2 Corintios 8:7 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Les urge ahora a que consideren la abundancia que han mostrado en toda clase de virtudes (y, especialmente, en dones), a fin de que abunden también en la generosidad para con los hermanos necesitados (v. 2Co 8:7). Cuando se desea alguna buena obra de parte de una persona, es buena táctica elogiarla por las cosas buenas que ya lleva hechas. ¿A quién no le agrada y le estimula un cumplido sincero, sin mezcla de insincera adulación, especialmente cuando se le va a pedir un favor? Entre las cosas en que abundaban los corintios, Pablo menciona en primer lugar la fe, porque es la raíz de todas las demás gracias. Los que abundan en fe, abundarán también en buenas obras. A la fe añade palabra, es decir, capacidad para dar expresión a la verdad cristiana; muchos que tienen verdadera fe carecen de habilidad para expresarla. Abundaban igualmente en conocimiento, en facilidad para entender, y también en toda diligencia, esto es, en vigor y celo para desarrollar las actividades que son necesarias en una comunidad cristiana; esto no es muy corriente, pues los mejores habladores no suelen ser los mejores hacedores. Finalmente, sentían afecto hacia los ministros de Dios.

2. Para prevenirles contra cualquier sospecha de imposición autoritaria, Pablo les dice que no impone eso como un precepto (v. 2Co 8:8), sino que se limita a dar su opinión (v. 2Co 8:10), que es, a la vez, como un consejo fundado sobre dos bases: la utilidad que de su generosidad se deriva para ellos mismos, y la conveniencia de llevar a feliz término algo que ellos mismos habían comenzado antes (desde el año pasado, dice), no sólo a querer (gr. thélein, desear; el mismo verbo de 1Ti 2:4), sino también a poner por obra, la colecta. En efecto, las buenas intenciones no son de despreciar, pues son como brotes y capullos que dan esperanzas de flores y frutos, pero de nada sirven sin llevarlas a feliz término del modo que más agrada a Dios (v. 2Co 8:12), quien, con tal de que quien da lo de de buena gana, lo acepta según lo que uno tiene, no según lo que no tiene. Recuérdese cómo alabó el Señor a la viuda que había echado en el tesoro del templo todo cuanto tenía, todo su sustento (Mar 12:43, Mar 12:44).

3. El motivo principal era el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo (v. 2Co 8:9. Nótese, una vez más, la acumulación de epítetos). Si el dar de buena gana, por amor a Dios y al prójimo, es una gracia, conforme a todo el contexto anterior, ¿qué gracia podrá compararse con la de nuestro Señor Jesucristo, «que por amor a vosotros se hizo pobre (comp. Flp 2:6-9), siendo rico antes de la fundación del mundo, al compartir las infinitas riquezas de Dios en el seno del Padre (Jua 1:18; Jua 17:5), para que vosotros fueseis enriquecidos (comp. con Rom 8:17; Efe 1:3-8) con su pobreza», esto es, precisamente por medio de su humillación que le llevó hasta la muerte en Cruz para obtener nuestra redención. Si Cristo dio su vida por nosotros, pecadores, enemigos suyos, ¿qué podrá negar un creyente a sus hermanos en la fe? (v. 1Jn 3:16-18). «Al leer este versículo, dice Tasker, el cristiano no puede olvidar el objetivo de la encarnación. El Señor fue manifestado en carne para quitar el pecado (1Jn 3:5), y el quitar el pecado implicaba tomar sobre Sí el papel del Siervo sufriente y llegar a ser el Hijo del Hombre que no tenía dónde reclinar Su cabeza (Luc 9:58) y que había de morir sin poseer ni una sola cosa».

4. El apóstol apoya su argumento final en la necesidad de una distribución equitativa de bienes y en la versatilidad de los asuntos de los hombres (vv. 2Co 8:13-15). La comunión característica de los creyentes (v. Hch 2:42; Hch 4:32, etc.) requiere cierto equilibrio en el disfrute de toda clase de bienes, sin descartar los bienes materiales (v. 2Co 8:14), de forma que la abundancia de unos supla la indigencia de otros y, si cambian las circunstancias, «la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra». Pablo lo ilustra (v. 2Co 8:15) con una cita de Éxo 16:18, donde se dice del maná «y no sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco; cada uno recogió conforme a lo que había de comer». El hecho de que el apóstol eche mano precisamente de esta cita da a entender que, puesto que toda buena dádiva desciende del Padre de las luminarias (Stg 1:17), es deseo de Dios que sus hijos aprendan a compartir generosamente lo que Él mismo les envía.

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