2 Corintios 4:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Al ampliar la idea de 2Co 3:12, el apóstol declara ahora su fidelidad en el desempeño de un ministerio tan glorioso como el que le ha sido encomendado.

1. En 2Co 2:17, Pablo había afirmado que él no era de los que traficaban con la Palabra de Dios. Aquí (vv. 2Co 4:1, 2Co 4:2) amplía dicha declaración y dice que, al deber a la misericordia de Dios tanto su llamamiento al ministerio como el fiel desempeño del mismo (comp. con 1Co 15:10), no necesita, ni puede, andar con subterfugios deshonestos ni proceder con astucia mundana. De una vez por todas («renunciamos» es aoristo en el original), tomó la decisión de no usar de tales medios (comp. con 2Co 11:3 y Efe 4:14, donde sale el mismo vocablo que traducimos por «astucia») y de no falsificar la Palabra de Dios, sino de exponer clara, lisa y llanamente la Palabra de Dios, sin darla a medias ni rebajarla en un ápice. En eso, no desmayaba nunca (v. 2Co 4:1. El verbo está en presente). La conciencia le daba testimonio («le recomendaba», v. 2Co 4:2), no sólo delante de Dios, sino también ante toda conciencia humana dispuesta a juzgar con imparcialidad, del fiel desempeño de tal cometido.

2. A continuación, el apóstol sale al paso de una objeción que podría oponérsele: «¿Cómo, pues, sucede que muchos de los que oyen el Evangelio, no son impresionados por su luz gloriosa, como si estuviera cubierto con un velo?» La respuesta es clara y tajante: El Evangelio que Pablo predica está encubierto (participio de pretérito perfecto) para los que van por el camino de la perdición (v. 2Co 4:3. Este otro verbo está en presente, como en 2Co 2:15), debido a la obcecación (siempre voluntaria) producida en ellos por la acción de Satanás, el dios de este mundo (el amo y señor de los mundanos. Comp. con Luc 4:6; Jua 12:31; Jua 14:30; Jua 16:11; Efe 2:2). «Las mentes de los incrédulos obcecados están imposibilitadas para captar el contenido del Evangelio» (P. Gutiérrez). Y, al no recibir la iluminación del Evangelio que pone de manifiesto la gloria de Cristo, tampoco pueden llegar a un recto conocimiento de Dios, del que Cristo es imagen perfecta (v. 2Co 4:4, comp. con Flp 2:6; Col 1:15; Heb 1:3).

3. En el versículo 2Co 4:5, Pablo se sacude toda responsabilidad en la perdición de los incrédulos, puesto que él no se predica a sí mismo, sino que expone fielmente el Evangelio de Cristo, quien es el único Señor y Salvador de los hombres, mientras que los predicadores son únicamente administradores (1Co 4:1.) y aun siervos de aquellos a quienes predican (v. 2Co 4:5, comp. con 1Co 3:5; 1Co 9:19). Verdaderamente, todo el Evangelio se centra en Cristo; de modo que, al predicar a Cristo, se predica todo lo que se debe predicar. Y, ¿cómo podrán sucumbir a la tentación de orgullo los que deben ser siervos de los hombres, no siervos de las pasiones de los hombres, sino de la salvación de sus almas?

4. Con un «Pues» (gr. hoti), que da introducción a una cita de Gén 1:3 el apóstol compara con la creación de la luz material la iluminación sobrenatural que la predicación del Evangelio de Cristo produce en los corazones (v. 2Co 4:6, comp. con Efe 1:18). La conexión con el versículo 2Co 4:5 está indicada por la partícula mencionada, a fin de explicar «en primer lugar, por qué Pablo predica a Jesús, y en segundo lugar, por qué es siervo de los corintios» (Tasker). En efecto, él había sido iluminado por el resplandor de Cristo (¿alude quizás a la luz que le cegó en el camino de Damasco?), y la luz que había recibido no era para que se la guardase para sí solo, sino para transmitirla a otros. «La gloria de Dios reflejada en Cristo, su imagen perfectísima, se percibe y se posee interiormente en nuestros corazones por medio de los apóstoles, cuya misión es darla a conocer a las almas» (Gutiérrez).

5. El versículo 2Co 4:7 sirve de enlace entre lo que precede y lo que sigue: «Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, para mostrar que este sublime poder del evangelio es de Dios y no procede de nosotros» (NVI). Pablo llama «tesoro» al Evangelio porque no hay en todo el Universo joya tan valiosa ni provechosa como el anuncio de que Dios está presto a otorgar el perdón de todos los pecados y a conceder la vida eterna en comunión íntima con Él a todos cuantos, sin poner nada de su parte, se limiten a extender la mano para recibir un don tan sublime. Y ese «tesoro», como joya en estuche de barro, es llevado y ofrecido por hombres débiles, frágiles, mortales. ¿Cómo habrían de predicarse a sí mismos? El hecho paradójico de que una vasija tan frágil sea portadora de tan rico tesoro tiene por objeto poner de relieve que el Evangelio no es una invención del predicador y que las conversiones llevadas a cabo mediante la predicación no se deben a su competencia humana ni a su elocuente oratoria, sino al sublime poder de un Dios soberano, que es quien produce el efecto interior (comp. con 1Co 3:5-7).

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