2 Corintios 2:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El apóstol hace ahora una larga digresión, a fin de informar a los corintios de sus viajes y labores, y declara al mismo tiempo que no halló sosiego en su espíritu (v. 2Co 2:13) al no encontrar en Tróade a Tito, así como después (2Co 7:5-7) habla del consuelo que le causó la visita de Tito al llegar el apóstol a Macedonia.

1. Vemos primero la labor infatigable del apóstol y la diligencia que ponía en tal labor (vv. 2Co 2:12, 2Co 2:13). Viajó por mar desde Filipos hasta Tróade (Hch 20:6), y de allí fue a Macedonia. Le fue impedido cumplir su designio en cuanto al lugar de su labor, pero continuó trabajando con afán donde las circunstancias se lo permitían.

2. El motivo por el cual no halló sosiego en Tróade (v. 2Co 2:13) es, como explica Ryrie, «por no saber cómo había sido recibida su severa carta», ya que era precisamente Tito el encargado de llevarla a la iglesia de Corinto.

3. Los frutos de su ministerio cosechados dondequiera predicaba el Evangelio (v. 2Co 2:14), de lo que toma ocasión para dar gracias a Dios. La NVI ofrece una magnífica traducción de los versículos 2Co 2:14-17. Dice en el versículo 2Co 2:14: «Pero gracias sean dadas a Dios, quien siempre nos conduce en cortejo triunfal en Cristo y por medio de nosotros exhibe por todas partes el perfume del conocimiento de Cristo». Este estallido de acción de gracias supone ya el deseado encuentro con Tito. El verbo griego thriambeuo, que traducimos por «conducir en triunfo», sólo sale aquí y en Col 2:15, cuyo comentario puede hallar el lector en su lugar. Tenía el significado de la triunfal procesión con que los generales romanos volvían a la urbe llevando tras de sí los prisioneros hechos en el campo de batalla. Dice Ryrie: «Pablo se considera a sí mismo gozosamente como uno de los prisioneros de Cristo, llevados en triunfo para gloria de Cristo». El Evangelio que Pablo predicaba era como el perfume del incienso, llevado por el viento a todas partes.

4. Este mismo incienso perfumado del Evangelio de Cristo tenía, y tiene (vv. 2Co 2:15, 2Co 2:16), dos efectos diametralmente opuestos: Para los que reciben la palabra y van por el camino de la salvación (el griego está en participio de presente), el Evangelio es un perfume grato: olor de vida que conduce a la vida. En cambio, para los que no se dejan persuadir por el Evangelio y van por el camino de la perdición (el gr. está igualmente en participio de presente), es hedor de muerte que conduce a la muerte. El apóstol continúa con la ilustración del cortejo triunfal. Al final de la procesión que terminaba en Roma, se quemaba incienso, no sólo como obsequio a los dioses protectores, sino también en honor de los generales vencedores. Este incienso olía bien para los cautivos a quienes se les perdonaba la vida, pero muy mal para los condenados a muerte. De manera similar, la predicación del Cristo que murió para salvarnos es perfume gratísimo para los que creen, pero es hedor de muerte para los incrédulos, porque mejor les sería no haber escuchado el mensaje, que rechazarlo después de oírlo, con lo que no tienen excusa ninguna.

5. Es en virtud de esta tremenda alternativa: salvación o condenación eternas mediante la predicación del Evangelio, por lo que el apóstol añade (v. 2Co 2:16) en pregunta retórica: «Y para tamaña empresa ¿quién se sentirá con suficiente competencia?» (NVI). La respuesta a esta pregunta puede hallarse en 2Co 3:5, 2Co 3:6. Dice Gutiérrez: «El apóstol se siente presa de un sublime sentimiento de terror por sentirse (como agente del mensaje evangélico) responsable de tal discriminación de almas para la eternidad». ¿Y habrá quien asuma el ministerio de la Palabra a la ligera y suba al púlpito o a la plataforma confiado en sus propios recursos oratorios, cuando tan tremenda es la responsabilidad del predicador del Evangelio? ¡Todo candidato al ministerio debe reflexionar seriamente sobre este punto!

6. Con toda humildad, Pablo renuncia a proclamar que él se sienta competente, sino que piensa en esa mayoría («los muchos», como dice el original del v. 2Co 2:17) que trafican con la palabra de Dios. El verbo griego kapeleuo sale aquí por única vez en todo el Nuevo Testamento. Significa en su origen «vender al detalle», para hacer negocio, lo que se ha comprado al por mayor. Aquí no significa un aumento en el precio, sino una rebaja en la calidad del producto. Indica, pues, una predicación en la que el ministro de la Palabra rebaja la calidad del Evangelio para deleitar a los oyentes, en lugar de instruirles, corregirles y amonestarles según lo requiere la salvación y la santificación de los oyentes. El apóstol no obra de este modo, propio de comerciantes. Como dice P. Gutiérrez, «San Pablo ni falsifica ni trafica con el Evangelio, mezclando elementos doctrinales heterogéneos …, sino que lo expone en toda lealtad y sinceridad, como de Dios, por una orden expresa de Dios, con su garantía de verdad, como miembro y ministro de Cristo, participando de su eficacia por razón de su unión con Él, con Cristo». El apóstol repite en este versículo el vocablo griego eilikríneia, sinceridad, que ya expusimos en 2Co 1:12.

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