1 Pedro 1:6 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos, Pedro muestra a sus lectores el buen motivo que tienen para alegrarse con la esperanza de la salvación que acaba de describir en términos tan estimulantes. La salvación del creyente (v. 1Pe 1:9) es un bien tan extraordinario, que bien merece soportar las pruebas de esta vida (v. 1Pe 1:6), las cuales no hacen sino refinar los quilates de nuestra fe, cuyo gran valor se muestra aguantándolo todo en aras de la dicha que nos espera, la cual se manifestará cuando se manifieste Cristo (v. 1Pe 1:7), a quien hemos amado sin haberle visto y en quien hemos creído sin haberle contemplado (v. 1Pe 1:8). Dicen así dichos versículos en la Biblia de Jerusalén, que, a mi juicio, es la que mejor da aquí el sentido del original: «Por lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con diversas pruebas, a fin de que la calidad probada de vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la Revelación de Jesucristo. A quien amáis sin haberle visto; en quien creéis, aunque de momento no le veáis, rebosando de alegría inefable y gloriosa; y alcanzáis la meta de vuestra fe, la salvación de las almas».

1. Al contemplar lo grandioso de la salvación que acaba de describir, Pedro sabe que sus lectores (todos los creyentes genuinos) exultan de alegría (el verbo está en presente); es, pues, una alegría incesante (v. 1Pe 1:6), aun en medio de las pruebas. Unas de las paradojas de la vida cristiana es la coexistencia del gozo y la aflicción (v. Hch 5:41; Hch 13:52; Rom 5:3.; Rom 15:13; 2Co 6:10; 2Co 7:4; Flp 2:29; Heb 12:11; Stg 1:2 lugar paralelo del presente y, en esta misma epístola, 1Pe 4:13). La expresión, a primera vista parentética, «si (es) necesario», no significa que las pruebas sean un recurso al que apele el Señor en ciertos casos, puesto que la condicional no es potencial, sino real (ei con indicativo) y, por otra parte, sabemos (v. Heb 12:6-11) que la disciplina de nuestro Padre no es para algunos sólo, o en determinadas circunstancias, sino para todos sus hijos.

2. De forma parecida a como lo hace el autor de Hebreos (Heb 12:11), Pedro hace ver (v. 1Pe 1:7) que las pruebas a que nos vemos sometidos en esta vida son de gran provecho, puesto que aquilatan, purifican (y aun muestran si es o no genuina) y abrillantan nuestra fe, como el oro se prueba y aquilata en el crisol. Pero el oro, dice Pedro, es perecedero (lit. está pereciendo, en participio de presente, pues se acaba de muchas maneras); además, la fe tiene mucho más valor que el oro, porque dice relación a una herencia celestial, con todas las características gloriosas que el autor sagrado ha descrito anteriormente.

3. Esa probación (gr. to dokímion, mejor atestiguado en los MSS que to dókimon, lo probado) de nuestra fe tiene por objeto ser hallada (lit. v. 1Pe 1:7), es decir, llegar a manifestarse, como ordenada y dirigida por Dios «para alabanza, gloria y honor» de nosotros mismos, pues esa clase de bendiciones dispensa el Señor a quienes las buscan (v. Rom 2:7, Rom 2:10). Todas esas bendiciones se pondrán de manifiesto «en la revelación de Jesucristo». Dice Stibbs: «El uso del término apokálupsis no indica la venida de alguien ausente hasta el momento, sino el visible descubrimiento de alguien que ha estado espiritual e invisiblemente presente todo el tiempo (véase tambien 1Co 1:7; 2Ts 1:7)».

4. El versículo 1Pe 1:8 expresa, con acentos de ternura, la calidad de la fe cristiana: «A quien (Jesucristo) amáis sin haberle visto (participio de aoristo); en quien creéis, aunque de momento no le veáis (el verbo está ahora en participio de presente), rebosando (presente de indicativo) de alegría inefable y gloriosa (lit. inexpresable adjetivo y glorificada participio de pretérito perfecto )». A E.G. Selwyn, el paso del adverbio de negación ou al otro adverbio de negación me, le sugiere que, «mientras para los lectores la experiencia del presente y del pasado es la misma (ni vieron ni ven a Cristo) para san Pedro es diversa». Lo mismo insinúa A. Stibbs cuando dice: «Hay un contraste aquí entre el ver a Jesús, posiblemente tanto en su primera venida como en su segunda, y el conocimiento que se tiene de Él por fe, cual es la experiencia presente de Su pueblo. Los lectores de Pedro no habían visto a Jesús durante Su vida terrenal, como le había visto Pedro mismo; con todo, le estaban correspondiendo con amor cordial en viva comunión». Ya el propio Maestro había dictaminado que serían dichosos los que creyeran en Él sin verle (Jua 20:29).

5. Pedro da a entender (v. 1Pe 1:9) que la meta a la que tiende la fe del cristiano: «salvación de almas» (lit.), es decir, de personas (ya que éste es el sentido ordinario del griego psukhé, lo mismo que del hebreo nephesh), es algo que ya estamos consiguiendo (gr. komizómenoi, en participio de presente), aunque quizá sea «preferible dejarle la ligera indeterminación de la frase, que expresa tanto la concomitancia de los dos hechos (la alegría y la obtención de la salvación) como la fundamentación de uno en otro» (R. Franco). Hace notar A. Stibbs que, en esta porción, «se dice de Cristo que da expresión a tres actividades fundamentales con que el hombre responde: esperanza (v. 1Pe 1:3), fe (vv. 1Pe 1:7, 1Pe 1:9) y amor (v. 1Pe 1:8) (cf. 1Ts 1:3; 1Ts 5:8), con la añadidura de gozo (v. 1Pe 1:8) como su inevitable consecuencia, y todo ello centrado de forma suprema en Su persona, resucitado como se halla de entre los muertos … Esas actividades son características y distintivas de un cristianismo vital».

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