2 Corintios 1:15 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El apóstol vindica ahora su sencillez y sinceridad contra las imputaciones de ligereza e inconstancia que algunos le hacían.

1. En los versículos 2Co 1:15-17, vemos que Pablo había girado la visita que les anunció en 1Co 16:5-7, pero no les había vuelto a visitar al regreso de Macedonia (v. 2Co 1:16), como él se había propuesto (v. 2Co 1:15) y ellos esperaban (v. 2Co 1:17), para recibir así una segunda gracia (v. 2Co 1:15), es decir, un nuevo beneficio con la presencia y la predicación del apóstol. Les asegura que, efectivamente, ése era su propósito. No sabemos qué es lo que motivó el cambio de sus planes, pero sí les asegura que no fue por ligereza o por otros motivos carnales (v. 2Co 1:17). No cabe duda de que fue por circunstancias enteramente independientes de su voluntad, ya que él cumplía lo que prometía: cuando decía que sí, era que sí; y cuando decía que no, era que no. De eso (v. 2Co 1:18), Dios le era testigo fiel.

2. La palabra de Pablo no podía ser a la vez sí y no, porque el Hijo de Dios, Jesucristo (nótese la singular acumulación de epítetos), era la Verdad Absoluta (Jua 16:4) y era el mismo de siempre (Heb 13:8), y ¡ése era el Cristo que Pablo, Silvano (es decir, Silas) y Timoteo les habían predicado! (v. 2Co 1:19). De la misma manera que el Señor Jesucristo no era una persona de incertidumbre, de cambio, de componenda, tampoco la predicación acerca de Él había sido en labios de Pablo y de sus colaboradores, una palabra ambigua, cambiante, oportunista. El apóstol pone de relieve (v. 2Co 1:20) que todas las promesas de Dios, hechas mediante los patriarcas y los profetas del Antiguo Testamento, acerca del Mesías, su persona y su obra, se habían cumplido en Él. El versículo debe leerse, conforme a los mejores MSS, según la NVI: «Pues todas cuantas promesas ha hecho Dios, son sí en Cristo, por lo cual, también por medio de Cristo respondemos Amén a Dios, para darle gloria». Cuando, dentro o fuera del culto, decimos «Amén» (¡Así es!) a la inmutable palabra de Dios, le damos gloria, puesto que damos testimonio de que Dios es fiel (v. 2Co 1:18).

3. Ya hemos advertido en otros lugares que, aunque Pablo escribía en griego, pensaba en hebreo, por lo que, como hace notar Tasker, «de la misma manera que había jugado (v. 2Co 1:20) con la semejanza de las palabras sí y amén , ahora (vv. 2Co 1:21, 2Co 1:22) juega con la afinidad del vocablo amén con el verbo hebreo que significa establecer o consolidar» (heb. amán). El mismo Jehová Dios que ha cumplido en Cristo todas sus promesas (v. 2Co 1:20), nos ha consolidado (v. 2Co 1:21) con vosotros, con todos los creyentes, en concreto (aquí), con vosotros los corintios, en Cristo. Y ese mismo Jehová Dios, nuestro Padre, que nos ha cumplido exteriormente su revelación en Cristo (v. Heb 1:1, Heb 1:2), nos la ha confirmado interiormente mediante la iluminación de los ojos de nuestro corazón (Efe 1:18), al ungirnos (v. 2Co 1:21) con su Espíritu (v. 1Jn 2:20, 1Jn 2:27), al sellarnos con su Espíritu (v. Efe 1:13) y al darnos (v. 2Co 1:22) las arras del Espíritu en nuestros corazones (comp. con 2Co 5:5; Rom 8:16; Efe 1:14). Las arras son un anticipo que asegura la promesa y forma parte del pago total.

4. El apóstol expone una buena razón por la que no pudo ir a Corinto como lo había propuesto (v. 2Co 1:23): Fue para beneficio de ellos mismos: «Pongo a Dios por testigo, a fe mía, de que fue sólo por consideración a vosotros por lo que yo no regresé a Corinto» (NVI). Sabía que allí había bastantes cosas que merecían censura, y él quería comportarse tiernamente con ellos. Les asegura solemnemente que ésa fue la única razón. Y para que no piensen que la frase «por consideración a vosotros» entrañaba cierta afirmación de «dominio» suyo sobre ellos, se apresura a añadir (v. 2Co 1:24): «No es que pretendamos dominar (comp. con 1Pe 5:3) sobre vuestra fe, sino que estamos contribuyendo a vuestro gozo; porque por la fe, no por mi control sobre vosotros, estáis firmes». Únicamente Cristo es el Señor de nuestra fe, pues Él nos revela lo que hemos de creer, y por su gracia hemos recibido el don de la fe. En cambio, Pablo, Apolos y los demás predicadores del Evangelio, no son «sino servidores por medio de los cuales habéis creído» (1Co 3:5) y, por tanto (v. 2Co 1:24), los que estamos contribuyendo a vuestro gozo; «el gozo que deriva de la plenitud de la fe (Flp 1:25), y que es garantía de la felicidad futura (Rom 15:13; Gál 5:22)» (P. Gutiérrez). Nuestra fuerza y nuestra capacidad se deben a la fe, y nuestro consuelo, lo mismo que nuestro gozo, han de fluir de la fe.

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