1 Tesalonicenses 2:10 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Pablo apela ahora a su conducta irreprochable, de la cual vuelve a poner por testigos (comp. con v. 1Ts 2:5) a los tesalonicenses y a Dios mismo: «Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros (lit. llegamos a ser para vosotros) los creyentes (lit. los que creéis; en presente de participio, indicando una actitud constante); así como también sabéis de qué modo, a cada uno de vosotros, como un padre a sus propios hijos, os exhortábamos animándoos y conjurándoos (lit. testificándoos solemnemente) a que vivieseis (lit. anduvieseis) como es digno de Dios, que os llamó (o llama, según los MSS más importantes y numerosos) a su reino y gloria». Los dos sustantivos van unidos con un solo artículo, por lo que pueden tomarse como hendíadis («una idea mediante dos vocablos»), ya sea en el sentido de «a su reino glorioso» (ésa es mi opinión), o en el sentido de «a la gloria de su reino» (J. Leal). Sobre esta porción, es conveniente hacer las siguientes observaciones:

1. Para describir su conducta, usa Pablo (v. 1Ts 2:10) tres adverbios distintos: (A) hosíos que, a diferencia de haguíos (donde se destaca el aspecto de separación de lo mundano para consagrarse a Dios), indica la actitud interior de religiosidad sincera. «Se aplica, dice Leal, a los hombres piadosos, que obedecen a Dios»; (B) dikaíos indica la justicia puesta por obra, en cuanto que la voluntad humana se ajusta, se amolda, a la norma que, para el creyente, es la Palabra de Dios; (C) amémptos, como adverbio, sale únicamente aquí y en 1Ts 5:23, en todo el Nuevo Testamento. Pero ha salido como adjetivo en Luc 1:6 y Flp 2:15; Flp 3:6; y saldrá, en esta misma epístola, en 1Ts 3:13 y en Heb 8:7. Indica, pues, comportarse de una forma en que no se da ningún motivo para recibir reproche o reprensión.

2. En cuanto al participio de presente (v. 1Ts 2:10, al final): «… los que creéis», bueno será recordar el comentario a Jua 2:23, donde intercalamos la sabia observación de W. Hendriksen de que el uso del tiempo presente en el verbo creer da a entender una fe verdadera, lo cual no puede asegurarse cuando el original usa, por ejemplo, el aoristo «creyeron».

3. En los versículos 1Ts 2:11 y 1Ts 2:12, es de notar la acumulación de participios «exhortando … consolando … encargando (o conjurando) que nos ponen de relieve el grandísimo interés que el apóstol tenía por el bienestar espiritual de los tesalonicenses. «Como un padre a sus propios hijos», dice, y cambia, una vez más, de metáfora (comp. con el v. 1Ts 2:7).

4. Sobre la última frase del versículo 1Ts 2:12: «que os llamó (Dios) a su reino y gloria», creemos muy interesante el comentario de L. Morris: «El reino de Dios es el tema central de la enseñanza de Jesús. Tiene también raíces en el Antiguo Testamento, porque la idea de que Dios gobierna sobre todos es muy antigua. Pero había un nuevo énfasis en la enseñanza de nuestro Señor, y los estudiosos modernos se ponen de acuerdo cada día más en que para Él el concepto era esencialmente dinámico; es decir, pensaba del reino como de algo que acontece, como la norma de Dios en acción, más bien que como un reinado propiamente dicho. En cierto sentido, el reino está presente aquí y ahora, porque hay quienes se han sometido a Dios para hacer la voluntad de Él. En otro sentido, es futuro, porque todavía no vemos a todos Sus enemigos puestos bajo Sus pies. Está íntimamente asociado a la Persona de Jesús, y mientras el reino y la cruz no parecen estar conectados en tantas palabras, no podemos menos de pensar que la muerte de Cristo era necesaria para el establecimiento del reino». La cita es larga y quizá necesitaría ser matizada para darnos un concepto más preciso de lo que «el reino de Dios» significa, pero es aceptable para todo teólogo en sus líneas generales, con tal de que no se tenga la falsa idea de que el reinado de Dios en el mundo es ya «efectivo», pues Jesús mismo no dejó lugar a dudas de que Satanás es todavía «el príncipe de este mundo». Para ver que también lo es después de la muerte y resurrección del Señor, basta con leer 2Co 4:4; Efe 2:2; Efe 6:12 y 1Jn 5:19.

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