1 Juan 3:19 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de 1 Juan 3:19 | Comentario Bíblico Online

En estos versículos describe Juan las consecuencias inmediatas de la práctica de un amor genuino: El que ama, asegura en su corazón el gozo y la paz de conciencia. El gozo y la paz siguen siempre al amor (Gál 5:22). La porción puede dividirse en tres secciones: 1) El amor genuino nos asegura que estamos en la verdad y nos proporciona tranquilidad de conciencia (vv. 1Jn 3:19, 1Jn 3:20). 2) Pero debemos estar seguros de que no nos estamos engañando a nosotros mismos, pues si en realidad no hacemos lo que Dios manda, nuestra comunión con Él se interrumpirá y no serán escuchadas nuestras oraciones (vv. 1Jn 3:21, 1Jn 3:22). 3) El mandamiento característico del cristianismo tiene una doble faceta (doctrinal y práctica), y el que lo cumple tiene dentro de sí el testimonio del Espíritu Santo de que Cristo vive en él (vv. 1Jn 3:23, 1Jn 3:24).

1. Los versículos 1Jn 3:19 y 1Jn 3:20 deben leerse como están en la NVI, que dice así: «Así es, pues, como conocemos que pertenecemos a la verdad, y como tranquilizamos nuestra conciencia en su presencia, cuandoquiera que nos acusa nuestro corazón. Porque Dios es más grande que nuestro corazón y lo conoce todo».

(A) El autor sagrado ha terminado el versículo 1Jn 3:18 con el vocablo «verdad», y echa ahora (v. 1Jn 3:19) mano del mismo vocablo para declarar que el amor genuino es la prueba de que pertenecemos a la verdad, de que «somos de la verdad» (lit.). Es la misma expresión de Jua 18:37. «Ser de la verdad» significa mucho más que el decir verdad; es pertenecer a la esfera celestial, divina, donde el ser humano alcanza su plena realización; es ser de Dios (comp. con Jua 14:6), de la misma manera que los del partido de la mentira son del diablo, quien no se mantuvo en la verdad y tiene ahora en la mentira su verdadera naturaleza (Jua 8:44).

(B) La NVI, como otras versiones modernas, sigue la única puntuación del original que puede resolver la aparente contradicción entre los versículos 1Jn 3:20 y 1Jn 3:21, donde parece que Juan rectifica («no nos acusa» v. 1Jn 3:21 ) lo que acaba de decir en el versículo 1Jn 3:20 («nos acusa»). En su nota al versículo 1Jn 3:20, el Dr. Ryrie resuelve estupendamente dicha aparente discrepancia: «Podríamos ser demasiado estrictos o demasiado indulgentes al examinar nuestra vida; por tanto, Juan tiene aquí una palabra de consuelo: El Dios omnisciente es tambien el omniamante».

(C) En efecto, en los versículos 1Jn 3:19, 1Jn 3:20, Juan se dirige al hermano de conciencia escrupulosa y le dice: «Aunque el corazón te arguya de algún pecado, puesto que tienes verdadero amor y reconoces que has faltado, puedes estar tranquilo; en ese juicio ante el tribunal de la conciencia, donde tu corazón está haciendo de fiscal, Dios está haciendo de abogado (o, más exacto, de Juez benigno, pues el Abogado es Cristo 1Jn 2:1 ) y su comprensión misericordiosa supera a tu propia acusación severa» («es mayor que nuestro corazón»). La conciencia escrupulosa agranda la misma gravedad del pecado, pues los escrúpulos distorsionan el discernimiento, pero Dios lo conoce todo: Su visión es exacta, certera y sabe bien los detalles más minuciosos que pueden servir de atenuante a la culpa de nuestra acción.

2. Pero otro hermano puede irse al otro extremo y pecar de laxo, «de manga ancha», como suele decirse, y dar poca importancia a pecados que en realidad son de mucha gravedad. A éste le dice Juan que debe estar seguro de que cumple habitualmente la voluntad de Dios; de lo contrario, no podrá acercarse con plena confianza al trono de la gracia (vv. 1Jn 3:21, 1Jn 3:22): «Queridos amigos (gr. agapetoí amados , como en el v. 1Jn 3:2 y 1Jn 2:7), si nuestra conciencia (lit. corazón) no nos reprocha nada, tenemos plena confianza (gr. parrhesían el vocablo tan conocido; véase en especial Heb 4:16 ) ante Dios y recibimos de Él todo lo que le pidamos, porque obedecemos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada» (NVI).

(A) La advertencia al hermano despreocupado va precedida por ese «amados» que atenúa con su ternura la severidad de la admonición. El autor sagrado no pretende intimidar a ningún creyente genuino, sino sólo despertar la conciencia del que comienza a ser demasiado indulgente consigo mismo, quitando importancia a sus acciones ofensivas. ¡Somos tan inclinados a excusarnos! De ahí la dificultad de una eficaz corrección fraterna (v. Gál 6:1, Gál 6:2).

(B) La admonición, para ser más eficaz, va en forma indirecta: «… si nuestra conciencia no nos reprocha nada …», como si Juan, a pesar de las graves consecuencias que implícitamente indica, quisiese evitar el que el hermano o hermana se desanime. Lo mismo que Pablo, Juan es sanamente optimista, y espera de los hermanos lo mejor (como es característica del amor v. 1Co 13:7 «… todo lo espera» ). La 1 Juan, dice Rodríguez-Molero, es «una carta que se esfuerza constantemente por despertar la conciencia de la propia salvación (1Jn 2:25; 1Jn 3:14), inculcar la superación de todo temor (1Jn 2:19; 1Jn 4:18) y la certeza de la victoria sobre todas las potencias del mal (1Jn 2:13; 1Jn 4:4; 1Jn 5:4)».

(C) Para ver si la conciencia tiene algo que reprocharnos es menester examinarla: ¿Estamos cumpliendo la voluntad de Dios? ¿Estamos haciendo lo que le agrada? (comp. con Rom 12:2, y véase en ambos casos la gradación hacer siempre lo que le agrada es más perfecto que cumplir simplemente su voluntad ). Las pruebas que Juan aduce en los versículos 1Jn 3:21 y 1Jn 3:22 forman una secuencia que, por inducción, arranca del final del versículo 1Jn 3:22 para llegar al comienzo del versículo 1Jn 3:21 y centrarse en 1Jn 3:21 y 1Jn 3:22: Si hacemos la voluntad de Dios, tendremos seguridad completa de que la conciencia no tiene nada que reprocharnos, con lo que habremos conseguido plena libertad, confianza segura, para acercarnos al trono de la gracia y obtener de nuestro Padre lo que le pidamos (v. Heb 4:16). J. Stott hace una observación muy oportuna para evitar cierta confusión: «La obediencia es la condición indispensable, no la causa meritoria, de la oración respondida».

(D) No debo omitir que hay varios autores que ven en los versículos 1Jn 3:21, 1Jn 3:22 un complemento, no una alternativa, de los versículos 1Jn 3:19 y 1Jn 3:20. Por ejemplo, F. Rodríguez-Molero dice así en su comentario al versículo 1Jn 3:21: «San Juan concluye ese debate íntimo de conciencia diciendo solamente que el acusador (el corazón. El paréntesis es mío) desiste de su acusación. El juicio no termina con absolución propiamente dicha (áphesis), sino por remisión (páresis. Rom 3:25), desistimiento o renuncia (améleia)». Stott sigue una línea ligeramente distinta: «Juan pasa de la maldición de un corazón que condena, y de la forma en que hay que asegurarlo, a la bendición de un corazón que ha sido tranquilizado o que no condena». No es tan claro como Ryrie (dentro de su concisión), en su nota que hemos citado en el apartado (B) del punto 1. Mi opinión personal está a favor de una alternativa, esto es, un doble caso (conciencia escrupulosa en los vv. 1Jn 3:19, 1Jn 3:20; conciencia despreocupada, laxa o peligro de ella en los vv. 1Jn 3:21, 1Jn 3:22). Es la mejor solución de la dificultad que presenta la aparente contradicción «… nos acusa … no nos acusa …».

3. Juan acaba de referirse a los mandamientos (gr. entolás, en plural) de Dios, pero desea ser más preciso, sin limitarse a generalizar; por eso, va a declarar cuál es, en concreto (v. 1Jn 3:23), el mandamiento (gr. entolé, en singular) de Dios; un mandamiento con una faceta doctrinal y otra ética (lo mismo que el gran shemá de Deu 6:4, Deu 6:5). Y notemos de entrada que, así como las palabras de Dios han venido a condensarse en el Verbo o Palabra con mayúscula (v. Jua 1:1, Jua 1:18; Heb 1:1, Heb 1:2), así también los mandamientos de Dios (que los judíos llaman también «las diez palabras») se resumen en un solo mandamiento (comp. con Jua 13:34, Jua 13:35). Lo hemos visto ya, en esta misma epístola (1Jn 2:7, 1Jn 2:8. V. también 1Jn 4:21; 2Jn 1:4, 2Jn 1:5, 2Jn 1:6 la segunda vez ). El autor sagrado asegura que si cumplimos este mandamiento, tendremos el testimonio infalible del Espíritu Santo de que Cristo vive en nosotros (v. 1Jn 3:24).

Dicen los versículos 1Jn 3:23 y 1Jn 3:24 en la NVI: «Y éste es su mandamiento: creer en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y amarnos los unos a los otros, como Él nos lo ha mandado. Los que obedecen sus mandamientos viven en Él, y Él en ellos. Y el modo como sabemos que Él vive en nosotros es éste. Lo sabemos por el Espíritu que Él nos ha dado».

(A) «Éste es» se refiere a lo que sigue, como en otros lugares (v. 1Jn 1:5; 1Jn 3:11; 1Jn 5:3). Aunque dice «su mandamiento», en singular, vemos que este mandamiento se desdobla en dos miembros; el primero tiene que ver con la doctrina, con las creencias; el segundo, con la práctica y se resume en el amor. Forman un solo mandamiento, porque se complementan.

(a) En cuanto al creer, Juan lo ha mencionado (y lo seguirá haciendo) de diversas maneras, como puede verse por 1Jn 2:22, 1Jn 2:23; 1Jn 4:2, 1Jn 4:3, 1Jn 4:15; 1Jn 5:1, 1Jn 5:5; 2Jn 1:7, 2Jn 1:9. En este versículo 1Jn 3:23, sin embargo, la profesión de fe se expresa de forma plena: «que creamos al nombre de su Hijo Jesucristo» (lit.), frase parecida a la de 1Jn 5:13, con las variantes que allí veremos, y como un eco de Jua 20:31. Notemos que aquí el verbo pisteúsomen (en aoristo de subjuntivo) va seguido de dativo (a diferencia de 1Jn 5:13), indicando directamente una adhesión cordial al Hijo de Dios manifestado en carne, más bien que el fundamento sobre el que se basa el acto de fe.

(b) En cuanto al amar, ya desde 1Jn 1:7 ha puesto de relieve Juan la necesidad de la comunión fraternal como prueba decisiva de que nuestra comunión con Dios es genuina (lo hará con mayor énfasis después, especialmente en 1Jn 4:20). Dice Rodríguez-Molero: «El cristianismo se define tanto por el objeto de su fe: Jesús es el Hijo de Dios, cuanto por la conducta práctica de sus fieles: Cristiano es el que ama a sus hermanos».

(B) El versículo 1Jn 3:24 comienza con unas frases que, en el griego original, tienen cierta ambigüedad: «Y el que guarda (en participio de presente continuativo) Sus mandamientos permanece en Él, y Él en él» (lit.). ¿A quién se refiere ese «Él»? (con mayúscula, para advertir que se trata de una persona divina). ¿A Dios (el Padre) o a Jesucristo? Aludiendo a Jua 15:1-10, Ryrie dice en nota a este versículo 1Jn 3:24: «Permanecer en Cristo requiere guardar Sus mandamientos». Sin embargo, el versículo 1Jn 3:23 nos indica que la mutua inmanencia a la que alude aquí Juan, tiene que ver con Dios el Padre, como en 1Jn 4:13, 1Jn 4:16; y, por eso, la mayoría de las versiones han suplido «Dios» (que no está en el original) para deshacer la ambigüedad. Otra prueba de que la referencia es a Dios el Padre, no a Jesucristo, es el cambio del singular «mandamiento» (referido a Jesucristo) al plural «mandamientos», que, como en el versículo 1Jn 3:22, se refiere a Dios el Padre. En 1Jn 2:6, la referencia es clara con respecto a Cristo. Tanto Stott como Salguero y Rodríguez-Molero defienden la lectura (implícita en el original) Dios, que personalmente sostengo. Añade Stott: «Sin embargo, la diferencia no habría tenido ninguna importancia para Juan, pues en Jua 17:21, Jesús ora que ellos … sean uno en nosotros» (cf. Jua 14:23 «vendremos a él y haremos nuestra morada con él)».

(C) La segunda parte del versículo 1Jn 3:24 dice literalmente: «Y en esto conocemos (gr. guinóskomen, en presente de indicativo) que permanece en nosotros: Por (gr. ek, preposición de origen; aquí, en el sentido de en virtud de, con base en, etc.) el Espíritu que nos dio». ¿Quién dio el Espíritu? De acuerdo con el contexto anterior, y por semejanza con 1Jn 4:13, el sujeto del verbo dio es también Dios el Padre. El testimonio interno del Espíritu Santo (v. Rom 8:16) no puede divorciarse del testimonio objetivo de nuestra conducta de fe y amor. Dice Stott: «Podría parecer a primera vista que esta referencia al Espíritu Santo dentro de nosotros introduce un criterio subjetivo de seguridad (como Rom 8:15, Rom 8:16), que es inconsecuente con lo que va antes. Pero no hay tal cosa. El Espíritu cuya presencia es la prueba de que Cristo mora en nosotros, se manifiesta objetivamente en nuestra vida y conducta. Es Él quien nos inspira a confesar a Jesús como el Cristo venido en la carne, como procede Juan de inmediato a mostrar (1Jn 4:1.; cf. 1Jn 2:20, 1Jn 2:27). Es tambien Él quien nos capacita para vivir rectamente y para amar a los hermanos (cf. 1Jn 4:13; Gál 5:16, Gál 5:22)».

1 Juan 3:19 explicación
1 Juan 3:19 reflexión para meditar
1 Juan 3:19 resumen corto para entender
1 Juan 3:19 explicación teológica para estudiar
1 Juan 3:19 resumen para niños
1 Juan 3:19 interpretación bíblica del texto

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí