2 Corintios 4:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. En una serie de cuatro frases paradójicas (cuatro pares de participios), el apóstol (vv. 2Co 4:8, 2Co 4:9) contrasta lo que le ocurre a una frágil vasija de barro con la manifestación del sublime poder de Dios en las más difíciles circunstancias: «Se nos aprieta de firme por todas partes, pero no somos aplastados; nos vemos apurados, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos» (NVI). En cualquier situación, por penosa que sea, los hijos de Dios tienen en Él y de Él consuelo, ayuda y fuerzas; siempre hay un «pero no» que hace llevadera, y aun consoladora, la situación más difícil y peligrosa.

(A) En el primer par de participios, parece ser que Pablo tiene en mente la imagen de un soldado que se ve cercado de enemigos por todos los lados, pero no le ponen en tal estrechura que le quiten toda libertad de acción. Es corriente en los Salmos la metáfora de ser sacado a espacio amplio para indicar la liberación de un piadoso israelita, o del propio salmista, de la estrechura en que le habían puesto sus enemigos.

(B) En el segundo par se comparan dos verbos de la misma raíz, siendo el segundo compuesto del primero (gr. aporúmenoi all ouk exaporúmenoi). El primero indica perplejidad; el segundo lleva esta perplejidad hasta la desesperación. «El énfasis recae en los limitados medios que, humanamente hablando, estaban al alcance de Pablo. Se halla sin las adecuadas provisiones, pero no del todo» (Tasker).

(C) El tercer par nos presenta al apóstol como a un perseguido al que se está a punto de dar caza, pero no hasta el punto de sentirse desamparado (el mismo verbo de Mat 27:46; Mar 15:34).

(D) En el último par vemos el contraste entre ser echado abajo (lit.) esto es, derribado en tierra, y el no ser destruido (el tan conocido verbo griego apóllumi, que se repite unas 90 veces en el Nuevo Testamento).

2. La razón suprema de este triunfo de Pablo en medio de las más difíciles situaciones la da en el versículo 2Co 4:10, al decir: «Siempre llevando de una parte a otra en nuestro cuerpo la condición mortal de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo» (NVI). El apóstol no dice que lleve en su cuerpo la muerte, sino el continuo morir (gr. nékrosin), de Jesús. El versículo ha de leerse a la luz de Gál 2:20 y Col 1:24Col 1:24. Dice P. Gutiérrez: «Esta reproducción de los sufrimientos de Cristo en la vida del apóstol trae consigo la manifestación simultánea y continua de su poder salvador». Pablo lo explica en los versículos 2Co 4:11 y 2Co 4:12: El continuo morir de Pablo por Cristo (v. 2Co 4:11, comp. con 1Co 15:31) en una prolongación del morir de Cristo en Pablo, de forma que la vida que el morir de Cristo, ya ahora resucitado, era capaz de conferir, actuaba primeramente en el apóstol sufriente para desbordarse después hasta aquellos por cuyo servicio estaba continuamente en peligro de muerte (v. 2Co 4:12): «Hasta el punto de que la muerte actúa continuamente en nosotros; mas la vida (actúa continuamente) en vosotros» (lit.).

3. A continuación da otras razones por las que se mantuvo firme entre tales y tan numerosas aflicciones:

(A) La fe le guardó de desmayar (v. 2Co 4:13). La gracia de la fe es un estupendo tónico contra el desmayo en momentos difíciles. Así como él seguía el ejemplo del salmista (v. Sal 116:10 en la versión de los LXX), quien, ante la proximidad del Seol (v. 2Co 4:3), había invocado a Jehová y pudo entonar un cántico de acción de gracias por la liberación obtenida, también Pablo nos deja su admirable ejemplo: «Con ese mismo espíritu de la fe, también nosotros creemos y, por eso, hablamos» (NVI). Como dice Denney: «No todos los creyentes han de ser maestros y predicadores, pero todos han de ser confesantes. Todo el que tiene fe tiene un testimonio que dar ante Dios».

(B) La esperanza de la resurrección le guardó de hundirse (v. 2Co 4:14, comp. con 1Ts 4:14). Su esperanza no podía estar mejor fundada, ya que el Dios que resucitó a Cristo, la cabeza, también había de resucitar a los miembros. Nótese que Pablo no dice que nos resucitará por medio de Jesús, sino en unión con Jesús (gr. sun lesoú. Recuérdese lo dicho acerca de esta preposición en el comentario a 1Co 15:10 b).

(C) La consideración del beneficio que de sus padecimientos se le había de seguir a toda la Iglesia (v. 2Co 4:15, comp. con Col 1:24, Col 1:25) le guardó también de desmayar. El apóstol, como Jesús en Jua 4:35, ve ante sí una espléndida cosecha de almas que, mediante su predicación y sus padecimientos, llegan al conocimiento de la verdad y se salvan por la gracia de Dios (1Ti 2:4). Esto provoca un desbordamiento de acción de gracias para gloria de Dios (v. 2Co 4:15).

(D) El proceso de continua renovación espiritual (comp. con Rom 12:2, donde se halla el sustantivo de la misma raíz) es un incentivo más contra el desmayo que podría causar el deterioro constante que las penalidades causan en el hombre exterior (v. 2Co 4:16), es decir, en el cuerpo con todo lo que va implicado en el psiquismo natural (comp. con 1Co 15:44). Mientras ese hombre exterior se va corrompiendo (el verbo está en presente), el interior, «la personalidad invisible, vivificada por la gracia del Espíritu Santo» (Gutiérrez), se va renovando progresivamente en un proceso inverso. Comenta Denney: «El deterioro del hombre exterior en el impío es un espectáculo que provoca la melancolía, porque es el deterioro de todo; en el cristiano, no llega a tocar la vida que está escondida con Cristo en Dios (v. Col 3:3), y que es en el alma misma un manantial de agua que brota para vida eterna» (V. Jua 4:14).

(E) Finalmente, el apóstol (vv. 2Co 4:17, 2Co 4:18, comp. con Rom 8:18) siente su optimismo estimulado constantemente por tener la mirada fija (v. 2Co 4:18) en la gloria celestial, cuyo peso (de oro, no de plomo como el de Heb 12:1, donde el griego ónkos significa «impedimento», mejor que «peso») hace bajar el platillo de la balanza de tal manera que no hay tribulación capaz de hacer bajar el platillo opuesto, ya que, en comparación con la gloria eterna, toda tribulación en esta vida es leve, esto es, ligera, sin peso, y momentánea, temporal, transitoria (comp. con Heb 11:26). Quien tiene la mirada fija en lo eterno, aunque no se ve, no apegará su corazón a lo temporal, por mucho que se vea (v. 2Co 4:18). ¿Quién será tan loco como para aventurarse a una eternidad de tormento por el fugaz placer de un momento, o para desmayar ante una leve tribulación, si tiene la mirada fija en una eternidad de consolación? Los ojos de la fe tienen mayor poder que los ojos de la carne, pues éstos sólo alcanzan a las proximidades de lo presente, de lo temporal, mientras que los de la fe penetran hasta detrás del velo, a lo eterno; «evidencia de lo que no se ve» (Heb 11:1).

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