1 Reyes 1:11 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Natán y Betsabé se apresuran a obtener de David una ratificación de la promesa de sucesión a favor de Salomón, para aplastar así en sus comienzos el complot de Adonías. 1. David no sabía lo que estaba ocurriendo. 2. Parece ser que Betsabé vivía algún tanto retirada de la corte y, por eso, ignoraba también lo que ocurría hasta que le dio informes Natán. 3. Parece ser que Salomón lo sabía, pero, aunque tenía edad (por lo menos 16 años) y una sabiduría superior a su edad, no quiso intervenir activamente, dejando que Dios y los de su partido pusieran en orden las cosas.

I. Natán el profeta alarmó a Betsabé dándole cuenta de lo que ocurría y le sugirió que fuese al rey para obtener la confirmación del juramento que le había dado con respecto a los derechos de Salomón al trono. Natán conocía la mente de Dios y los intereses de David y de Israel. Precisamente por medio de él había puesto Dios a Salomón el nombre de Yedidyah = escogido de Jehová (2Sa 12:25) y, por tanto, no podía permanecer sentado y ver usurpado por otro el trono que le pertenecía a Salomón. Natán apeló a Betsabé, no sólo porque a ella le iba en el asunto el futuro de su hijo (y probablemente la vida de ella misma), sino también porque ella era la que tenía más fácil acceso a David. La informó del intento de Adonías (v. 1Re 1:11) y de que éste no tenía el consentimiento de David para la usurpación que intentaba. Le dio a entender que no sólo estaba Salomón en peligro de perder el trono, sino que tanto él como ella misma estaban en peligro de perder la vida si Adonías lograba prevalecer (v. 1Re 1:12): «Toma mi consejo, para que conserves tu vida y la de tu hijo Salomón». Le dice (v. 1Re 1:13) que se presente al rey, le traiga a la memoria la promesa y el juramento de que Salomón había de ser quien le sucediera, y le pregunte con mansedumbre: «¿Por qué, pues, reina Adonías?» Quizá pensó que con todo esto se calentaría un poco el viejo y frío rey. La conciencia y el sentido del honor pondría vida en aquel organismo prematuramente envejecido. Prometió también a Betsabé que, mientras estuviese ella hablando con el rey, entraría él mismo a confirmar sus razones (v. 1Re 1:14), como si llegase allá casualmente.

II. Conforme al consejo e instrucciones de Natán, Betsabé no perdió tiempo, sino que se fue inmediatamente al rey para interceder por sí misma y por su hijo. Sabía que sería bien acogida a cualquier hora. Su alocución al rey, en esta ocasión fue muy prudente. 1. Le recordó la promesa que le había hecho, ratificada con juramento, de que le había de suceder Salomón (v. 1Re 1:17). Sabía que a un hombre tan concienzudo como David estas razones le harían efecto. 2. Le informó del intento de Adonías, lo que él ignoraba (v. 1Re 1:18). Le dijo también quiénes eran los invitados al banquete de Adonías, como gente de su partido, y añadió (v. 1Re 1:19): «Mas a Salomón tu siervo no ha convidado», lo cual indicaba claramente que le tenía por rival y quería dejarle de lado. 3. Apela a que David tiene autoridad y poder para evitar esta maldad (v. 1Re 1:20): «Los ojos de todo Israel están puestos en ti», no sólo por ser el rey, sino por ser profeta. Todo Israel sabía que David era, no sólo el ungido del Dios de Jacob, sino también aquel por quien hablaba el Espíritu de Jehová (2Sa 23:1, 2Sa 23:2); por eso, en un asunto de tal importancia, cuando dependían de la designación divina, las palabras de David serían para ellos oráculo y ley. 4. Le dio a entender el inminente peligro que tanto ella como Salomón corrían si este asunto no quedaba zanjado en vida de David (v. 1Re 1:21).

III. El profeta Natán, como había prometido, llega en el momento oportuno, cuando Betsabé estaba todavía hablando y el rey no había dado aún respuesta (v. 1Re 1:22). «Dieron aviso al rey» de que había llegado el profeta Natán, quien estaba seguro de que siempre era bien acogido por David, y «se postró delante del rey inclinando su rostro a tierra» (v. 1Re 1:23). 1. Natán da al rey un informé similar al que le había dado Betsabé (vv. 1Re 1:25, 1Re 1:26) y añade que el partido de Adonías había llegado a tal confianza en el triunfo de la rebelión que ya gritaban: «¡Viva el rey Adonías!», como si David hubiese muerto ya. No le habían invitado a él a la fiesta («Pero a mí, tu siervo … no ha convidado» v. 1Re 1:26 ), y da a entender con esto que habían resuelto no consultar ni a Dios ni a David sobre este asunto. 2 Hace que el rey se percate del interés que tiene en que se le considere ajeno totalmente a lo que se está tramando. Por eso insiste (v. 1Re 1:24): «¿Has dicho tú: Adonías reinará después de mí?» Y de nuevo (v. 1Re 1:27): «¿Se hace esto por orden de mi señor el rey?» como si dijese: «Si es así, no eres fiel ni a la palabra de Dios ni a la tuya propia como todos esperábamos de ti; pero, si no es así, es ya tiempo de que nos opongamos a la sublevación y sea declarado Salomón tu sucesor». De este modo procura Natán avivar el enojo de David contra los sublevados, a fin de que actúe con autoridad y rapidez en favor de los intereses de Salomón.

IV. Persuadido con estas razones, David declara solemnemente su firme adhesión a la decisión que había tomado tiempo atrás de que Salomón había de sucederle en el trono. Hace llamar a Betsabé (v. 1Re 1:28) y le da nuevas garantías de lo que ya le había jurado anteriormente. 1. Repite su anterior promesa, con nuevo juramento (v. 1Re 1:29), y reconoce que había jurado por Jehová Dios de Israel que Salomón reinaría después de él (v. 1Re 1:30) y que, conforme a esta palabra, así lo haría aquel mismo día, sin discusión y sin demora. La fórmula que usa en el versículo 1Re 1:29 parece ser que es la que usaba en ocasiones solemnes, como vemos en 2Sa 4:9. Va acompañada de un reconocimiento agradecido a la bondad que Dios le ha mostrado. Quizá se expresa así en esta ocasión con el objeto de animar a su hijo y sucesor a confiar en Dios en todas las dificultades que puedan salirle al encuentro.

V. Betsabé recibe estas seguridades (v. 1Re 1:31) con cordiales deseos de que la vida de su esposo y señor se prolongue todavía por mucho tiempo: «Viva mi señor el rey David para siempre». Tan lejos estaba de pensar que ya había reinado por bastante tiempo, que todavía ora para que viva para siempre, si fuera posible, para honor de la corona que llevaba y para bendición del pueblo al que gobernaba.

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