1 Pedro 5:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos el autor sagrado se dirige, en pie de igualdad, a los ancianos de las comunidades cristianas, aunque refrenda su exhortación con la autoridad que le confiere su condición de testigo especial de Cristo.

1. Expone primero los títulos que le califican para dirigirse a ellos. Dice así el versículo 1Pe 5:1 en la NVI: «A los ancianos que hay entre vosotros, les exhorto como colega en el oficio, como testigo de los padecimientos de Cristo y como quien ha de compartir también la gloria que está para ser revelada».

(A) El texto griego dice literalmente: «A los ancianos, pues …» La NVI, como nuestra RV, silencia ese «pues» consecutivo, el cual no carece de importancia. Dice A. Stibbs: «Esto insinúa que la exhortación surge de la anterior sección concerniente a las pruebas y al juicio inevitables». ¿En qué sentido? Probablemente, para exponer la responsabilidad especial de los líderes de las iglesias, por la que se espera de ellos una mayor fidelidad, pues estarán expuestos a un juicio más severo (comp. con Stg 3:1).

(B) Nótese que Pedro les exhorta, en primer lugar, «como colega en el oficio» (NVI). ¡Ninguna mención de la autoridad papal, pontificia, que la Iglesia de Roma le atribuye, lo mismo que a sus pretendidos sucesores! Ni siquiera hace valer, en realidad, su autoridad apostólica. Únicamente destaca la mención que hace de sí mismo como testigo de excepción de los padecimientos de Cristo; es decir, que da fe de unos hechos que él mismo vivió (comp. con Hch 2:32; Hch 3:15; Hch 4:20), pero eso no había sido una experiencia exclusiva de los Doce (v. Hch 1:21, Hch 1:22), sino que era común a todos los demás discípulos, cuya mención ya existe en el lugar donde se narra la elección de los Doce (v. Luc 6:13) y de los cuales ya se cuentan setenta (o setenta y dos) en Luc 10:1, sin que se de a entender que en dicho número estaban incluidos todos. Finalmente, habla de sí mismo como «copartícipe de la gloria que está a punto de ser revelada» (lit.). Aunque el vocablo mismo koinonós da a entender que los ancianos a quienes se dirige comparten con él este privilegio, los autores tienen, al menos como probable, que Pedro se refiera a la gloria de la Transfiguración (v. por ej., Mar 9:1-7), que él mismo menciona explícitamente en 2Pe 1:17, 2Pe 1:18.

2. Viene luego la exhortación misma (vv. 1Pe 5:2, 1Pe 5:3): «Pastoread el rebaño de Dios que está a vuestro cargo, cumpliendo vuestro oficio de supervisores no como una obligación que se os impone, sino de buen grado, como Dios quiere que se haga; no por afición al dinero, sino con afán de servir; y no dominando como señorones sobre la porción de fieles confiada a vosotros, sino procurando ser modelos para el rebaño» (NVI). ¡Qué programa para pastores! ¡Nótense bien todos los detalles!

(A) Han de pastorear (poimánate, imperativo de aoristo ingresivo) al rebaño, esto es, han de apacentar a las ovejas, no a sí mismos; teniendo en cuenta que no son su rebaño, sino el rebaño de Dios. ¡Cómo y cuánto se olvida esto! ¡Cuánta es la inclinación natural de los pastores de las iglesias (especialmente, donde el pastor es uno solo) a pensar que los fieles son su rebaño, no sólo en responsabilidad, sino hasta como cierta propiedad personal; especialmente, a las ovejas a quienes ellos mismos han sumergido en el agua bautismal! (comp. con 1Co 1:14, 1Co 1:15). Pedro no usa para rebaño, en los versículos 1Pe 5:2 y 1Pe 5:3, el poímne de Jua 10:16, sino poímnion, el cual, mejor que diminutivo, es una expresión de afecto (v. Luc 12:32, y comp. con el tekníon tan frecuente en 1 Juan).

(B) El apóstol añade que este ministerio ha de desempeñarse: (a) no como una obligación impuesta (comp. con 2Co 9:7), por ejemplo, por la insistencia de la iglesia para que acepten el oficio «que, en las circunstancias a que alude la epístola, no era precisamente una sinecura, y no limitándose, por tanto, a cumplir con lo indispensable» (R. Franco), sino de buen grado, «según Dios» (lit.), esto es, al aceptar gozosamente el llamamiento de Dios y hacer lo que saben que es voluntad de Dios e imitando la forma de obrar de Dios (v. Luc 6:36), pues todo eso puede quedar incluido en la concisa expresión «según Dios». (b) Tambien dice que no debe desempeñarse por afán de lucro, sino por afán de servir, no para sacar ventajas económicas de la función que ejercen (por ej. en la distribución de fondos o limosnas), sino para servir del mejor modo posible al rebaño que tienen a su cargo (comp. con 2Co 12:14, 2Co 12:15). (c) Finalmente, no dominando como señorones, no como quien con un «ordeno y mando» tiene a todos en un puño o, mejor, bajo las botas (el verbo sale aquí y en otros tres lugares: Mat 20:25; Mar 10:42; Hch 19:16), sino guiando con el ejemplo: «haciéndoos modelos (gr. túpoi) del rebaño» (lit.).

(C) Lo que (v. 1Pe 5:3) nuestras versiones traducen con seis o siete palabras («los que están a vuestro cuidado», RV; «la porción de fieles confiada a vosotros», NVI), el griego original lo expresa en dos: ton kléron. Por donde, como ya dijimos en el comentario a 2:9, 10, el clero no es precisamente la casta que está por encima de los laicos, sino que indica las heredades (lit.), es decir, las porciones de fieles encomendadas a los respectivos pastores.

3. El premio que los pastores han de recibir un día por el fiel desempeño de su ministerio lo hallamos en el versículo 1Pe 5:4: «Y cuando aparezca el Pastor en Jefe, recibiréis la corona de gloria, que nunca se ha de marchitar» (NVI). Dice Ryrie: «Los fieles líderes de iglesia, que con frecuencia reciben deshonor en la tierra, recibirán gloria en el cielo, de manos de Cristo, el Pastor en Jefe». Notemos de nuevo que Pedro no se apellida a sí mismo «jefe de los pastores», sino que reserva ese título exclusivamente para Cristo. La corona que les está reservada es la misma que Pablo esperaba para sí (2Ti 4:8), la misma que Santiago menciona en 1Pe 1:12 y la que hallamos con frecuencia en Apocalipsis (Apo 2:10; Apo 3:11). Pero la que Pedro menciona aquí no es corona de oro (comp. con Apo 4:4, Apo 4:10), sino de amaranto (gr. amarántinon), «la flor que no se marchita (cf. 1Pe 1:4), y es, por tanto, una corona de gloria inmortal (1Co 9:25)» (R. Franco).

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