1 Reyes 18:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de 1 Reyes 18:1 | Comentario Bíblico Online

I. La triste situación de Israel en este tiempo; ello, por dos motivos.

1. Jezabel destruía a los profetas de Jehová (v. 1Re 18:4), los mataba (v. 1Re 18:13). Al ser idólatra, era perseguidora, y en ambas cosas contagió a su marido. Incluso en aquel tiempo tan malo había algunas personas buenas que temían al verdadero Dios y le servían, y algunos buenos profetas que les atendían en sus devociones. Los sacerdotes y los levitas se habían marchado todos a Judá y Jerusalén (2Cr 11:13, 2Cr 11:14), pero en lugar de ellos Dios suscitó estos profetas quienes leían y explicaban la Ley en reuniones privadas o en las familias que habían conservado su integridad; no tenían el espíritu de profecía como lo tenía Elías, no ofrecían sacrificios ni quemaban incienso, pero enseñaban al pueblo a vivir rectamente y a mantener la comunión con el Dios de Israel. A éstos era a los que Jezabel quería extirpar, y dio muerte a muchos de ellos, lo cual fue una calamidad pública tanto como una pública iniquidad, y amenazaba con acabar con lo poco que quedaba de religión en Israel. Los pocos que escaparon de la espada se vieron forzados a esconderse en cuevas donde permanecían como enterrados en vida, pues no podían cumplir con su ministerio, que es lo que da ánimo y consuelo a la vida de los siervos de Dios.

(A) Había un hombre muy bueno, que ocupaba un alto puesto en la corte. Su nombre era Abdías (hebreo, Obadyah), y era digno de su nombre, que significa «siervo de Jehová»: temeroso de Dios y fiel a Él, a pesar de que ejercía de mayordomo en el palacio de Acab. «Era en gran manera temeroso de Jehová (v. 1Re 18:3) desde su juventud» (v. 1Re 18:12). (a) Es muy extraño que un hombre tan impío como Acab le hubiese promovido a tan alto cargo. Ciertamente, lo merecía por su honradez, laboriosidad, competencia y lealtad, en quien Acab confiaba plenamente (v. 1Re 18:5). No es raro el caso de que quienes odian la religión pongan su confianza en personas a las que precisamente esa religión hace dignas de confianza. (b) También es extraño que un hombre tan bueno como Abdías aceptase una promoción en una corte tan adicta a la idolatría y a toda clase de perversidades. Abdías no pudo haber aceptado ese puesto si con ello tenía que doblar la rodilla ante Baal. Supuesto que pudo evitarlo, pudo también mantenerse en ese puesto con la conciencia limpia. Quienes temen a Dios no tienen por qué salir del mundo, por malo que éste sea.

(B) Este hombre tan grande y tan bueno usó su poder para proteger la vida de los profetas de Dios. Escondió a 100 de ellos en cuevas, cuando la persecución estaba al rojo vivo, y les proveyó de alimento (v. 1Re 18:4). Véase de qué modo tan maravilloso suscita Dios amigos para sus ministros y para su pueblo, a fin de que les socorran en tiempos difíciles.

2. Cuando Jezabel puso en apretura a los profetas de Dios, Dios puso en apretura al país por medio de la sequía. Quizá Jezabel se puso a exterminar a los profetas culpándoles de ser la causa de la calamidad, puesto que Elías la había predicho. Pero Dios les hizo saber lo contrario, pues la sequía continuó hasta que fueron exterminados los profetas de Baal. Tan grande era la escasez de agua que el propio rey y Abdías en persona fueron por todo el país a buscar hierba para los caballos y las mulas (vv. 1Re 18:5, 1Re 18:6). Acab no se preocupaba de la pérdida de su alma, sino de la pérdida de las bestias. Se tomó gran molestia para buscar hierba, pero no se preocupó de buscar el favor de Dios, con lo que quiso atacar al efecto sin inquirir cómo retirar la causa. El territorio de Judá era limítrofe del de Israel, pero no faltaba agua en Judá, porque allí todavía gobernaba Dios.

II. Los pasos que se dieron para remediar la calamidad mediante la aparición en escena de Elías el tisbita ya que el hebreo tishbeh es de la misma raíz que teshubah = vuelta (comp. con Luc 1:16, Luc 1:17), con lo que Elías era así un reformador de Israel, al incitar al pueblo a volverse a Jehová Tsebaoth, el Señor de las huestes, contra quien se habían sublevado. Si se volvían a Él, todo marcharía bien rápidamente.

1. Acab buscaba a Elías con la mayor diligencia posible (v. 1Re 18:10) y había ofrecido recompensa a quien lograra descubrir su paradero. Por lo que parece, su búsqueda tenía por objeto, más bien que castigar a Elías por la sequía, conseguir que la hiciese cesar.

2. Al fin, Dios mandó a Elías presentarse a Acab, pues había llegado la hora en que Dios haría llover sobre la faz de la tierra (v. 1Re 18:1). Por más de dos años le había hecho quedar oculto en casa de la viuda de Sarepta, después de pasar algunos días junto al arroyo de Querit; así que el tercer año del que se habla aquí (v. 1Re 18:1) era el cuarto del hambre, la cual duró tres años y medio, como vemos en Luc 4:25; Stg 5:17.

3. Elías se descubrió primeramente a Abdías. Sabía, por inspiración de Dios, dónde podría encontrarle.

(A) Abdías le saludó con gran respeto, pues se postró sobre su rostro y le preguntó humildemente: ¿No eres tú mi señor Elías? (v. 1Re 18:7). Así como había mostrado ternura de padre con los hijos de los profetas, así mostró reverencia de hijo con este padre de los profetas, y con ello manifestó que era en gran manera temeroso de Jehová.

(B) En su contestación, Elías: (a) Transfiere a Acab el título con el que Abdías le había honrado a él: «Di a tu amo …» Como si dijese: «Llama señor a él, no a mí, pues es un título que cuadra mejor a un príncipe que a un profeta, pues éste no ha de buscar honor de los hombres». Los profetas merecen los nombres de videntes, pastores, vigías y ministros, pero no el de señores, ya que están puestos para servir, no para dominar. (b) Pide a Abdías que vaya a decirle al rey que allí está él para hablar con Acab (v. 1Re 18:8): «Ve, di a tu amo: Aquí está Elías».

(C) Abdías le ruega que le excuse de llevar a Acab este comunicado, ya que eso podría costarle la vida. Pensó que Elías no estaba de buen temple cuando le pidió que dijese a Acab que allí estaba él, sino que sólo intentaba poner al descubierto la impotencia de la perversidad de Acab, ya que sabía muy bien que el rey no era digno de recibir ninguna fineza de parte del profeta, y que el profeta no merecía recibir ningún daño de parte de Acab. Está seguro de que Acab le va a quitar la vida por no echar mano a Elías cuando lo tenía a su alcance, pues el rey se sentiría burlado al escapársele así la presa. Abdías menciona también la volatilidad del profeta (v. 1Re 18:12). Apela a que no merece ser expuesto a tal peligro, pues se ha comportado bien con los profetas de Dios: «¿En qué he pecado …?» (v. 1Re 18:9). «¿No ha sido dicho a mi señor lo que hice … que escondí a cien varones de los profetas de Jehová …?» (v. 1Re 18:13). Menciona esto para convencer a Elías de que, aun cuando estaba al servicio de Acab, no mantenía la causa de Acab. Esperaba que el que había protegido a tantos profetas no debía ver su vida amenazada por un profeta tan grande.

(D) Elías le da suficiente satisfacción diciéndole que bien puede comunicar el asunto a Acab, pues él mismo (lo asegura con juramento) va a presentarse personalmente aquel mismo día a Acab (v. 1Re 18:15).

(E) Luego que Abdías le dio aviso a Acab, vino éste de inmediato al encuentro de Elías (v. 1Re 18:16). Podemos suponer que fue una gran sorpresa para Acab enterarse de que Elías, a quien se había buscado por todas partes sin poder encontrarlo, había sido hallado ahora sin ser buscado. Iba Acab en busca de hierba y se halló con aquel de cuya palabra, como salida de la boca de Dios, debía esperar la lluvia. Con todo, su propia conciencia le daba pocas esperanzas de ningún bien, sino que, por el contrario, le hacía temer algún castigo mayor.

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