1 Samuel 22:6 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El aumento de la perversidad de Saúl. Parece ser que se despreocupó totalmente de los demás asuntos y se dedicó únicamente a perseguir a David. Se enteró, por fin, por noticias que habían corrido de boca en boca por todo el país, de que David había sido descubierto. Llamó, pues, a todos sus servidores y se sentó en medio de ellos debajo de un tamarisco sobre un alto en Guibeá, con su lanza en la mano en lugar de cetro, con lo que daba así a entender cuál era el estado de su ánimo, que no era otro que la determinación de matar a todo el que se le pusiera por delante. En esta corte sangrienta de inquisición:

I. Saúl busca información contra David y contra Jonatán (vv. 1Sa 22:7, 1Sa 22:8). Dos cosas sospechaba: 1. Que su siervo David estaba acechándole para quitarle la vida, lo cual era completamente falso pues era precisamente Saúl el que acechaba a David para matarle. 2. Que su hijo Jonatán no sólo era cómplice de David en ese intento, sino que había incitado a David a planear el complot para matar al rey. También esto era totalmente falso. Saúl daba por seguro que Jonatán y David conspiraban contra él, contra su trono y su corona y estaba disgustado con sus siervos porque no le informaban de ello; así que les dijo: (A) Que eran muy insensatos, pues David nunca estaría en condiciones de darles tales recompensas como las que él les tenía reservadas. (B) Que eran muy desleales: Todos vosotros habéis conspirado contra mi (v. 1Sa 22:8). (C) Que eran muy duros con él. Pensaba que, hablándoles así, les movería el corazón: «Ni haya entre vosotros quien se duela de mí y me descubra, etc.».

II. Aunque no pudo sonsacar de sus siervos nada contra David ni contra Jonatán, obtuvo de Doeg información contra el sacerdote Ahimélec.

1. Doeg presenta evidencia contra Ahimélec (vv. 1Sa 22:9, 1Sa 22:10) y le declara a Saúl la ayuda que Ahimélec prestó a David, de lo cual él mismo era testigo. «Él (Ahimélec) consultó por él a Jehová (cosa que el sacerdote hacía únicamente por personas en el gobierno y acerca de asuntos del bien común) y le dio provisiones, y también le dio la espada de Goliat el filisteo». Todo esto era verdad, pero no era toda la verdad, pues Doeg tenía la obligación de haberle dicho también a Saúl que David le hizo creer a Ahimélec que iba encargado por el rey; de forma que el servicio que prestó a David, fuese cual fuese, redundaba en honor de Saúl, con lo que Ahimélec habría quedado descargado de toda culpabilidad.

2. Ahimélec es llamado a comparecer ante el rey. Saúl manda traerle, así como a todos los sacerdotes que a la sazón estaban en funciones en el santuario, de los cuales sospechaba que habían sido cómplices en ocultar y ayudar a David. Saúl se dirige a Ahimélec con desdén e indignación (v. 1Sa 22:12): Oye ahora, hijo de Ahitub. No lo llama por su nombre ni, mucho menos, por su título de distinción. Ahimélec responde con toda modestia: «Heme aquí, señor mío, dispuesto a oír el cargo que se me impute y sabedor de que no he cometido ningún delito».

3. El cargo que se le hace (v. 1Sa 22:13) es que ha cometido alta traición al conspirar con el hijo de Isaí (tampoco llama a David por su nombre) para deponer y matar al rey. «Su designio», dice Saúl «era levantarse contra mí y acecharme, y a eso le ayudaste tú, dándole pan y espada y consultando por él a Dios». Véase cuán torcidamente pueden interpretarse las más inocentes acciones; cuán inseguros están los que viven bajo un gobierno tiránico y cuán agradecidos debemos estar por la libertad y seguridad de que disfrutamos bajo los buenos gobiernos.

4. Contra este cargo responde el acusado: (A) Que no es culpable (vv. 1Sa 22:14, 1Sa 22:15). Confiesa el hecho, pero niega haber obrado con traición o maliciosamente, o con el propósito de perjudicar al rey. Insiste en la bien ganada reputación de David y en el honor que como al más fiel de sus siervos, le había conferido el propio Saúl al darle su hija por mujer, así como en los servicios que frecuentemente le había prestado David al rey y en la confianza que el rey había puesto en él. Apela igualmente a la costumbre de consultar por él a Dios siempre que el rey le había enviado con algún cometido y que lo hizo esta vez con toda inocencia, como siempre lo había hecho.

5. Sin atender a ninguna de las razones, Saúl pronuncia sentencia contra él (v. 1Sa 22:16): Sin duda morirás, Ahimélec, tú y toda la casa de tu padre. ¿Puede darse cosa más injusta? (A) Era injusto que el propio Saúl, y él solo, pronunciase sentencia en su propia causa. (B) Que los descargos tan modesta y honestamente presentados por Ahimélec fuesen rechazados sin dar ninguna razón. (C) Que se dictase sentencia, no sólo contra Ahimélec la única persona acusada por Doeg, sino contra toda la casa de su padre, contra personas a quienes nadie había acusado de ningún delito. (E) Que la sentencia se pronunciase no en favor de la justicia, sino para satisfacer el brutal enojo de Saúl.

6. Saúl ordena de inmediato la ejecución sumarísima de su cruel sentencia.

(A) Ordena a la gente de su guardia que ejecute la sentencia, pero ellos se niegan (v. 1Sa 22:17). (a) Nunca jamás emanó de un príncipe una orden tan bárbara: Volveos y matad a los sacerdotes de Jehová. Parece complacerse en la oportunidad de vengarse de los sacerdotes de Jehová, puesto que Dios mismo está fuera del alcance de su ira. (b) Nunca fue más honorablemente desobedecida la orden de un príncipe. Los hombres de la guardia de Saúl tenían más sensatez y más gracia que su señor. No se prestaron a poner las manos sobre los sacerdotes de Jehová, por la reverencia en que tenían su oficio y por la convicción que tenían de su inocencia.

(B) Entonces ordena a Doeg (el acusador) que ejecute la sentencia; y él obedeció. Los más crueles tiranos han hallado siempre instrumentos de su crueldad tan bárbaros como ellos mismos. Tan pronto como se le ordena a Doeg caer sobre los sacerdotes, lo hace él de buen grado y, no ofreciendo ellos resistencia alguna, mata con su propia mano (por lo que se ve) en aquel mismo día a ochenta y cinco sacerdotes en edad de ministrar ante el Señor, esto es, entre los treinta y los cincuenta años de edad, pues vestían el efod de lino (v. 1Sa 22:18) y es probable que compareciesen ante Saúl con sus vestiduras sacerdotales, con las que hallaron con ellas la muerte.

(C) Tras matar a los sacerdotes y, sin duda, por orden del propio Saúl, marchó Doeg a Nob, ciudad de los sacerdotes, y mató allí a filo de espada (v. 1Sa 22:19) hombres, mujeres, niños hasta los de pecho, bueyes, asnos y ovejas. ¡Cuán deplorable era el estado de la religión en ese tiempo en Israel! Ver a los sacerdotes bañados en su propia sangre, y a los herederos de los sacerdotes también, y la ciudad de los sacerdotes en completa desolación, de forma que el altar quedaba sin servicios por falta de ministros, y todo esto por orden injusta y cruel de su propio rey para satisfacer su furia brutal esto no pudo menos de llegarles al corazón a todos los israelitas piadosos y hacerles desear mil veces no haber pedido rey, sino haberse contentado con el gobierno de Samuel y de sus hijos.

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