1 Reyes 19:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Cualquiera habría esperado que, después de una manifestación tan pública y grandiosa de la gloria de Dios, todos los israelitas volviesen como un solo hombre al culto del verdadero Dios y tomasen por guía y oráculo a Elías. Pero menosprecian al que Dios había honrado, no le respetan ni se cuidan de él, sino que, por el contrario, Israel vuelve a considerarle como enemigo e indeseable.

1. Acab incita a su mujer Jezabel contra él. No se atreve él mismo a perseguir a Elías, pero incita a su mujer, más dura que él, diciéndole todo lo que Elías había hecho (v. 1Re 19:1), no para convencerla, sino para exasperarla. No le dice lo que había hecho Dios, sino lo que había hecho Elías, con lo que da a entender que quizás había conseguido el fuego por medio de algún hechizo o ensalmo; especialmente, le refiere que Elías había matado a espada a todos los profetas de Baal.

2. Jezabel entonces, envía a Elías un recado amenazador de muerte, sellado con juramento. Le da exactamente 24 horas de vida (v. 1Re 19:2; «mañana a estas horas»). Lo que no se explica es por qué le dio aviso en lugar de echarle mano secretamente. Lo más probable es que, como en el caso de Juan el Bautista y del mismo Señor Jesús, temiese al pueblo. Amenazándole de muerte, se lo quitaba de en medio, y con eso tenía ella bastante.

3. Elías, pues, escapó por su vida, probablemente de noche, y llegó a Beerseba (v. 1Re 19:3), que está en Judá y, por consiguiente, fuera de la jurisdicción de Acab. No acudió a Josafat, seguramente porque éste estaba emparentado con Acab. Pero, ¿dónde estaba ahora la valentía que había mostrado recientemente delante de Acab, de los profetas de Baal y de todo el pueblo de Israel? Pero no culpemos a Elías precipitadamente y sin considerar las circunstancias. Tras el tremendo triunfo del Carmel, todavía era perseguido; por lo que se ve, el entusiasmo mismo de la gente había durado poco, pues nadie le protegía en Israel; así que cayó en una depresión profunda. Es cierto (en teoría) que mientras cumplía en Israel con el servicio que Dios le había encomendado, hizo mal en huir de allí, pues mostraba así que desconfiaba de la protección de Dios. A esto se refiere Santiago (Stg 5:17) cuando dice que Elías era de sentimientos (lit. pasiones) semejantes a los nuestros, con lo que ninguno de nosotros puede atreverse a tirar el primero la piedra contra él.

4. De Beerseba se fue a internarse en el desierto, después de haber dejado en Beerseba a su criado, a fin de no cansarlo ni exponerlo. Tras un día de camino (v. 1Re 19:4), cansado, desfallecido y deprimido, «se sentó debajo de un enebro» y, como otrora Moisés (Núm 11:15) pidió a Dios que le quitase la vida. Quienes de este modo piden la muerte, son los menos indicados para morir tan pronto. Jezabel le había amenazado de muerte, pero parece que él huye de una muerte a otra, pues prefiere morir a manos de Dios en el desierto, antes que morir como los profetas de Baal según la amenaza de Jezabel (v. 1Re 19:2), pues en este último caso los adoradores de Baal parecerían triunfar y el nombre de Dios sería blasfemado. «No soy mejor que mis padres», dice él. ¿Éste es Elías? Dios le abandonó a su depresión para mostrar que, cuando era valiente y osado, lo era por el poder que Dios le confería, mientras que dejado a sí mismo, no era mejor que sus padres ni mejor que sus hermanos.

5. Por medio de un ángel, Dios le alimentó en el desierto en el que él se había metido arrostrando la necesidad y el peligro. Elías quería morir, pero Dios no quería que muriese, pues deseaba usarlo todavía en su servicio. También nuestro caso resultaría triste muchas veces si Dios atendiese a nuestros lamentos y nos concediese lo que neciamente le pedimos. Después de pedir la muerte, Elías se echó y se quedó dormido (v. 1Re 19:5); en el sueño deseaba morir, pero fue despertado y se halló no sólo bien provisto de comida y bebida (v. 1Re 19:6), sino también asistido por un ángel, quien había velado por él mientras dormía, y le llamó dos veces para que comiera (vv. 1Re 19:5, 1Re 19:7). Los hijos de Dios, se hallen donde se hallen, como siempre están sobre el suelo del Padre, están también bajo el cuidado del Padre. Es posible que se pierdan en un desierto, pero Dios no los pierde de vista.

6. «Fortalecido con aquella comida», como preparada por ángeles, hizo un viaje de cuarenta días hasta llegar al Horeb, donde podría tener comunión con Dios, como la tuvo Moisés allí anteriormente. El ángel le pidió por segunda vez que comiera de nuevo, porque le quedaba un largo viaje (v. 1Re 19:7). Nótese que cuando Dios nos envía a algún servicio, siempre nos provee de gracia suficiente. El que ordena el viaje, provee también las vituallas. Véase, pues, de cuántas maneras mantuvo Dios a Elías vivo: primero, por medio de cuervos; luego, al multiplicar de continuo el alimento en casa de la viuda de Sarepta; después, por medio de un ángel; y finalmente, para mostrar que «no sólo de pan vive el hombre» le sostiene vivo durante 40 días sin otro alimento, como había hecho con Moisés en el Sinaí y con el Señor Jesús en el desierto.

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