2 Crónicas 36:11 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de 2 Crónicas 36:11 | Comentario Bíblico Online

Relato de la destrucción del reino de Judá y de la ciudad de Jerusalén a manos de los caldeos. Abraham, el amigo de Dios, había vivido en Ur de los caldeos, de donde lo llamó Dios e hizo pacto con él; ahora, sus degenerados descendientes eran deportados allá, como para dar a entender que habían perdido todos los derechos a la consideración que Dios les había tenido en atención a su antepasado patriarca.

I. Los pecados que atrajeron esta tremenda ruina.

1. Sedequías, en cuyo reinado ocurrió, la hizo venir sobre sí con su insensatez. (A) Si hubiese hecho a Dios amigo suyo, Él le habría preservado de la ruina. Jeremías le trajo mensajes de parte de Dios, pero se le culpa aquí de que no se humilló delante del profeta Jeremías (v. 2Cr 36:12). Al rehusar así ser siervo de Dios, fue hecho esclavo de sus enemigos. (B) Si hubiese sido fiel al pacto que hizo con el rey de Babilonia, esto también habría podido preservarle de la ruina, pero se rebeló (v. 2Cr 36:13) también contra él, después de haber jurado continuar siendo tributario suyo. Fue esto lo que provocó al rey de Babilonia a tratarlo con tanta severidad. Lo que definitivamente arruinó a Sedequías fue, no sólo que no se volvió a Jehová Dios de Israel, sino que endureció su cerviz y obstinó su corazón a no hacerlo (v. 2Cr 36:13). Se negó, pues, a curarse y, por tanto, a vivir.

2. El gran pecado que ocasionó esta ruina fue la idolatría. Los sacerdotes, y aun el jefe de los sacerdotes, que tenían la obligación de oponerse a la idolatría, fueron los cabecillas de esta prevaricación (v. 2Cr 36:14).

3. Este pecado se agravó notablemente con el mal trato que dieron a los profetas de Dios, enviados para incitarles al arrepentimiento (vv. 2Cr 36:15, 2Cr 36:16).

(A) Dios mostró su tierna compasión hacia su pueblo al enviarles profetas. Expresamente se dice que la razón por la que Dios les enviaba estos profetas era porque Él tenía misericordia de su pueblo y del lugar de su morada (v. 2Cr 36:15) y, por este medio, quería preservarles de la ruina. El método que Dios usa para convencer a los pecadores, por medio de su Palabra, de sus ministros, de la conciencia y de tantas circunstancias providenciales, es un ejemplo de la compasión que siente hacia ellos, pues no quiere que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento (2Pe 3:9).

(B) Mas ellos hacían escarnio de los mensajes de Dios y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas (v. 2Cr 36:16). Ejemplo de esto es el mal trato que dieron, por este tiempo, al profeta Jeremías como leemos en el libro de su profecía. Esto atrajo sobre ellos una subida de la ira de Dios contra su pueblo, y no hubo ya remedio, pues pecaban contra el único remedio. No hay nada que provoque tanto a Dios como el mal trato que se da a sus fieles ministros, y aun a sus fieles siervos, pues lo toma como hecho a Sí mismo: «Saulo Saulo, ¿por qué me persigues?» (Hch 9:4). La persecución fue el pecado que atrajo sobre Jerusalén su final destrucción a manos de los romanos (v. Mat 23:34-37).

II. La desolación de la ciudad santa, de la que tenemos más detalles en 2Re 25:1-30.

1. Grandes multitudes fueron pasadas a cuchillo, incluso en la casa de su santuario (v. 2Cr 36:17), donde se habían refugiado con la esperanza de que la santidad del lugar les serviría de protección. Pero los caldeos no tuvieron ningún respeto ni a la santidad del santuario ni a la compasión especial de que son dignos los ancianos y las mujeres.

2. Todos los utensilios del templo que aún quedaban, grandes y pequeños, y todos los tesoros, sagrados y seculares, los tesoros de la casa de Dios y los del rey y sus príncipes, fueron llevados a Babilona (v. 2Cr 36:18).

3. Quemaron la casa de Dios, rompieron el muro de Jerusalén y también consumieron a fuego todos sus palacios (v. 2Cr 36:19; comp. Sal 48:3), cómo son llamados aquí los edificios que servían de morada a los principales de la ciudad, por ser tan ricos y suntuosos. ¡Todos ellos, reducidos a cenizas! Y, con ellos, su mueblaje, tan bello y costoso que se le llama «sus objetos deseables».

4. Los que escaparon del filo de la espada fueron deportados a Babilonia (v. 2Cr 36:20), empobrecidos, esclavizados, insultados y expuestos a todas las miserias de la vida en una nación extranjera y bárbara. Ahora iban a sentarse junto a los ríos de Babilonia para mezclar con su corriente las amargas lágrimas del destierro (Sal 137:1). Y aun cuando allí, por lo que parece, se curaron de la idolatría, no se curaron de burlarse de los profetas, como vemos en la profecía de Ezequiel.

5. La tierra quedó desolada mientras ellos estaban cautivos en Babilonia (v. 2Cr 36:21). Esto puede considerarse: (A) Como justo castigo del abuso que habían hecho de ella, pues habían servido a Baal con sus frutos; por tanto, quedaba maldito el suelo por su causa (Gén 3:17). Ahora la tierra pagó sus sábados (v. 2Cr 36:21), como había amenazado Dios por medio de Moisés (Lev 26:34). Si los 70 años de cautividad han de corresponder a 70 años sabáticos descuidados (70 × 7 = 490 años) y la cautividad comenzó de lleno en el año 586 a. de C., eso significaría que ese descuido comenzó hacia el año 1076 a. de C., es decir, ¡en la época de los Jueces! ¡Tan pronto! (B) Con todo, puede considerarse también como un signo de esperanza pues indicaba que, a su tiempo, volverían de nuevo al país. Si hubiesen venido otros a poblar y cultivar la tierra, habrían tenido que perder toda esperanza de volver a vivir en ella, pero, mientras permanecía desolada, estaba como aguardándoles hasta que volviesen.

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