración:

1. David adora a Dios y le tributa la gloria debida al Dios de Israel, bendito por siempre. La oración que nos dejó el Salvador termina con una doxología parecida a la que encabeza la oración de David (v. 1Cr 29:11): «Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor». Esto es verdadera alabanza de Dios, con santo pavor y reverencia, reconocer: (A) Sus infinitas perfecciones. Él es la fuente y el centro de todo cuanto hay de hermoso y bendito. Suya es la magnificencia, pues su grandeza es inmensa e incomprensible. Suyo, el poder, pues es omnímodo e irresistible. Suya, la gloria, pues es el fin que Dios se propone y al que toda la creación tiende por voluntad suya. Suya, la victoria, pues Él prevalece contra todos y puede subyugar todo a su imperio. Y suyo es el honor, su majestad inefable e inconcebible. (B) Su dominio soberano, como dueño absoluto y legítimo poseedor de todo: «Todas las cosas que están en los cielos y en ta tierra son tuyas. Tuyo oh Jehová es el reino, y tú eres excelso sobre todos, pues todos los reyes son súbditos tuyos». (C) Su munificencia universal. Todas las riquezas y todos los honores que poseen los hombres se los deben a Dios. Lo que le damos no es sino una mínima parte de lo que recibimos de Él.

2. Reconoce agradecido la gracia de Dios que le capacita para contribuir tan gozosamente a la edificación del templo (vv. 1Cr 29:13, 1Cr 29:14): «Ahora, pues, Dios nuestro, nosotros alabamos y loamos tu glorioso nombre». Siempre es una prueba del poder de la gracia de Dios en nosotros el que podamos hacer de buena gana la obra de Dios.

3. Habla muy humildemente de sí mismo, de su pueblo y de las ofrendas que acaban de presentar a Dios. (A) En cuanto a sí mismo y a los que se habían unido a él, aun cuando eran jefes del pueblo se admira de que Dios se haya fijado en ellos y haya hecho tanto por ellos (v. 1Cr 29:14): «¿Quién soy yo y quién es mi pueblo …?» Y añade (v. 1Cr 29:15): «Nosotros, extranjeros y advenedizos somos delante de ti … y nuestros días sobre la tierra, cual sombra que no dura». Nuestra vida en este mundo es efímera, flor de un día, vana sombra que pasa para desembocar en una perfecta luz o en una total oscuridad. (B) En cuanto a las ofrendas, dice (v. 1Cr 29:14): «De lo recibido de tu mano te damos». Y de nuevo (v. 1Cr 29:16): «Toda esta abundancia que hemos preparado … de tu mano es». «El que se gloría, gloríese en el Señor» (1Co 1:31).

4. Ora a Dios por el pueblo y por Salomón, para que continúen como han empezado. En su oración se dirige a Dios como al Dios de Abraham, de Isaac y de Israel (v. 1Cr 29:18), un Dios que pactó con ellos, y por nosotros en atención a ellos.

(A) Por el pueblo ora que lo que ha puesto en el corazón de ellos lo conserve allí perpetuamente, para que abriguen los mismos pensamientos y sentimientos que ahora parecen tener. Todo en nuestra vida depende de los pensamientos que abrigamos en nuestro corazón, lo que queremos y aquello en que nos gusta pensar. El Apóstol da a esto gran importancia (Flp 4:8). El cuerpo vive de lo que come; el espíritu vive de lo que piensa (v. Pro 23:7). Y si algo bueno se ha posesionado de nuestro corazón o del corazón de nuestros amigos, conviene encomendarlo a la gracia de Dios para que lo conserve.

(B) Por Salomón ora (v. 1Cr 29:19) que le de Dios corazón perfecto, esto es, recto, íntegro. No pide que le de Dios riquezas, honores ni siquiera sabiduría, sino que le de un corazón sincero para con Dios, pues eso es lo mejor de todo. El deseo de edificar este templo no era suficiente para demostrar que su corazón era perfecto, si no estaba resuelto a guardar los mandamientos de Dios. El contribuir a la construcción de iglesias no nos salvará si vivimos en desobediencia a las leyes de Dios.

II. El regocijo de toda la asamblea en esta gran solemnidad. 1. Se unieron a David en la adoración de Dios. A la exhortación de David (v. 1Cr 29:20: «Bendecid ahora a Jehová vuestro Dios») respondieron ellos haciendo inclinación delante de Jehová y del rey, tras bendecir a Dios. La verdadera adoración a Dios, en espíritu y en verdad, no consiste tanto en inclinar la cabeza cuanto en elevar el corazón. 2. Pagaron sus respetos al rey considerándole como a instrumento en la mano de Dios de los bienes que poseían, así que, al honrarle a él, honraban a Dios. 3. Al día siguiente ofrecieron a Dios abundantes sacrificios (v. 1Cr 29:21). 4. Hicieron fiesta y se regocijaron delante de Dios (v. 1Cr 29:22). 5. Por segunda vez hicieron rey a Salomón. Como había sido ungido a toda prisa, con motivo de la rebelión de Adonías, pensaron que era conveniente repetir la ceremonia, para mayor satisfacción del pueblo: «Ante Jehová te ungieron por príncipe».

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